La buena ayuda al desarrollo puede acabar con la tuberculosis
Esta entrada ha sido escrita porErnest Aibar i Molano.
Una enferma de tubercolosis es atendida en un centro de salud de Brasil. Foto:Jean Chung/OMS.
La cooperación española tiene entre manos (o en la tripa) un desafío hercúleo. Y no solo porque los fondos podrían caer de nuevo, sino por la dificultad añadida de acometer el salto cualitativo que plantea el Gobierno en un contexto restrictivo de las finanzas públicas domésticas y sumamente cambiante en el plano internacional.La creatividad, la capacidad innovadora de los agentes de la cooperación, son ya imprescindibles para asegurar el impacto de todas y cada una de las intervenciones. Y precisamente en esta dirección pone rumbo la hoja de ruta presentada en el Congreso de los Diputados por el Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación: ocho prioridades, seleccionadas estratégicamente, deberán regir la acción de gobierno durante los próximos años; entre ellas, la salud y la investigación y desarrollo (I+D).
Un buen ejemplo de cómo estas áreas priorizadas pueden reforzar la política de cooperación, se encuentra en la tuberculosis (TB), enfermedad que ha sido más bien desatendida por anteriores gobiernos y que precisamente hoy, 24 de marzo, celebra su festividad mundial.
La TB es una enfermedad milenaria que se transmite a través del aire. Lejos de erradicarse representa una verdadera amenaza para la salud y el desarrollo de la humanidad. Según datos de la Organización Mundial de la Salud 1,4 millones de personas mueren anualmente a causa de la TB. Se estima que un tercio de la población mundial tiene TB en estado latente y podría desarrollar la enfermedad si su sistema inmunológico se deprime a causa de factores como la coinfección por VIH, la desnutrición o las malas condiciones de vida ligadas a contextos de pobreza.
Esta relación intrínseca entre la TB y la pobreza ha situado a la enfermedad en el olvido más absoluto y, como consecuencia, las inversiones en I+D han quedado sumamente rezagadas. Las herramientas de salud existentes para tratar, prevenir y diagnosticar la enfermedad, descubiertas hace ya muchas décadas, resultan ineficaces. Un par de ejemplos: la complejidad del régimen terapéutico (combinación de cuatro fármacos en un periodo de entre seis y nueve meses) es responsable de la propagación de cepas de TB resistente; la vacuna BCG, por su parte, no protege a niños y niñas de la forma más común de enfermedad, la TB pulmonar.
¿Cómo puede entonces una enfermedad olvidada como la TB reportar beneficios a la cooperación española?
En primer lugar, porque la I+D alrededor de la TB ha vivido un empuje extraordinario durante la última década y plataformas científicas internacionales como Aeras o TB Alliance – instituciones público-privadas no lucrativas y completamente alineadas con los criterios de eficacia de la ayuda – se encuentran a un paso de desarrollar una nueva generación de vacunas y fármacos seguros y efectivos. Una contribución relativamente moderada de la cooperación española hacia estos esfuerzos podría acelerar el desarrollo de herramientas biomédicas críticas e incrementar la esperanza y calidad de vida de millones de personas.
Teniendo en cuenta además que estas plataformas subvencionan o trabajan en colaboración con iniciativas científicas estatales – si España posee ventajas comparativas en el campo de la investigación biomédica, éstas son especialmente notorias en el de la TB – como el Instituto en Salud Global de Barcelona, la Fundación Open Lab Tres Cantos, la Universidad de Zaragoza o la Unidad de TB Experimental, se hace patente el doble dividendo de las inversiones de la cooperación en I+D en TB, que pueden favorecer indirectamente a la economía doméstica sin caer en ligazones cortoplacistas de la ayuda para el desarrollo.
Y porque esta enfermedad, al tiempo que afecta desproporcionadamente al mundo en desarrollo, representa también una amenaza para países industrializados como España, que junto a Portugal posee la mayor tasa de incidencia en TB de Europa Occidental. De este modo, que la cooperación española incremente los esfuerzos para frenar la TB globalmente tendrá también efectos positivos en calve de salud pública doméstica.
En un mundo globalizado, donde la frontera entre intereses domésticos e internacionales se desvanece, la cooperación para el desarrollo puede ser una herramienta formidable para la acción exterior inteligente de una potencia media como España. Dado el contexto de languidez presupuestaria el reto (y la virtud) estriba en maximizar el impacto de cada euro invertido. Incrementar los esfuerzos en TB, junto con otras áreas de actuación, puede contribuir en este cometido y asimismo resaltar la complementariedad de la cooperación con otras políticas de carácter interno ya que, por ejemplo, controlar esta enfermedad a escala global beneficia a la salud de los y las españolas.
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