Obama y Romney
La campaña para las presidenciales se centra en los dos candidatos, con permiso del Supremo
La verdadera campaña para las elecciones de noviembre a la Casa Blanca acaba de empezar. Obama ha empezado a criticar por su nombre a Mitt Romney, y este, en las tres primarias de Wisconsin, Maryland y el Distrito de Columbia, ha empezado a sacar buenos rendimientos de sus ataques al presidente, que sustituye como blanco a sus rivales del Partido Republicano. Pero la institución que más puede pesar en esas elecciones no tiene voto, sino sentencia. El Tribunal Supremo se ha de pronunciar en junio sobre la ley de reforma sanitaria, que se ha convertido en el estandarte de Obama. Un fallo en contra por parte de los máximos jueces supondría un torpedo a la línea de flotación de la campaña del actual presidente.
De hecho, la ciudadanía ha estado más atenta a las audiencias del Supremo sobre esta materia que a las primarias, siendo el punto central si el Estado puede obligar a contratar un seguro médico privado a quien no lo tenga. Obama, que por primera vez ha hablado en público de este asunto, considera que hay un “elemento humano” en esta ley de la que se pueden beneficiar 30 millones de ciudadanos actualmente sin cobertura sanitaria, y que el Supremo no puede echar abajo una norma aprobada “por una fuerte mayoría de un Congreso democráticamente elegido”.
El otro tema de la campaña es la creciente desigualdad económica en la sociedad. Viene de lejos, pero en la salida de la crisis, son los más ricos quienes más se están beneficiando del repunte de crecimiento en los últimos dos años. Y entre esos ricos —lo que se puede convertir en su debilidad— está el exempresario y hoy principal aspirante republicano, Mitt Romney.
Aunque aún no disponga de los 652 delegados sobre los 1.144 necesarios para asegurar la nominación republicana en agosto —quedan 20 primarias—, Romney ha logrado con su discurso derechizado atraerse a parte del voto que hasta ahora recababa Rick Santorum entre los seguidores del radical Tea Party, los más conversadores, y los cristianos evangélicos. Se ha afirmado así como el genuino candidato republicano, pero al precio de una radicalización de su discurso, que, de momento, despeja el centro para Obama. La distancia entre ambos en las encuestas es de tan solo cuatro puntos a favor del actual presidente, lo que da una situación todavía muy abierta, salvo la creciente convicción de que esa elección es ya solo cosa de ellos dos, además del Supremo.
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