La libertad en un panel solar junto a una hidrogenera
Descarbonizar sin sacrificar competitividad, algo solo posible con soberanía energética que nos libere del poder, o el chantaje, ajeno. Cómo pueden ayudar las renovables desde el tejido (y el tejado) industrial
Si la energía es la sangre de la economía, depender de fuentes ajenas, y no digamos ya hostiles, es como depender de una transfusión. Vivir de prestado, de gas ruso o argelino, de electricidad nuclear francesa, de petróleo de donde sea.
Europa proyectaba su transición energética enfocada en la lucha contra el principal enemigo, el cambio climático. Pero tanto el despegue de la inflación como el conflicto ucraniano ponen el foco en otro factor vital para descarbonizar a largo plazo: la debilidad extrema que implica depender de rivales como Rusia. Y el contrasentido de financiar su fortaleza.
A 2.400 kilómetros de Kiev, la Zona Franca de Barcelona se va cubriendo con paneles solares y ha estrenado el primer surtidor de uso público de hidrógeno (H2) verde en España. De repente la guerra de Ucrania multiplica el valor estratégico de ambas tecnologías para la soberanía energética de ciudad, región, país y continente. Veamos.
Sostenibilidad competitiva
Antes, recuperar soberanía energética era una consecuencia de instalar renovables para producir en casa, pero ahora el disparate de los precios energéticos hace de esa independencia no solo una consecuencia sino además una condición previa. Más soberanía significa más control sobre el precio, y el control del precio protege la competitividad empresarial de la que salen los recursos para financiar la transición renovable. Estos días parpadea como un neón un titular impensable: la muy verde —y dependiente de Rusia— Alemania bate récords de emisiones por recurrir al carbón para generar electricidad.
Proyectar nuevas formas verdes, de proximidad y renovables de producir energía no solo es bueno para el planeta, sino para los derechos humanosEloi Badía, concejal de Emergencia Climática y Transición Ecológica del Ayuntamiento de Barcelona
Por lo tanto, esa necesidad de soberanía desde la Unión a la última pyme hace estratégicos, aún más, proyectos renovables como las instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo en las empresas de la Zona Franca o la hidrogenera que surte a los autobuses de TMB (Transportes Metropolitanos de Barcelona), pronto podría alimentar un tren y sienta las bases para otros usos industriales.
“La dependencia de combustibles fósiles nos conduce inevitablemente al encarecimiento de la producción, pero también a conflictos geopolíticos para obtenerlos. Ucrania es solo un ejemplo de las consecuencias de depender de un producto escaso y mal distribuido. Por eso proyectar nuevas formas verdes, de proximidad y renovables de producir energía no solo es bueno para el planeta, sino para los derechos humanos”, explica Eloi Badia, concejal de Emergencia Climática y Transición Ecológica del Ayuntamiento condal, que comparte con el Consorci de la Zona Franca de Barcelona (CZFB) el convenio, firmado en noviembre, para promover el autoconsumo que recorte el uso de combustibles o electricidad de origen fósil.
Motivación para sumarse
El incentivo es básico en economía, también en el convenio cuando reduce impuestos como el de Bienes Inmuebles o Actividades Económicas a las empresas, estudia caso por caso, facilita asesoría técnica y económica, simplifica los trámites de instalación e incluye una cláusula de autogeneración en los contratos de las compañías que quieran instalarse en la Zona Franca.
Despliega además una figura que Europa considera clave en la transición: las comunidades energéticas de todos los actores implicados, desde administraciones y sector privado a investigadores, inversores y asociaciones ciudadanas. De hecho esa autogeneración fluye de lo individual a lo colectivo, puede compartir el excedente de energía entre empresas vecinas.
Bien estudiadas y bien utilizadas, las energías renovables jamás serán un inconveniente para nuestro beneficioGabriel Canela, fundador de Transportes Internacionales Inter Tir S.L
“El consumo energético siempre ha sido uno de los principales gastos industriales. Mediante la transición renovable, las compañías tendrían menos dependencia de suministros externos con precios cada vez más altos e imprevisibles, lo que implicaría un mayor margen de beneficios. Necesitamos grandes cambios para frenar el daño medioambiental, por ejemplo que las fuentes renovables tiendan a ser mayoritarias en la industria”, explica Pere Navarro, delegado especial del Estado en el CZFB.
En este sentido, la autogeneración implica una doble soberanía. Por su contribución a la del país y la Unión, pero además porque aísla a la propia empresa de las sacudidas del mercado. Algunas firmas especialistas en autogeneración calculaban entre un 15% y un 30% el ahorro para una empresa media con una instalación de 600 kW a 1 MW. Antes de la actual tormenta eléctrica.
Los paneles solo cubren una parte del consumo, especialmente en las industrias electrointensivas, y la producción masiva y barata de H2 verde tiene mucho que madurar, pero el alza de los precios de energía fósil, que podría prolongarse más allá de lo rezado, hace a ambos más competitivos.
Retorno y expansión
Apenas unos meses atrás se calculaba en unos cinco años la amortización media de una instalación de autoconsumo, “pero con el precio actual de la energía puede rondar los tres años, lo que supone una inversión muy beneficiosa”, señala Badia. Dicho de otra forma, las cubiertas de las naves —esa otra Zona Franca obviada a unos metros por encima de la Zona Franca— se revaloriza como activo. Quien dice cubiertas dice pérgolas en parkings, y quién dice Zona Franca dice cualquier otro espacio industrial del país.
El hidrógeno verde es el complemento perfecto para la electrificación del transporte pesado y de viajeros, también para sus usos industriales reemplazando al hidrógeno grisMillán García-Tola, director global de Hidrógeno Verde de Iberdrola
Hablamos de una política de Estado desde que se aprobase la Ruta del Autoconsumo en España con el plan de escalar desde los 1.000 MW instalados a finales de 2021 a los 9 GW en 2030, sumando uso doméstico, industrial y comercial. Sin embargo, algunas organizaciones como Fundación Renovables sostienen que alcanzar 14 GW en 2025 (el 7,3% de la demanda energética nacional) es factible. Según Badia, solo el área metropolitana de Barcelona ofrece superficie industrial suficiente para unos 1.600 MWp (megavatios pico).
“Aparte del ahorro ecológico, esperamos que el autoconsumo también nos aporte ahorro económico —apunta Gabriel Canela, fundador de Transportes Internacionales Inter Tir S.L., una de las empresas de la Zona Franca sumadas al convenio—. Bien estudiadas y utilizadas, las energías renovables jamás serán un inconveniente para nuestro beneficio. Al contrario, a través de las personas y del uso racional y bien asumido de todos los elementos, llega la competitividad. No pensamos que las energías renovables hayan llegado ni mucho menos a su cima tecnológica”.
Gestión inteligente y replicación
Algunas de esas empresas van más allá del autoconsumo. Por ejemplo Wallbox aprovecha su know how en cargadores eléctricos y no solo instala paneles en la factoría de la Zona Franca —alcanzará 900 kWp y los superará con creces en la nueva planta en construcción—, también complementa generación con gestión para compensar la principal carencia de las renovables: la dependencia de las condiciones climáticas, que es la cara B, o la cruz, de su promesa de independencia energética.
Mediante la transición renovable, las compañías tendrían menos dependencia de suministros externos con precios cada vez más altos e imprevisiblesPere Navarro, delegado especial del Estado en el Consorci de la Zona Franca de Barcelona
Su sistema de gestión inteligente almacena el excedente en baterías estacionarias y en las de los vehículos eléctricos de su flota. “Esa energía generada en las horas de coste más bajo la consumimos cuando el precio de la electricidad está disparado en las horas pico. Medidas así suponen un enorme alivio en contextos tan difíciles como el actual”, explica Daniel Utgés, director de Gestión Energética de Wallbox.
¿Y si la autogeneración colonizase la ciudad desde las plantas industriales? “Queremos ser un laboratorio urbano para que la industria 4.0 pruebe sus avances tecnológicos en las calles”, apunta Badia. “Por ejemplo el proyecto piloto, que podría replicarse por toda Barcelona o por el planeta, de pavimento solar en el Parque de Glòries. Con apenas 50 metros cuadrados genera energía suficiente para abastecer a tres familias”. Tres familias soberanas.
El valor práctico y simbólico de una hidrogenera
Hace apenas un año, la Agencia Internacional de la Energía calculaba que producir un kilo de H2 verde (con electricidad de origen renovable) costaba entre dos y tres veces más que uno de gris (producido con gas natural). Aún no existen estudios para recalcular ese coste con las tarifas del gas por las nubes, pero es razonable pensar que se ha reducido. Es decir, la crisis energética acelera su viabilidad para la independencia energética. No solo por su uso como combustible directo, sino como almacén a gran escala y largo plazo de electricidad renovable —su gran hándicap hoy por hoy—, en forma de combustible directo, en pilas de combustible que actúan como baterías al convertirlo de nuevo en electricidad, o como ingrediente para fabricar biocombustibles y combustibles sintéticos.
De ahí la importancia no solo práctica sino simbólica de la primera hidrogenera de uso público de España instalada en la Zona Franca de Barcelona, que ya alimenta autobuses urbanos y prueba con un tren. “Demuestra que es el complemento perfecto para la electrificación del transporte pesado y de viajeros, también para sus usos industriales reemplazando al hidrógeno gris”, como en la fabricación de fertilizantes, explica Millán García-Tola, director global de Hidrógeno Verde de Iberdrola, la compañía que en convenio con el CZFB gestiona el surtidor.
En el sector industrial, la virtud está en la escala. La mayor rentabilidad del H2 Verde permitirá más proyectos, más proyectos suponen más reinversión en I+D, y ese desarrollo tecnológico permitirá más eficiencia para la producción masiva. “Los fabricantes de equipos, electrolizadores sobre todo, pero también otros como compresores o almacenamiento, han de desarrollar sus capacidades”, prosigue García-Tola. “Los costes de los equipos deben bajar, y esto se conseguirá con el aumento de escala, pero también con la aparición de nuevos suministradores que estimularán la competencia. Y la convocatoria de ayudas para el desarrollo de la cadena de valor, junto con la construcción de más proyectos, ayudarán a reducir los costes sin duda”.