Los piratas de mar beben ron; los de río, cognac (sigo de turismo fluvial por Francia)
Mi barco-vivienda acaba de dejar el pantalán de Jarnac, en el curso medio del río Charente, en Francia (no sin añadirle alguna magulladura más a los protectores de goma que rodean la borda: uno no es un precisamente un viejo pirata habituado a estas faenas marineras del atraque y desatraque delturismo fluvial).
Pilotando la nave desde el mando de la cubierta me embarga una sensación de radiante libertad. El bosque de ribera desfila parsimonioso en ambas orillas, un sol cálido y amigable inunda la escena. Dos caminos de sirga bordean el río; por ellos veo pasar gente en bici, corriendo, caminando; la humanidad parece feliz esta mañana. Cada poco aparecen pescadores en la orilla que me hacen señas con la mano (al principio creía que me saludaban; luego me di cuenta de que mentaban a mi madre por pasar demasiado cerca del sedal; ya dije que lo de la marinería no era mi especialidad). Pero tranquis: poco a poco me voy haciendo con el control de la nave. Esto está "chupao".
Al poco aparece la primera esclusa. ESCLUSA: la palabra mantra del turismo fluvial. La repites cien veces al día. Y la recuerdas de por vida. Si un río es navegable es porque está domesticado. Y se domestica mediante presas. Y para que los barcos superen esas presas hay que hacer esclusas. En algunos canales, como el del Midi, las esclusas son automáticas. Pero en el Charente son manuales y tienes que abrir puertas y escotillas a mano. Esta bien porque además de pegarte unas vacaciones cojonudas vuelves a casa con más musculatura en el torso y brazos que con la que saliste. En hacer la operación de la primera esclusa tardo una hora y cuarto, ¡un récord!; en días sucesivos voy bajando esa marca hasta dejarla en media hora; ¡no hay nada como la experiencia!. De todas formas, el bosque que rodea el río es tan hermoso, los prados tan verdes y bellos y el escenario tan cautivador, que casi haces la maniobra al relentí para disfrutar de cada segundo.
Los chateau. Una de las cosas más agradables del turismo fluvial por los ríos de Francia es que cada cierto tiempo aparece entre las arboledas un pedazo de castillo que te provoca estertores de envidia y aplaudes en tu fuero interno que inventaran la Revolución Francesa. ¡Dios, que lugares! Este es el chateau de Saint Brice, uno de los más espectaculares del valle del Charente.
En el país de Cognac. El río Charente riega el país del coñac, la zona francesa donde se produce el brandy más famoso del mundo. El coñac se obtiene de la fermentación y posterior doble destilación de la uva ugni blanc, y como toda zona de vides, el paisaje de Cognac es de una perfección y belleza inimaginable. Aquí están las grandes bodegas mundialmente conocidas (Hennessy, Courvoisier...) y cientos de pequeñas bodegas familiares donde se produce un cognac artesanal que tiene el color del oro y la transparencia del ámbar. Era por tanto obligado atracar el barco una noche en Cognac, la capital de la región, y dar una vuelta por sus bodegas. La foto es del casco viejo de Cognac al atardecer.
PD: muchos habéis preguntado por datos prácticos para realizar este viaje. Tengo previsto dedicar el último post de este viaje por Poituo-Charentes a esa información, con el dónde, cuando y cuanto.
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