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Rezar por el Mundial le cuesta el puesto a un cura holandés

La iglesia católica suspende a Paul Vlaar por dedicar la Eucaristía a su selección de fútbol

La liturgia católica admite una amplia gama de colores, pero no las decoraciones naranja. Tampoco quiere en sus templos objetos profanos como banderines, balones o guirnaldas con la bandera holandesa. Pues bien, Paul Vlaar, un sacerdote del norte de Ámsterdam, decoró de esta guisa su parroquia el pasado domingo, poco antes de la final del Mundial de fútbol ganada por España contra Holanda. Con casulla naranja, dirigió cánticos y lecturas dedicados al amor al prójimo y animó a la selección nacional a ganar con deportividad. Un deseo este no atendido por los jugadores oranje a tenor de las tarjetas, naranja y roja, que recibieron. Pero el afán futbolero del párroco fue aun más lejos. O tal vez sucumbió a una pequeña tentación. Colocó una pequeña portería junto al altar. En un momento dado, un feligrés se dispuso a lanzar el balón. Para regocijo general, el propio Vlaar ofició, ufano, de portero. La congregación abandonó la iglesia feliz y encantada. El obispado, por el contrario, deplora lo ocurrido y ha suspendido al cura.

En un comunicado que subraya "el fervor y dedicación del sacerdote", Joseph Punt, obispo de la diócesis de Ámsterdam-Haarlem, pone las cosas en su sitio. "El domingo 11 de julio, el pastor Vlaar no hizo justicia, en texto y forma, a la santidad de la Eucaristía. Las imágenes de lo ocurrido han causado indignación dentro y fuera del país". Al párroco se le ha ordenado que reflexione sobre lo ocurrido hasta nueva orden. Y que sopese su futuro, porque no es la primera vez que choca con la jerarquía eclesiástica.

Alto, simpático y movedizo, Paul Vlaar es un entusiasta de las misas llamativas. Visto desde fuera, parece haber llevado al extremo la máxima de Teresa de Jesús, cuando dijo aquello de que "Dios está hasta entre los pucheros". Su siervo holandés también lo ve por todas partes y hace partícipes a los fieles de su alegría. El año pasado, otra de sus ideas ya puso en guardia al obispado. Fue para celebrar el día de San Hubertus, el cazador que cambió de vida al interponerse una cruz luminosa entre su arma y el venado que quería matar. Después de decorar la iglesia con motivos de caza, un halcón y una lechuza volaron el interior hasta acabar posándose en el brazo del sacerdote. A los defensores de los animales les pareció que se hacía apología de la caza. Al obispo, que la situación empezaba a desmandarse. Por eso le llamó la atención al cura. Ahora que se ha metido el gol en su propia portería -el símil es irresistible- no ha podido más. Le manda rezar y pensar, dos verbos de lo más austeros.

El sacerdote Paul Vlaar durante la misa celebrada para que Holanda ganase el Mundial
El sacerdote Paul Vlaar durante la misa celebrada para que Holanda ganase el MundialAP

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