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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

El drama oculto de la dictadura africana

"De la dictadura de la 'democratura". Así titula originalmente este periodista de Burundi su artículo sobre el devenir de los gobiernos africanos desde los tiempos de la independencia, de la que ahora se cumplen ya, en un goteo constante, el medio siglo. Una lectura interesante para poner en contexto la situación actual, con una veintena de proceso electorales abiertos en todo el continente y no precisamente, en calma. Vean aquí lo que está sucediendo en Senegal y el primer artículo de la serie sobre el tema que escribe Chema Caballero,"¿Dónde están las urnas?" y añadan ustedes los apuntes y comentarios complementarios que consideren de interés.

Autor: Alexis Sinduhije (*)

Frente a los dos monstruos del siglo pasado, a saber, el comunismo y el nazismo, Occidente, autoproclamado como el mundo libre, se siente asediado. Con la Unión Soviética de su lado, los occidentales derrotan al nazismo y a Hitler. En efecto, la doctrina y el líder son abatidos en 1945. En cambio, el comunismo se fortalece hasta tal punto que logra extender sus fronteras hasta Europa central. Los occidentales y los estadounidenses descubren con estupor el poder del Ejército Rojo y, especialmente, sus ansias expansionistas y quedan abrumados. Es en ese preciso instante cuando los africanos deciden reclamar el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos. No es cuestión de ceder su base de retaguardia. El continente negro rebosa de materias primas estratégicas y de recursos energéticos importantes para la industria occidental. Los gobiernos occidentales, amparados por el estadounidense, resisten a las reivindicaciones negras en un primer momento, pero dada la presión de los pueblos que ya no se dejan impresionar por el mito del hombre blanco, terminan cediendo. Las independencias se proclaman una tras otra en gran parte del continente.

Entonces Occidente pone en marcha, con infinito cinismo, el plan de sustitución de los nacionalistas africanos por marionetas. Así, algunas potencias occidentales conciben un nuevo monstruo para reemplazar la colonización en África: la dictadura. Las dictaduras ganan el último combate contra los colonizadores. Las dictaduras tienen una misión: impedir la progresión del comunismo en el continente. La Unión Soviética, muy presente entre los nacionalistas negros durante la lucha por las independencias, no se amedrenta y proclama, también ella, a sus propios dictadores. Con la Guerra Fría de fondo, los conflictos se extienden por todo el continente, muere asesinado un jefe de Estado abyecto por su condición de nacionalista, se organiza un golpe de estado militar y arrestan a un jefe de gobierno. El estridente sonido de las botas retumba por todos los rincones. Muchos son los alzamientos populares que tienen lugar y muchas las luchas armadas impulsadas con un único fin: expulsar del poder a los indomables nuevos líderes africanos.

Comencemos por los más célebres. Kwame Nkrumah es expulsado del poder por los militares. Tras una acusación por corrupción, envían al líder panafricano a cruzar la puerta de no retorno hacia una jubilación política anticipada. El carismático ghanés representa una amenaza. Su acercamiento al Este exaspera a los ingleses. Continúa burlándose de la antigua potencia colonial al predicar la unidad africana y apoyar los movimientos nacionalistas africanos. En cuanto a Kinshasa, Lumumba fue condenado a arresto domiciliario. Intentó huir, pero fue capturado, atado, humillado ante las cámaras del mundo entero y expuesto ante sus enemigos declarados en Katanga, Moise Tshombe y Munongo.

El resto es de sobra conocido. Más tarde, Mobutu tomará el poder y lo conservará durante 32 años. Los congoleños pagan los platos rotos de su megalomanía y, ante todo, de su crueldad. En Lomé, un sargento jefe se auto-invita al patio de los mayores. Eyadema Gnassingbé asesina, con ayuda de Francia, al presidente Sylvanus Olympio y se adueña del poder en Togo. Se aferró con uñas y dientes al asiento presidencial hasta el día de su muerte para después legárselo a su hijo. Por otra parte, los líderes dóciles durante las independencias acaban por ser aceptados por Occidente. Negociaron una independencia como quien no quiere la cosa: algo así como una revolución en la evolución. Jomo Kenyatta posee el derecho a disponer de su pueblo durante su liderazgo. Mzee (viejo) Kenyatta no perjudicó los intereses ingleses en su país. Houphouët-Boigny, el eterno presidente de Costa de Marfil, se convierte en el patriarca de la zona francófona. Fue, durante un tiempo, rival del presidente senegalés Léopold Sédar Senghor, pero Houphouët mantuvo la confianza de los franceses hasta el momento de su muerte. Por su lado, el presidente poeta abdicó y abandonó el poder dejando tras de sí una herencia cultural significativa.

El que fuera presidente senegalés Léopold Sédar Senghor

Las adopciones soviéticas se hacen tarde y precipitadamente. Sin una historia colonial, los soviéticos encuentran dificultades para implantarse. No obstante, los errores del modelo leninista no tenían nada de entendibles. Sékou Touré fue uno de los fieles seguidores soviéticos tras su negativa a la Francia de De Gaulle. Masacró a su pueblo y a todos aquellos que podían suponer una amenaza. No tuvo reparos en matar al primero en ocupar el puesto de secretario general de la Organización de la Unidad Africana (OUA). Diallo Telli murió de hambre al cabo de ocho días de «dieta negra» en el campo Boiro, la tristemente conocida prisión de Sékou Touré.

Mengistu Haile Mariam no fue menos implacable. El maestro de Adis Abeba impuso su ley mediante el terror en Etiopía después de acabar con la vida del negus Haile Selassie.

"El rey de reyes", titulaba Time sobre Haile Selassie.

Poco a poco, la dictadura se impone como único modelo de gestión del Estado en África. Los jefes de Estado africanos lo patentan. En África, el poder es el que manda. Los pioneros, tales como Mobutu, Sékou Touré y Eyadema, entre otros, tendrán émulos por todo el continente. Las nuevas generaciones nacen a su imagen y semejanza y enseguida aprenden que gobernar en África no es sinónimo de previsión e iniciativa sino de truculencia. Michel Micombero, el dictador burundés, extermina, sin ningún reparo, a una décima parte de sus ciudadanos; lo peor es que el mundo ni se inmuta. Trescientos mil asesinados en una población de menos de tres millones en 1972: estudiantes, alumnos, comerciantes, profesores, militares y funcionarios asesinados y arrojados en fosas comunes por ser hutus o miembros de la familia real que amenazaba al poder. Habyarimana de Ruanda alcanza el poder tras perpetrar un genocidio que se saldó con la vida de un millón de ciudadanos. Mugabe, que cuenta con el respaldo del mundo entero en los años 80, resulta ser un opresor sanguinario y se engancha al poder, pese a su avanzado estado de senilidad. Charles Taylor, carente de esta herencia colonial, no será menos. Así, masacra a una parte de su pueblo y se vanagloria de haber liberado al país.

De generación en generación, año tras año, las dictaduras se consolidan. Ya sean los hijos que sustituyen a los padres o los oficiales que toman el relevo de sus comandantes, absolutamente todos son iguales y se comportan del mismo modo. Pero la cosa empeora cuando los oprimidos pasaportan a sus antiguos opresores. La venganza es un plato que se sirve frío. Meles Zenawi perfecciona los métodos de Mengistu, lo que hace de él un tirano muy poco recomendable. El antiguo refugiado Paul Kagame no duda en dejar a sus conciudadanos el exilio como única opción para sobrevivir.

Thomas Sankara, vía Wikipedia.

Inventar la supervivencia. Presidentes africanos déspotas, autócratas, tiranos, monarcas absolutos, criminales, pero también jefes de Estado africanos revolucionarios y visionarios. Sin embargo, los pilares de la conducta del Estado son los mismos en todo el continente: partidos únicos sovietizados y mercado libre a la Friedman (economista de Chicago y apóstol del liberalismo). La cohabitación en África de estos dos sistemas en conflicto ha marcado la historia reciente de la política africana, privando a todo el continente de una identidad política. Pongamos el caso de Thomas Sankara, el ferviente jefe de estado del antiguo Alto Volta, que más tarde rebautizó como Burkina Faso. Sankara plantea los verdaderos problemas del continente pobre, especialmente la deuda y el deterioro de los términos de intercambio. Es uno de los escasos presidentes africanos, por no decir el único, en combatir la corrupción y la malversación de los fondos públicos, así como el estilo de vida suntuoso del Estado. Por desgracia, este revolucionario implicado, convertido en el líder de toda la juventud africana, no pudo derrotar a la injusticia. Administraba el país, al igual que todos sus camaradas africanos, con ayuda de un partido único implantado en las raíces de los comités revolucionarios, que ejercían un abuso constante de poder frente a los ciudadanos.

El ugandés Yoweri Museveni es otro revolucionario que emprende el camino del maquis para protestar contra el fraude electoral de su antiguo dirigente y compañero de armas Milton Obote. Museveni conduce al país a la guerra en nombre de la democracia pues, desde su punto de vista, el verdadero vencedor de las elecciones es Paul Semogerere y no Obote. Una vez en el poder, Museveni lleva a cabo un trabajo brillante por su país: lo aleja de los peligros de las guerras crónicas y pone en marcha la máquina de producción otorgando así al país una viabilidad económica. Aunque, con enorme cinismo, Yoweri Museveni prohíbe en Uganda, durante largos años, la práctica del multipartidismo y cuando se decide a hacerlo, dirige el país con ayuda del ejército y autoriza una democracia con condiciones. Finalmente, Museveni organiza unas elecciones que sabe de antemano que va a ganar, lo que le permite convertirse en un nuevo candidato a la presidencia de por vida.

El visionario senegalés fundador de Teranga (que significa hospitalidad, en wolof, lengua de Senegal), de la tolerancia y de una sociedad multicultural, también gobernó con métodos autoritarios. Torturó y encarceló a sus oponentes. ¿Quién puede olvidarse de la esperanza que trajo consigo Mugabe a su llegada al poder en 1980? El mundo entero desplegaba la alfombra roja a su paso. Dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo, pero no siempre es el caso. Un monstruo perturbado ocupa una vez más la State House en Harare. La deformación de la idea de un Estado fuerte en África impone el autoritarismo calcado del dirigismo soviético.

Yoweri Museveni, presidente de Uganda durante una conferencia de la Commonwealth en 2005. Via Africa is a country.

La Guerra Fría da lugar a los regímenes de partido único. El pensamiento único se afianza. Una misma persona lo puede todo, lo sabe todo y lo hace todo. Además, tiene a la prensa en sus manos. El derecho a asociarse fuera de su voluntad está prohibido. Así va África en el ámbito político. La doctrina económica es el liberalismo. Paralelamente a algunas empresas públicas que irán quebrando con el paso del tiempo, las multinacionales occidentales se implantan y explotan las materias primas. Varias empresas estadounidenses y europeas se instalan sin dificultad por todo el continente. Estas se encuentran en el sector de los bienes y servicios; se trata, sobre todo, de bancos, aseguradoras y concesionarios automovilísticos.

África se verá sometida a un sistema incompatible. La corrupción y el nepotismo no tardan demasiado en hacer acto de presencia y todo se viene abajo, el continente negro se desmorona, aunque continúa siendo el El Dorado de las multinacionales ávidas de materias primas y de productos energéticos como los hidrocarburos. Mientras tanto, las otras empresas europeas o estadounidenses vacían el territorio porque el poder de compra es muy bajo. La talla de los consumidores crece al mismo ritmo que la corrupción que impide la competencia.

La nueva Guerra Fría. La caída del muro de Berlín y la esperanza que trajo consigo en los años noventa puso a todo el mundo en un estado de euforia. Todos creían que la dignidad humana había triunfado. El mundo sería al fin libre y justo. Pero no fue así para África. Los 90 fueron la década de las atrocidades. Las guerras se multiplicaban. Liberia comenzó a arder y el fuego se extendió por Sierra Leona, lo que supuso una amenaza para la estabilidad de la región occidental africana. Burundi también se abrasaba y centenares de personas resultaron muertas. Ruanda se desmoronaba. Un genocidio exterminó a los tutsi y a los hutus moderados ante las cámaras del mundo. La OUA se tornó inútil, Europa y Estados Unidos se acusaron por la inhumanidad. El balance de las víctimas era estremecedor: miles de muertos en Ruanda, en el Congo, en Angola, en Somalia, en Liberia...

Aún así, François Mitterrand, en su discurso articulado en la ciudad francesa de La Baule, logró sosegar a todos los afectados, tanto a la oposición africana como a los padres fundadores de los partidos únicos del continente. Los dictadores africanos se serenan gracias al compromiso de Mitterrand de continuar con las subvenciones de ayuda al desarrollo. Los opositores africanos, humillados y vilipendiados durante largo tiempo, se alegran de escuchar de boca de Tonton (apodo cariñoso del presidente) la inevitabilidad de la democracia en África. Ahora bien, la realidad será bien distinta. Mientras que Europa del Este se democratiza, el continente negro idea un sistema que los raperos, o lo que es lo mismo, los poetas de lo moderno, denominarán la «democratura», esto es, una dictadura con tintes de democracia, un sistema del todo contraindicado según la opinión pública occidental.

Con la complicidad y la hipocresía de las antiguas potencias coloniales, las dictaduras son legitimadas por las urnas a través de una aceptación internacional basada en elecciones fraudulentas. La Comisión Europea se atribuye este "bonito papel". Las grandes potencias industriales anticipan una nueva amenaza. Lo que solamente sabían los servicios secretos sale a la luz. China se consolida cada vez más como nueva potencia económica. El Imperio del Medio triunfa ahí donde África fracasa. Mientras que la política va más pausada, el partido comunista chino democratiza la economía. El país de Mao realiza mejoras económicas sin precedentes mientras que los europeos y los estadounidenses intentan a duras penas sacar a sus países de la crisis. Un crecimiento del 11% en el primer trimestre: más que suficiente para dar ejemplo a varios países occidentales.

China no pierde el tiempo e inmediatamente se enfrenta a los occidentales para hacerse con el control de los recursos mineros y energéticos que tanto abundan en África. Al contrario que en la guerra de las ideologías, sumamente sangrienta, la guerra económica entre China y los occidentales se desarrolla sin derramamientos de sangre. Eso sí, lo retrasa todo y condiciona en extremo a los africanos. Se sonríe ante las cámaras, pero la guerra resulta letal entre bastidores y muchas de las víctimas son africanas. Debido al aplazamiento por tiempo indefinido de la democracia africana a fin de garantizar la estabilidad de los negocios, las víctimas de los abusos de los derechos no cesan de aumentar y las desigualdades, como consecuencia de la corrupción nacionalizada, propagan la pobreza por el continente. La elección de los intereses occidentales es sencilla: más vale malo conocido que bueno por conocer, incluso en lo que se refiere a los hijos de los líderes, si fuera necesario.

La agenda de las multinacionales. Todo está pendiente de edificarse en el continente africano. Nada o muy poco ha sido llevado a cabo por los dictadores africanos. Es por ello por lo que, además de sus recursos, el continente africano proporciona oportunidades para las empresas internacionales de construcción y de agricultura e incluso ofrece la oportunidad de mercado para muchas de ellas. Las empresas chinas y occidentales libran un combate despiadado en estos ámbitos.

A su vez, los dirigentes africanos se constituyen en sindicato por su cuenta para protegerse. Este es considerado un sindicato de malhechores por numerosas ONG y actúa en calidad de interlocutor de las multinacionales. No resulta fácil acceder a él para los nuevos y mucho menos si pretenden hacerlo a través de las urnas. Para lograrlo, se precisa el empleo de las armas o el derecho de sangre. Chinas, estadounidenses o europeas, las multinacionales fijan los precios de las materias primas, tienen libertad para especular creando una penuria o deciden cuándo explotar un yacimiento para mantener la estabilidad de los precios. A cambio, los jefes de Estado africanos se mantienen en el poder. Este pacto acordado a espaldas de los pobres africanos se establece en nombre de la estabilidad en África.

Es preferible la "ausencia" de guerra que la dignidad para los negros. Los pueblos del continente se encuentran entre la espada y la pared a causa del hambre y la miseria, carga de la que a veces consiguen liberarse gracias a la ayuda humanitaria. Así fue como se procedió a su domesticación. ¿Domesticación? Los africanos están domesticados hasta tal punto que solo actúan obedeciendo órdenes. En determinada ocasión, estuve en un restaurante distinguido en Kampala que estaba gestionado por un iraní. Fui al baño y un guardia se presentó para abrir la puerta con una llave que sacó de su bolsillo. El baño estaba muy desaseado, de hecho, no tengo palabras para describir el estado en el que se encontraba. Al salir, pregunté amablemente por qué no los habían limpiado. ¿Cuál fue su respuesta? "Mi jefe todavía no me ha pedido que lo haga". He aquí el drama oculto, ínfimo pero a la vez significativo, de la dictadura africana.

(*) Alexis Sinduhije [alexissind@yahoo.fr) es de Burundi, periodista; becado por la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, en la universidad de Harvard, donde presentó un texto sobre genocidio y escribió sobre afroamericanos frente a africanos. Fundador y reportero de la publicación La Semaine, trabajó para Reuters, BBC o VOA. Fundador de la emisora RPA (Radio Publique Africaine) en 2000, recibió el Premio Internacional por la Libertad de la Prensa en 2004, que otorga el Comité para la Protección de Periodistas anualmente, y fue destacado como una de las cien personas más influyentes del mundo en 2008 según la revista Time. Actualmente vive en Francia.

(*) Publicado con permiso de Casa África. Ver también Utopía y realidad. 50 años de ¿independencias africanas?, su primer Cuaderno Africano.

Comentarios

buen articulo pero le faltan otros dictadores de los cuales somos responsables España Mohamed VI + EL CONFLICTO DEL Sahara y Teodoro oBIANG nGUEMA
Recomiendo: "Payasos y monstruos" de Albert Sanchez Pinyolhttp://www.entrelectores.com/libro/8465.payasos-y-monstruos-albert-sanchez-pinol/ 
Tremendo artículo que pone los pelos de punta, y nos pone mas cerca de Africa que de la devaluada Europa. Me quiero equivocar, pero por este continente se estan dando situaciones que pueden desembocar en algo de lo leído.Gracias por recordar la historia reciente.
Un libro que leí hace tiempo pero que no deja de ser reciente. El asesinato de Patrice Lumumba por un periodista belga. La publicación de este libro hizo que el gobierno belga pidiese oficialmente perdón a la RDC . El libro relata que en el complot estaban involucrados varios gobiernos. En política nunca es tarde También hay una versión filípica hecha por un realizador haitiano. Cosas de la vida. atrdehttp://www.bibliomonde.com/livre/assassinat-lumumba--2587.html
Magnífico paseo por la desgracia del continente africano, tan rico como Latinoamérica y, por tanto, víctima de la codicia del capitalismo salvaje. Nuestros hermanos americanos están consiguiendo en muchos Estados la independencia y control de sus recursos y, a cambio, nuestros democráticos medios de comunicación los castigan sin piedad. Qué podemos esperar de dignidad desde este lado? El capital no sabe de eso.http://casaquerida.com/2012/02/17/una-gelida-e-inacabable-primavera/
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