La economía que espera al nuevo Gobierno: la reactivación coge vuelo pero con riesgos en el horizonte
Una docena de indicadores apuntan con claridad hacia un acelerón del PIB, pese a las incertidumbres relacionadas con las nuevas variantes del coronavirus
Hace solo unos meses estudiar los principales indicadores económicos era como estar ante un cuadro de El Bosco con resaca: el Gran Confinamiento dejó un hundimiento del consumo y la inversión, miles de despidos, cierres de empresas, más desigualdad y un memorial de daños que no cabría en una sábana de matrimonio, a pesar de las ayudas del Estado. ...
Hace solo unos meses estudiar los principales indicadores económicos era como estar ante un cuadro de El Bosco con resaca: el Gran Confinamiento dejó un hundimiento del consumo y la inversión, miles de despidos, cierres de empresas, más desigualdad y un memorial de daños que no cabría en una sábana de matrimonio, a pesar de las ayudas del Estado. Eso empezó a cambiar en primavera. Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos: el incipiente rebote primaveral llegó con la mejoría de los datos de contagio, pero estaba seriamente ensombrecido por una lasaña de riesgos. Sobre todo sanitarios: ese cuándo terminará esto que aún hoy nadie es capaz de responder sin titubeos. La economía española ha aprendido a convivir con las dudas y ha ganado vuelo en las últimas semanas. Los riesgos no se han materializado, o al menos no del todo. Y el rebote aún no se puede llamar recuperación —los niveles de PIB precrisis están lejos—, pero España aprieta los dientes camino de una reactivación vigorosa, con tasas de crecimiento en el entorno del 6% tanto este año como en 2022, cifras de posguerra tras el castañazo del 11% en 2020.
Ese es, grosso modo, el escenario económico al que se enfrenta el Gobierno recién remodelado por Pedro Sánchez, con Nadia Calviño reforzada como vicepresidenta primera con un triple objetivo: tratar de sacar partido político de la mejoría económica en esta segunda mitad de la legislatura, cuidar la relación con Bruselas sobre los multimillonarios fondos europeos y las difíciles reformas asociadas, y preparar la presidencia española de la UE, prevista para 2023 —año presuntamente electoral— y negociaciones cruciales para España como la relativa a la reforma de la política fiscal del euro. Goldman Sachs apunta en un análisis reciente que las cosas pintan bien, pero añade que el principal riesgo es la “inestabilidad política”, ese estado de crispación permanente que se asocia a la política española en los últimos tiempos. Las incertidumbres coronavíricas también siguen ahí, de cara a un verano fundamental para reforzar el perfil ascendente del PIB. Si nada se tuerce, la economía va camino de alcanzar una velocidad de crucero notable: crecerá por encima del citado 6% este año, aunque la recuperación sea aún asimétrica e incompleta, como en todas partes; y, de la mano de la vacunación, se asentará definitivamente en 2022, con pronósticos que rondan también el 6%, según los números del Gobierno, la Comisión Europea, el FMI y el Banco de España.
“El crecimiento económico estabiliza las democracias” y diluye riesgos de todo tipo, según el último ensayo del politólogo José María Maravall. Las estadísticas son espejismos organizados, pero aun así hay que hacerles preguntas a los datos. Y las respuestas, hoy por hoy, son decididamente optimistas —a pesar de los riesgos―. En el país con las tasas de paro más altas del Atlántico norte la variable clave es el empleo, y el empleo aceleró en mayo, junio y sobre todo en julio, con las mejores tasas de reducción del paro en 25 años. El mercado de trabajo español es la gran anomalía de la crisis: esta vez el desempleo no se ha ido al 25%, como suele ser habitual en las grandes perturbaciones. Y aun así hay un millón de empleos menos que antes de la pandemia: esa, junto con el alza de la desigualdad y la pobreza, es por ahora la cicatriz económica más profunda que deja el coronavirus.
El estado de ánimo de la economía es expansivo. Y, paradójicamente, también asustadizo: la inseguridad, la incertidumbre, la vulnerabilidad y la inquietud siguen ahí, son las mordeduras propias de esta época miedosa. Pero los datos cuentan historias, y a pesar de sus limitaciones expresivas las estadísticas evidencian la creciente altura del rebote. Los índices de sentimiento económico, empresarial y del consumidor están en máximos. Las exportaciones, el empleo, la creación de empresas, la producción industrial, la actividad del sector servicios, la movilidad, la construcción, las compras con tarjeta van al alza: hasta una docena de indicadores, incluso los relacionados con el turismo, señalan claramente hacia arriba. Tras una recaída en el primer trimestre por la enésima ola covid y los estragos de Filomena, la reactivación del PIB se rearmó entre abril y junio, con tasas que pueden llegar a rozar el 3%, y lo normal es que la economía coja mucha más velocidad a lo largo del verano para llegar a crecer ese 6% anual. “Pero estos tiempos son cualquier cosa menos normales”, advierte la economista Alicia García Herrero, de Natixis, con la variante delta en mente.
“Toda predicción se sostiene secretamente en el deseo”, dice el politólogo Manuel Arias. Y los pronósticos económicos no son una excepción: dependen de la virulencia de las mutaciones de la covid-19, y en particular de la citada variante delta, que empieza a provocar quebraderos de cabeza en toda Europa. “El principal riesgo era y es que las mutaciones obliguen a volver a ciertas medidas restrictivas”, apunta Carlos Martínez Mongay, ex director general adjunto de la Comisión Europea. Y tanto los casos positivos como las restricciones van al alza en toda la UE —pésimas noticias para el turismo—, aunque la mortalidad en el Reino Unido (que lleva varias semanas de adelanto en el impacto de esa variante delta) se limita al 0,1%, similar a la de una gripe estacional. La recuperación parece imparable porque a pesar de ese repunte hay un estado mental de confianza: los animal spirits son un punto más risueños. Y aun así la media docena de expertos consultados pone una nota de contención ante el largo adiós de la covid. “Es probable que la economía tenga que adaptarse a operar con restricciones durante mucho tiempo, y eso no favorece precisamente a España. El verano sigue siendo clave. El turismo pesa el 12% en el PIB. Pero España cayó más por el peso de los servicios y el comercio de proximidad, y por la misma razón va a crecer mucho más si las cosas no se ponen feas”, explica Ángel Talavera, de Oxford Economics.
Para que el rebote termine de asentarse hay que poner la lupa en cinco factores, según fuentes del Banco de España. Uno: la efectividad de las vacunas frente a nuevas variantes. Dos: las implicaciones de la situación sanitaria para el turismo (el banco central pronostica que el gasto turístico alcanzará este año el 50% del nivel precrisis, el 80% en 2022 y el 100% en 2023). Tres: la evolución del consumo, con la posibilidad de que el rebote se vaya aún más arriba si el ahorro embalsado (en torno al 15% de la renta disponible, una cifra estratosférica) se filtra a la economía, algo que ya empieza a suceder. Cuatro: la llegada de los 140.000 millones de fondos europeos, que pueden aportar casi dos puntos de PIB al año hasta 2023. Y cinco: habrá que ver cuál es el deterioro del tejido productivo cuando el Estado retire las ayudas y se vea quién estaba nadando desnudo. “Es muy fácil: no hay que retirar las muletas bajo ningún concepto hasta que la economía pueda correr sin ellas. Los ERTE son la mejor noticia de esta crisis: junto con las líneas de liquidez han permitido suavizar el impacto. Pero las ayudas directas a empresas no han llegado aún y otras medidas se han aplicado tarde y mal. El Ministerio de Economía ha sido excesivamente timorato”, critica Juan Moscoso, de Deusto. “Uno de los Gobiernos más a la izquierda de Europa ha aplicado la que quizá sea una de las políticas económicas más ortodoxas”, reprocha.
“En todas partes se producían cambios y la gente comprendía que estaban llegando tiempos difíciles como un frente lluvioso”, escribía John Lanchester en Capital, una de las novelas que mejor contaron la Gran Recesión. Aquella crisis dejó en España profundas heridas, y una reconversión industrial en la construcción. “El Gran Confinamiento traerá transformaciones más profundas en muchos sectores, y probablemente una reconversión de primer orden en el turismo”, vaticina Raymond Torres, de Funcas. Se avecinan dos años relativamente apacibles si el virus no depara sorpresas adicionales. Las curvas volverán a partir de 2022: “Entonces veremos si hemos hecho las reformas como es debido, y cómo hemos gastado los fondos europeos. Y se abrirán dos debates clave para España, sobre la retirada de estímulos del BCE y sobre la reforma de las reglas fiscales europeas”, cierra Torres. Una de las peores noticias que deja la covid es una deuda pública en torno al 125% del PIB. Bruselas y Fráncfort han actuado esta vez de manera muy distinta a la cura de austeridad de hace 10 años, pero el regreso de los halcones (las visiones más ortodoxas en política fiscal y monetaria) es una de las incógnitas: la salud económica de la Italia de Mario Draghi y la España de Pedro Sánchez, con ese Gobierno remozado para la segunda parte de la legislatura, depende de cómo se gestione ese “frente lluvioso” del que habla Lanchester para no acabar, de nuevo, como un cuadro de El Bosco.