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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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El pacto

"Una lágrima en la arena de Palma, total qué más da si la culpabilidad ya está más que tasada. Sería ya increíble que a Iñaki Urdangarin se le ocurra emplear las mismas once palabras del Rey"

Boris Izaguirre
El duque de Palma, junto a Diego Torres (a la izquierda) y Pepote Ballester, ex director general de Deportes de Baleares.
El duque de Palma, junto a Diego Torres (a la izquierda) y Pepote Ballester, ex director general de Deportes de Baleares.TOLO RAMÓN

Es una fina ironía del destino que Urdangarin haya pactado su culpabilidad. Porque se había declarado inocente, pero el pacto acerca claramente el final del culebrón real. Cuando eso ocurra, el vacío que vamos a sentir será enorme y tendremos que volver a hablar de cosas pedestres, de asuntos menores. De la nueva novia de Ortega Cano, por ejemplo, que es la nueva reina de esas escaleras mecánicas de la estación Santa Justa en Sevilla, centro de peregrinaje contemporáneo. Todas pasan por allí: la novia de Ortega Cano y también la de Kiko Rivera.

La nueva conquista del torero es una señora oronda, increíblemente repeinada con enormes tirabuzones de un color aún sin nombre. Color Santa Justa quizá. Puede que recuerde a la primera Raquel Mosquera. La novia de Kiko Rivera, Jessie, parece crecer de noche y también pulula por allí junto a Kiko, con su aspecto de líder de algún grupo gangsta de Dos Hermanas.

Sin Urdangarin tendremos que hablar del corte de mangas de Ronaldo, de los juegos reunidos de los banqueros en Barcelona, y hasta del acertado tuit de Carmen Lomana exponiendo que Rajoy ve con buenos ojos que Hollande gane en Francia. Vamos, que Rajoy vota socialista, pero en francés.

Muchos son los que hacen bromas con que Torres y Urdangarin, los exsocios pactantes, se presentaran juntos en Mallorca, uno con esposa, el otro sin, y le dijeran al juez “Nóos declaramos culpables”, pero a lo mejor ni eso. Como el pacto les libra de sentarse en el banquillo, Urdangarin puede enviar todo por SMS a cargo de la empresa para la que trabaja con plena tarifa plana. En el presunto de que decida hacerlo en persona, esperamos ahora un algo más de espontaneidad al declararse culpable que hace meses cuando se declaró inocente. Una lágrima en la arena de Palma, total qué más da si la culpabilidad ya está más que tasada. Sería ya increíble que se le ocurra emplear las mismas once palabras del Rey, porque ahí sí que la ironía fina tendría un pleno de póker.

Muchos súbditos se preguntan: ¿qué haría Santa Justa si levantase la cabeza? ¿Que hará la Infanta? Nada nuevo, los Reyes y su descendencia no se bajan del tren. La Infanta seguirá haciendo lo que hasta ahora, viajar en primera y mantenerse al margen de cualquier responsabilidad. No ha venido a visitar a su padre convaleciente y nadie la esperaba en la estación. Seguramente, como su marido trabaja para una gran empresa telefónica, tienen un Skype de última generación y ve al Rey avanzando con las muletas cómodamente desde su mansión en Washington.

Quienes de verdad deben preocuparnos son esos secundarios extraordinarios que han sido la asistenta personal de Urdangarin, la inefable Julita Cuquerella (que en los grafitis gangsta se llamaría JuCu), célebre porque no consideraba anormal que alguien tuviera una cuenta en Suiza, porque en su entorno todo el mundo tiene varias.

La pobre Ju Cuquerella ya es el chascarrillo en muchas fiestas: tan entregada, tan defensora de la inocencia de su jefe quien ahora prefiere declararse culpable, sabe que la que ríe la última ríe mejor.

Y no olvidemos el templadísimo abogado defensor del todavía duque, el letrado Pascual Vives, que debería pensar en abandonar la abogacía y presentar el telediario. Nada le afecta, ¡qué aplomo! Mientras que unos reporteros de Sálvame persiguen al abogado de Torres y este gesticula, grita e intenta espantarles como si fuesen moscas, el siempre calmado Pascual no solo les responde con monosílabos sino que aprovecha para cambiarse de atuendo ¡sacando jersey e impermeable debajo del asiento de su motocicleta! Es un abogado defensor de la Marvel. Eso es lo grande de Pascual: su flema, siempre tiene una palabra y la ropa correctas.

Alguien debería reconocerle a Torres su lección: aprender que los e-mails no deben borrarse. Ninguno, cualquier e-mail es importante, sobre todo si contienen las palabras “Su Majestad me ha dicho” o “Cristina y yo”. Torres debería considerar reunir una antología del e-mail no borrado y escribir con ello un best-seller. Titularlo Spammalot. Aunque desprendan un leve perfume a chantaje, no se puede negar que históricamente todas las casas reales tienen alguien que ansía medrarles. Por eso el pacto transpira la urgencia por abreviar este caso que, sin quitarles la sonrisa ni la corona, les arrebató el aura.

Hubo un instante en que el caso Urdangarin pudo ser el principio de un cambio profundo en las formas de la Casa del Rey. Al final, ha sido un pulso, el eterno pulso entre el poder y los que se dejan fascinar por él y sus privilegios. Ha ganado El gatopardo: “Que todo cambie para que todo siga igual”. Creímos que la justicia nos otorgaría una institución verdaderamente ejemplar y más transparente. Pero hemos perdido la esperanza, ahora volveremos a hablar de los maridos de Belén Esteban. De que Rajoy viene a decirnos el viernes lo que el jueves le dictó Merkel. De que Telma regresa feliz al matrimonio, con un viejo amigo de la familia. Del cuarenta aniversario del desnudo de Burt Reynolds en Cosmopolitan. Otro aniversario que pasa discretamente, cuando permitió que las mujeres pudieran disfrutar del varón velludo cual pin-up. Muchos “noos” declararemos culpables de haber robado la revista a las mamás de nuestras amiguitas. Pequeñas cosas tontas, mientras allá arriba nuestra corona poco a poco se endereza alejándose del trasiego de los viajeros de la estación de Santa Justa.

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