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EL ACENTO

¿Cómo borrar a Armstrong?

Con la sanción por dopaje al rey del ciclismo, Estados Unidos limpia simbólicamente la década más fea de la bicicleta

Marcos Balfagón

El ciclismo es el deporte de la pasión, el que parte de la fe infinita del aficionado y de su deseo interminable de emocionarse, también con el recuerdo, la memoria. Todo esto es lo que el caso Armstrong ha vuelto a poner a prueba de nuevo. Para todos los aficionados será chirriante, como poco, o inconcebible, intentar ahora evocar los primeros Tours del siglo XXI, los del septenio Armstrong, borrando de todas las imágenes recordadas, como con un photoshop de la memoria, la figura el gran ciclista tejano: qué valor tendrían entonces sus duelos, siempre victoriosos, con Ullrich, reconvertidos ahora en monólogos del pobre alemán; o los desafíos imposibles de Pantani a su fuerza excesiva; o la caída de Beloki persiguiendo a su sombra sobre asfalto derretido; o el día aquel de Luz Ardiden, el de la caída del tejano, el de su ataque demoledor sobre Mayo y Ullrich al final; qué sería de Basso sin Armstrong delante.

¿Y las revistas con sus centenares de fotos? ¿Y los periódicos del día rindiendo cuenta de las hazañas del ciclista de Austin? ¿Qué valor tienen ya? ¿Y las palabras de la gente que lo escribió?

Todo lo que rodea a Armstrong se mueve en un plano simbólico. La sanción retroactiva es imposible por irreal, pero no el mensaje.

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Borrando a Lance Armstrong de la historia del ciclismo, la agencia antidopaje de Estados Unidos ha querido dar un barrido de escoba simbólico a la década más fea de la bicicleta, pues él, el corredor que marcó la época, representaba como nadie esa misma época y sus desvaríos. Una forma de decir, además, que el futuro es diferente, que el pasado queda cancelado, olvidado, que ya no tiene sentido volver a él una vez que se han ajustado las cuentas necesarias. Con su sentencia, además, la agencia, esclava de la tendencia a convertir cualquier decisión legal en una elección moral, ha querido vindicar a los limpios, enviar el mensaje de que perder sin dopaje es finalmente una victoria.

Todo ello es pura palabrería, evidentemente. Si llegan a quitarle los Tours a Armstrong, la agencia se los entregará a gentes como Ullrich, Zülle, Basso, Klöden o Beloki, todos ellos implicados, de una u otra manera, en asuntos de dopaje, y algunos sancionados por ello. Sus nombres en el palmarés no hacen precisamente que el ciclismo pueda mirarse más feliz en el espejo.

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