Fin de semana en los Cárpatos
Hola a todos. No he podido conectarme hasta ahora porque andaba perdido por las cumbres de los Cárpatos. El viernes aterricé en Bucarest y esa misma noche salí con un coche de alquiler hacia el norte. Viajo con mi compañero de penas y fatigas varias, Antonio Alpañez, y nuestro primer objetivo en Rumanía es escalar su pico más alto: el Moldoveanu . La cima de los Cárpatos. Un monte de solo 2.544 metros de altitud pero muy agreste porque en Rumanía los inviernos son más crudos que un steak tartare y a esas altitudes te puedes esperar de todo.
Es muy impactante llegar a un país desconocido, montarte en un coche y lanzarte a la carretera en plena noche. Conduces con los ojos como platos, en estado de alerta. No sabes los códigos, las costumbres... y mucho menos, las direcciones. ¿habría algún sitio para cenar en el camino? ¿encontraríamos algún sitio para dormir?
Por fortuna para los viajeros, el mundo es un sitio más previsible de lo que parece. Y lleno de buena gente. Restaurante a pie de carretera hay miles en Rumanía (eso si, todos con la música a volumen Match 2; en el que paramos nosotros, camino de Pitesti, había un orquesta en directo con el volumen tan alto que vibraban las copas: ya hemos podido comprobando que lo de comer con los decibelios a tope es un clásico en Rumanía). También fue fácil dormir: hay muchos hoteles y moteles por todos lados.
El sábado por la mañana cruzamos los Cárpatos y entramos en Transilvania . Fue como cruzar el túnel del tiempo. Pueblos agrícolas anclados aún en la época de Ceausescu , casas de labranza de tejado a cuatro aguas junto a bloques de apartamentos de corte soviético. Un mundo aún pausado, rural, donde los paisanos trasladan las mercancías en carromatos tirados por caballos y la gente levanta la mano al pie de la carretera para parar un vehículo cuando quiere desplazarse de un lugar a otro. Gente amable en exceso cuando el forastero se detiene en la plaza a preguntar por donde se va al siguiente pueblo o dónde podría comprar pan.
Transilvania. Nombre mítico donde los haya. Todos lo asociamos al conde Drácula. Aunque en realidad Vlad Tepes fue príncipe de Valaquia. Ya habrá ocasión de volver sobre el tema.
Para subir al Moldoveanu hay que llegar a un pequeño pueblo llamado Victoria, en la carretera que une Sibiú con Brasov. Desde allí hay cuatro horas de ascenso hasta el refugio Turnuri, por un soberbio bosque de coníferas. Fue una subida memorable, en plena naturaleza de un país aún salvaje, en el que todavía viven osos en libertad y los donde bosques parecen hechizados por druidas y hadas. La cañaba Turnuri nos esperaba a 1.500 metros de altitud, justo donde el bosque acaba y da paso el reino de la piedra, la nieve y el hielo. Era el sábado por la tarde. Recuerdo que hacía mucho frío. Y que la sopa que nos hizo el guarda del refugio supo a gloria .
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