¿Quién no se enamoraría de un faro?
Existen pocos elementos tan literarios como un faro. Ni tan misteriosos. La silueta de un faro es tan enigmática como la de un suicida al borde de los acantilados. Un ojo de cíclope que parpadea en la noche más negra. Un sol en miniatura para navegaciones inciertas. La antesala de otras muchas palabras bellas: olas, sirenas, buque, galerna, viento, farero, tempestad, mar eterno.
Todo lo que envuelve a un faro porta una aureola de misterio.
Decía Álvaro Cunqueiro que el faro que más amó fue el primero que vio en la infancia de sus veraneos: el faro de Tapia de Casariego. El primer faro, como el primer beso, nunca se olvida.
Yo me crié a la vista de un faro, el de Palos, y a él vuelvo cuando siento necesidad de cariño. Me mira, me guiña su ojo de cíclope y me digo reconfortado: "He vuelto a casa".
Atardece en la isla francesa de Ré y el faro de las Ballenas envuelve con una lámina de oro su interminable fusta. Es uno de los faros más altos de la costa francesa (57 metros) y una de las mayores atracciones de esta isla del departamento de Charente-Maritime.
Pero esta tarde brillante de abril casi no hay nadie en los alrededores. Un faro hay que disfrutarlo en soledad, como un buen libro. Camino a lo largo de la playa mientras el atardecer casi funde la silueta altiva del faro nuevo (de 1854) con la del faro viejo, una torre del siglo XVII justo delante del anterior que fue la primera en alumbrar estas aguas traicioneras.
Dos siluetas suicidas al borde de un mar lejano.
Porque la bajamar ha secuestrado el agua y avanzo en la frontera de una llanura pedregosa llena de enredos: pozas, praderas de algas, muros de esclusas que los lugareños levantan para atrapar peces en la marea baja, bajíos y arenales... La sombra del faro se estira y se mueve sobre la llanura cultivada de Ré como la aguja ficticia de un reloj de sol. Hasta que el sol se pone por fin y la sombra desaparece.
El ojo del cíclope se enciende y empieza una noche más su eterno viaje giratorio.
Me paso entonces por la tienda de recuerdos que hay bajo el faro. No soy amigo de las tiendas de recuerdos. Pero esta es especial, el nirvana de los enamorados de los faros: fotos, reproducciones a escala de los faros de Francia, mapas, ilustraciones y una librería de temas relacionados con el faro y el mar, desde Le bateau ivre de Rimbaud hasta Pescadores de Islandia, de Pierre Loti.
Decididamente, ¿quién no se enamoraría de un faro?
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