La batalla de las esposas
Michelle Obama y Ann Romney son tan opuestas entre sí como sus respectivos maridos El foco sobre las esposas de los candidatos se dirige a sus biografías, familias, discursos y estilo Analizamos sus (mediáticas) peculiaridades a 17 días de las elecciones presidenciales de EE UU
Ann Romney vestía de Oscar de la Renta en la noche de su debut en la convención republicana de Tampa. El precio del conjunto ascendía a 1.990 dólares (1.525 euros). Michelle Obama lució en la convención demócrata de Charlotte un vestido de alguien mucho menos conocido, o totalmente desconocido. En concreto, un modelo de la joven diseñadora negra Tracy Reese, especializada en prêt-à-porter. A pesar de que la vestimenta de la señora Obama aún no está en las tiendas, su precio se estima entre los 395 y los 450 dólares.
Ahí lo tienen. Dos mujeres, dos conceptos del mundo. Michelle Obama y Ann Romney solo han unido fuerzas en la carrera electoral para vestirse ambas de rosa fucsia durante el segundo debate presidencial. El motivo era sumarse al mes de la lucha contra el cáncer de mama.
Michelle es la tataranieta de Melvinia, una esclava que fue valorada en 475 dólares antes de ser vendida a los seis años
Lo que cada esposa de cada candidato a la presidencia de Estados Unidos eligió para llevar en su gran noche ofrece ya un mensaje de cada una de ellas. Michelle Obama y Ann Romney son dos mujeres con dos visiones de la vida y dos pasados totalmente distintos.
Si los dos aspirantes a la Casa Blanca son hombres con claros contrastes, sus esposas también. Una es negra y la otra es blanca. Una nació en la riqueza y la otra proviene de una familia de clase trabajadora que durante mucho tiempo vivió en una casa de una sola habitación en el South Side de Chicago. Michelle Obama es la tataranieta de Melvinia, una esclava que fue valorada en 475 dólares antes de ser vendida a los seis años en uno de los capítulos más oscuros y vergonzosos de la crónica de un país que, a pesar de haber abolido la esclavitud a través de una guerra, mantuvo leyes segregacionistas hasta hace cuatro décadas.
Guerra de cifras
Las encuestas de popularidad son fundamentales en las campañas electorales estadounidenses. ABC News publicó el 10 de octubre una comparativa de la aceptación de Michelle Obama y Ann Romney. La primera cuenta con un porcentaje positivo del 69% frente al 52% de la segunda. Pero la diferencia entre ellas se ha acortado gracias al avance de Ann Romney. En abril, su porcentaje era del 40%. Las cifras de Michelle son parecidas a las anteriores primeras damas, como Barbara Bush y Laura Bush. Hillary Clinton afrontó la reelección de Bill solo con un 47% de aceptación. Romney se mantiene en la línea de Cindy McCain, Tipper Gore… En todo caso, Michelle y Ann exhiben datos de aceptación más robustos que sus maridos según esta fuente.
Nacida Ann Louis Davies en 1949 —tiene 63 años—, la mujer del candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney, solo pasó los 16 primeros años de su vida sin la presencia de su marido. Ann y Mitt (en realidad el candidato se llama Willard de primer nombre, pero utiliza su segundo) se conocieron en el instituto de Michigan donde estudiaban –Estado del que el padre de su novio era gobernador– y desde entonces han caminado 47 años de la mano, como prueba cada melosa foto que mandan vía Twitter de su viaje juntos hacia los debates electorales en el coche oficial, agarrados de la mano.
Michelle LaVaughn Robinson, de 48 años, conoció al que hoy es su marido en el despacho de abogados de Chicago en el que ella trabajaba y al que él llegó como su ayudante. “¡Por Dios, ¿quién llama a su hijo Barack?!”, relatan los biógrafos que dijo con humor sardónico la hoy primera dama del nombre de su esposo. De sus grandes orejas también ha hecho bromas, en público, sin esconderse. La señora del presidente —educada en Princeton y Harvard con becas— tenía en sus tiempos de mujer trabajadora el doble de sueldo que su marido. Dejó una brillante carrera como abogada y su Chicago natal para ocupar –sin trabajo definido, pero sabiendo que no quería ser primera dama florero– el número 1600 de la avenida de Pensilvania en Washington.
De Michelle dicen que es “la brújula de Obama”. Ann ha sido calificada como “el pilar de una familia genuinamente conservadora” que “dejó lo que podría haber sido una carrera interesante porque decidió –decidimos– que queríamos tener hijos, y muchos, y ella se entregó a ellos, les dio todo su tiempo”, dijo Romney de su esposa en una entrevista en CNN. Madre de 5 hijos y abuela de 10 nietos, la señora de Romney no ha cotizado a la Seguridad Social ni un solo día de su vida.
Cuando se iniciaba la campaña electoral, cuando su esposo se batía el cobre en las primarias republicanas por la nominación, el candidato quiso ganarse ese voto femenino que parecía que se le escapaba y vino a decir que la experta en economía de la campaña era su esposa. Por supuesto, no llegó a atreverse con un ejemplo concreto sobre no llegar a final de mes –la fortuna de los Romney se valora en 250 millones de dólares, con dinero a salvo del fisco en las islas Caimán– y se limitó a decir que Ann era consciente de que a “las mujeres les preocupaba la economía”.
Una analista política demócrata acusó a Ann Romney de no haber trabajado jamás en su vida. La polémica estaba servida. ¿Acaso no era trabajar dedicarse al cuidado de los hijos? En el caso de Ann Romney, ella es además la matrona de una familia con cuatro casas y dos Cadillac –todo trabajo, al fin y al cabo.
Hasta la convención de Tampa, el anterior fue el titular más importante conquistado por la mujer del obispo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (la Iglesia mormona, fe a la que ella se convirtió en 1966). Aunque también había sido muy comentado que Ann eligiera para participar en un programa de televisión una camisa de 990 dólares (760 euros). Algo congruente cuando se maneja dinero en decenas de millones de dólares, o de dos centenares como es su caso.
Ann Romney ha sufrido dos serios reveses en su vida: el cáncer de mama y la esclerosis múltiple
De la esposa de Barack Obama dicen que es inteligente, pragmática, decidida y carismática. Sus admiradores creen que posee el porte de Jackie Kennedy, el cerebro de Hillary Clinton y el encanto sencillo de Laura Bush. Ann Romney es tenaz y ha superado dos importantes reveses en su vida. A finales de 2008 se le diagnosticó un cáncer de mama —sufrió una mastectomía parcial— y en 1998 su vida quedó marcada para siempre por la esclerosis múltiple que sufre y que hizo que, tras el famoso super tuesday de primarias, la campaña republicana se cuestionara si seguir contando con ella para los actos electorales tras sufrir un desvanecimiento. En los últimos meses de exposición, la aceptación de Ann se ha incrementado notablemente.
La actual primera dama transformó la zona sur de la residencia presidencial en un huerto al llegar a la Casa Blanca en 2009. Abanderada de la defensa de la dieta sana para acabar con la obesidad, la señora Obama ha escrito incluso un libro sobre las virtudes de los productos naturales y los jardines (La historia de los jardines de la Casa Blanca y los jardines de toda América). Quien el próximo 6 de noviembre puede ganar las llaves de la Casa Blanca y entrar de la mano con su esposo el 20 de enero combate su esclerosis múltiple con la doma clásica y su pasión por los caballos. Le relaja. De ganar las elecciones, sin duda habrá caballos en la pradera de la Casa Blanca, informó la señora Romney a la revista Parade el pasado otoño.
Rafalca —el caballo olímpico de la señora Romney— y los equinos de pura raza frente a lechugas y brócoli. Ann Romney frente a Michelle Obama.
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