Una boda al estilo Inditex: enigmática, sobria e impenetrable
Marta Ortega se casa el sábado con Sergio Álvarez en uno de sus pazos
No será exactamente uno de esos enlaces que anuncian los amigos en los pasos elevados o en las farolas –“Marta y Sergio ¡se casan!”-, pero tampoco va a ser una de esas bodas del siglo que convocan a miles de personas en la entrada de una catedral o a millones ante las fotos en cuché de los protagonistas, novios e invitados. Marta Ortega, hija del fundador de Inditex, Amancio Ortega, se casa el sábado en una de sus casas, el Pazo de Drozo (Anceis, Cambre), con Sergio Álvarez Moya, en una ceremonia obviamente por todo lo alto, pero no tanto como correspondería a la posición del padre de la novia, la séptima fortuna del mundo.
Consecuentemente, la ceremonia se atendrá al tradicional estilo Ortega, sencillo a la par que discreto (por no decir impenetrable). Un hombre que tiene en el banco (es un decir) alrededor de 21.000 millones de euros (más de los que suman en total los nueve que le siguen en la lista de ricos de España, según Forbes) y que cualquier coruñés se puede encontrar paseando, viendo al Dépor en Riazor o en la fila de atrás en el cine. Viendo J. Edgar en una de las sesiones de tarde de multicine en centro comercial hace dos domingos, por ejemplo. Pero nunca se ha dejado ver en las que fueron, y en parte todavía son, sus actividades profesionales, y que únicamente ha sido fotografiado en público en los concursos en los que participa Marta en Casas Novas, su centro hípico.
Entre los invitados están Ainhoa Arteta y Athina Onassis
Tampoco los novios han crecido en las portadas de las revistas. Marta Ortega Pérez (Vigo, 1983) estudió primero en un colegio concertado y después Empresariales en la Universidad de A Coruña, sin más sofisticaciones formativas que un curso en la European Business School de Londres. Hace cinco años, cuando ya era vicepresidenta de dos compañías de inversiones que preside su padre, inició su trayectoria laboral como dependienta en una tienda no identificada del imperio paterno, que completó en China y Europa antes de volver a Arteixo. Sergio Álvarez Moya, que acaba de cumplir los 27, es hijo de un empresario de Avilés que empezó en el sector de las tragaperras y derivó al de la construcción, pero tuvo que empezar cuidando caballos antes de montarlos. Cuando la que mañana será su esposa despachaba en la tienda Berskha de Oxford Street, ya era el número uno del ranking de la Federación Española de Hípica, pero no tenía patrocinador. Empezaron a ser pasto de crónica social en sus tres años de relaciones, bajo el glamour y los focos de los certámenes hípicos internacionales. En vísperas del enlace, tanto el padre como la novia trabajaban normalmente en la sede de Inditex en Arteixo, aunque ella hacía más visitas de lo habitual a la agencia de viajes que hay en el interior de las instalaciones.
En lo que se refiere a la boda, la discreción es tal que ni siquiera se conoce si la que se celebrará en la capilla de Drozo será una ceremonia civil o religiosa. O si el traje de la novia se hará en Inditex con diseño de un amigo, o no (el de él correrá a cargo de la casa: Massimo Dutti). Tampoco se ha producido una riada de confirmaciones, ni siquiera de rumores, de la asistencia de invitados de alto copete. Los únicos que se dan por seguros son algunos relacionados con la hípica, como Athina Onassis, habitual de Casas Novas, en donde suele competir su marido, el jinete brasileño Álvaro de Miranda Neto, o Ainhoa Arteta, pareja de otro asiduo del centro hípico de Arteixo, Jesús Garmendia. No estarán, pese a compartir deporte –y en el pasado falsos rumores de relación - José Bono (hijo) o Cayetano Martínez de Irujo. Tampoco se ha hecho pública la asistencia o no de representantes del mundo del dinero, empezando por los vecinos: de los tres que siguen a Ortega en la lista de ricos españoles según Forbes, dos son coruñeses, Rosalía Mera (su primera esposa) y Manuel Jove.
Lo sencillo empieza porque la que los entendidos llaman wedding planner (es decir, la que organiza la boda) es, como en la inmensa mayoría de las familias, la madre de la novia, Flora Pérez Marcote, la segunda esposa del empresario, con la que se casó en 2001, precisamente en Drozo (la ceremonia fue civil). Tampoco lo que las publicaciones de lo social llaman “el pazo familiar, en medio de un paisaje idílico”, es precisamente el Castillo de Balmoral. De los doce kilómetros que lo separan de A Coruña, diez discurren por ciudades dormitorio o polígonos industriales. Está junto al tradicional Camino Inglés a Compostela, en un entorno entre rural y de segunda residencia, que como el resto de los alrededores de la ciudad, vio proliferar entre los siglos XVI y XVIII esas construcciones de las mejores familias.
En un kilómetro de radio de Drozo están los pazos de Anceis (el de mayor abolengo, casi compartiendo muralla), el de Sigrás (una de cuyas últimas propietarias fue Herminia Feijoo-Borrell, nuera del multimillonario mecenas armenio Calouste Gulbenkian), otro propiedad de Pedro Barrié de la Maza, fundador del Banco Pastor, y otro de la familia de la entidad financiera más antigua de España, el Banco Etcheverría. En la casa de enfrente de la puerta principal del paso de Drozo, una vivienda aldeana cuidada pero normal, es la de Sergio Lauda Arcay, cuyo hermano emigró a Austria y, según creencia firme en la zona, tuvo un hijo, Nikki, que se dedicó a las carreras de coches.
Amancio Ortega le compró el pazo hace 20 años a Carmen Torrado, hermana del cineasta Ramón Torrado (director de Botón de ancla y Fray Escoba, entre otros filmes de los años 50 y 60). También lo intentó comprar Julio Iglesias, asegura el vecino de enfrente, Francisco Meijide, que recuerda ver al cantante entrar y valorar la finca. Sin embargo, el vocalista no superó la prueba titánica de poner de acuerdo a todos los propietarios, objetivo que sí logró Ortega, viajando a donde hiciese falta en su jet privado. El fundador de Inditex disfruta ahora los fines de semana, en familia o con amigos, tanto de Drozo como de los productos de huerta y de granja que produce.
La novia ha estado trabajando hasta última hora en las instalaciones de la fábrica familiar en Arteixo
De todas formas, pese a tanta sencillez, la ceremonia saldrá algo más que en los 50.000 euros que barajaron fuentes pretendidamente cercanas a la familia. La carpa que se ha instalado en la finca, después de un trasiego de remolques y trailers que han puesto a prueba las pistas rurales, es más grande que el propio pazo. Para concretar o completar las ideas de Flora Pérez, han contratado a ProFirst, una empresa belga especializada en el diseño y realización de eventos. El encargado del menú es Marcelo Tejedor, el chef compostelano que ha recuperado recientemente su estrella Michelín, que ya ha encargado en el puerto lucense de Celeiro cien kilos de merluza de calidad suprema o “cuatro anzuelos”, base de uno de sus platos estrella. El otro que degustarán los doscientos invitados estimados será caldo de pimientos. Los manteles serán de encaje de Camariñas, una labor tradicional de la Costa da Morte (el precio de cada uno equivale a la equipación para toda una temporada en Zara). Y el decisivo detalle de las flores está a cargo del francés Thierry Boutemy, considerado el mejor florista del mundo.
La celebración (lo que los expertos llaman la preboda) comenzara esta noche en el salón del Hotel Finisterre, el único de cinco estrellas de la ciudad. Para comodidad de los asistentes, prácticamente todo el hotel está reservado para los invitados. También para la comodidad de la organización: del hotel saldrá el sábado la caravana de furgonetas (a falta de otra denominación con más glamur) que los conducirá a Anceis. La única preocupación es la posible confluencia con las caravanas de vehículos con destino al estadio de Riazor. Uno de los principales dolores de cabeza de toda organización nupcial, la lista de bodas, sí que está solventado. No hay. Y si de todas formas hay regalos, serán donados a una ONG.
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