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La empresa de dos veinteañeros que llevó sus productos a los Juegos Olímpicos

Pilatus Brand diseña mochilas, botellas y fundas de ordenador para otras marcas

Pilatus Brand
Alejandro Crespo (izquierda) y Rodrigo Bernárdez, fundadores de Pilatus, en una imagen cedida por la empresa.
Selina Bárcena

Pilatus Brand es una start-up con sede en Madrid, pero que nació lejos de la capital. Concretamente, cuando Rodrigo Bernárdez (Vigo, 29 años) y Alejandro Crespo (Madrid, 28 años) estudiaban con una beca Erasmus en Alemania: “Hicimos un viaje juntos a Lucerna y yo llevaba una funda de ordenador muy sencilla que me había hecho mi abuela para que combinase con mis zapatos. Ahí se nos ocurrió que si yo en el mercado no había encontrado nada que encajase en lo que necesitaba y había tenido que recurrir a mi abuela, había una oportunidad”, explica Bernárdez.

En 2017 estos dos economistas de formación se decidieron a lanzar la marca tomando prestado el nombre al Monte Pilatus —que visitaron en la ciudad suiza— y lanzaron una gama de productos que va desde mochilas, botellas y billeteros, hasta bolsas de viaje y, por supuesto, fundas de ordenador. Su modelo de negocio, explica, tiene tres patas: la venta directa al público de productos de su marca a través de internet, la venta en tiendas físicas multimarca y el diseño de productos corporativos para grandes empresas, desde consultoras como EY hasta cotizadas como Iberdrola o Accenture.

Aunque su proyecto más especial llegó de la mano de los Juegos Olímpicos de París 2024. “A raíz de una colaboración que habíamos hecho con Redbull, nos escribió una agencia que llevaba temas de los Juegos. Nos explicaron que, además del merchandising propio del evento, las marcas patrocinadoras hacen productos comerciales conmemorativos con su logo para regalar a sus clientes e invitados y nos propusieron colaborar con dos de las principales”.

Después de reuniones, acuerdos de confidencialidad, procesos de selección, viajes a París y cruces de propuestas con distintos diseños y materiales, cerraron el contrato en diciembre de 2023 y entregaron los últimos productos en mayo de este año. “Ahora lo estamos disfrutando un montón porque los últimos meses fueron de producción y entrega, que es la parte más fácil”, concluye el director general.

Pero convertir una idea en un modelo de negocio es un proceso largo y, pese a que fundaron la empresa en 2017, el despegue comenzó en 2022. “Después de siete años de recorrido, nosotros llevamos solo dos viviendo de la empresa. Antes estuvimos trabajando en otras compañías para intentar financiarnos y también entramos en una aceleradora de start-up en Lisboa”. En su último ejercicio facturaron por encima de los 300.000 euros, pero sus colaboraciones para grandes empresas comenzaron a aumentar y el escaparate de los Juegos Olímpicos les colocan este año por encima del millón, ese umbral mágico que en el mundo efímero del emprendimiento —de media, las start-up en España tienen apenas tres años de vida, según datos de South Summit— garantiza ya una cierta seguridad. “Esperamos estar entre 1,2 y 1,5 millones de euros al cierre de 2024. Además, ya hemos podido tener beneficios y ahora podemos empezar a invertir más en el equipo, en una oficina propia y en publicidad para poder crecer”, concluye.

Si bien su idea inicial era vender complementos con la firma Pilatus, lo de colocar logos de otras empresas en sus diseños les llegó un poco por casualidad y ahora supone el pilar central de su negocio, explica Bernárdez. “El padre de un cliente que nos había comprado una funda tenía una empresa vinícola y nos preguntó si podríamos hacer 200 más para regalar a sus empleados […] Vimos que nos podíamos enfocar hacia esa línea de negocio y empezamos a contactar a empresas cada vez más grandes. Telefónica fue una de las primeras con las que trabajamos”, concluye.

La plantilla de Pilatus está formada por 10 personas: diseñadores, publicistas, mozos de almacén y encargados de marca. Además, el ejecutivo insiste en que la sostenibilidad es una de sus premisas y explica que la fabricación de sus productos recae en factorías europeas donde la cadena de producción y el origen de las materias primas están controlados de principio a fin.

Crecer como marca propia

Para Bernárdez este ha sido su año, pero ahora el objetivo es trabajar en ampliar su marca y llevarla más allá de las colaboraciones corporativas. “Este año creo que ha sido nuestro año de inflexión porque ya hemos cerrado acuerdos grandes y hemos conseguido una agencia de representación para colocar nuestra marca en las tiendas”, apunta. Un proceso que, señala, “es lento”, pero confían en poder abarcar después la visibilidad que les ha dado el contrato olímpico. “Poco a poco nos vamos dando a conocer y estamos preparados para inyectar gasolina cuando sea el momento de crecer”, concluye.

A medio plazo, su intención es rebasar las fronteras nacionales y lograr entrar en el mercado internacional. “En la parte de personalizar complementos corporativos ya trabajamos por toda Europa y estamos abriendo mercado en México, Estados Unidos y Canadá. Esta es la parte más sencilla porque vamos de la mano de las empresas. Por ejemplo, hemos trabajado para Accenture en Madrid y luego nos han hecho encargos desde París”. Lo difícil, explica, es posicionar el producto propio: “Lo que lleva más tiempo es la parte de estar en las tiendas, porque hay que trabajar con agencias y distribuidores”. De momento, cuenta que se han puesto como objetivo llegar a las tiendas del mercado alemán y francés antes de 2025.

Después de un Erasmus, una abuela con buen gusto y unos Juegos Olímpicos, a Bernárdez el futuro se le antoja favorable: “Esto de las marcas es muy lento, pero esperamos que la empresa termine de explotar el año que viene para poder crecer e invertir”, concluye.

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