Larga cuenta atrás para el fin del líbor
La banca internacional se enfrenta a un enorme reto para sustituir el índice de referencia de millones de préstamos
Ocurrió en 1969, el mismo año en que el hombre llegó a la Luna y en que el Concorde superó la barrera del sonido. Minos Zombanakis, un brillante ejecutivo griego sin títulos académicos que hizo carrera en Wall Street, concibió un sistema de préstamo en el que varios bancos se aliaran para dejar dinero a otros bancos a un tipo de interés que cambiaría en función de las condiciones del mercado. Esa idea, que le asaltó en una recepción en Londres con el Banco Central de Irán, fue el germen de una herramienta que durante medio siglo ha ayudado a financiar millones de proyectos y por la que Zombanakis —que falleció hace dos años— es recordado.
El líbor (London InterBank Offered Rate) tiene una larga historia de éxitos y también sonoros fracasos, como la investigación criminal que tras la crisis de 2008 llevó a la cárcel a unos cuantos ejecutivos y obligó a bancos como UBS o Barclays a pagar multas multimillonarias por manipularlo a su favor. Su actual dueño y emisor, ICE Benchmark Administration Limited, una empresa con sede en Delaware (EE UU), estuvo buscando un sustituto ante la presión internacional para que no se repitiesen estos episodios, pero el consenso mundial ha condenado al líbor a pasar a mejor vida, algo que ocurrirá el 31 de diciembre de 2021, aunque para algunos préstamos denominados en dólares podría extenderse al verano de 2023.
El problema trasciende al propio líbor y tiene que ver con la gobernanza del sistema de cálculo de los índices y el riesgo de manipulación. El líbor se determina a partir del interés de las operaciones diarias de préstamos sin garantía que hacen los bancos entre sí. Tras la crisis, las entidades financieras empezaron a perder la confianza unas en otras, y eso significó el fin paulatino de esta operativa, lo que también afectó a otras referencias que, como el euríbor, fueron reformadas. Esta última utiliza ahora un sistema híbrido “basado en operaciones reales cuando las hay, y, cuando no, con un sistema en cascada (waterfall) que tiene un segundo nivel donde se utiliza como referencia el histórico de las operaciones y un tercer nivel donde entran determinadas referencias de mercado no apoyadas por operaciones reales”, explica una fuente financiera. “Actualmente un porcentaje altísimo de días, los índices se publican basándose en ese nivel tres”, añade, lo que desvirtúa su propia naturaleza.
“En la banca minorista española su desaparición apenas tendrá impacto”, responden las entidades consultadas, que recuerdan que en este país la mayoría de las hipotecas están referenciadas al euríbor. El Banco de España asegura que no tiene datos sobre cuántos contratos lo fijan como referencia, aunque la asociación Asufin sospecha que pueden ser hasta 70.000 las hipotecas multidivisa con el líbor como guía. Su presidenta, Patricia Suárez, ha presentado esta semana una reclamación ante la CNMV y el Banco de España en la que expone que al menos 10 bancos tienen actualmente hipotecas multidivisa. La CNMV ha enviado una comunicación instando al sector a negociar esos contratos para sustituir el líbor por un índice equivalente. Pero no es algo tan sencillo.
Los préstamos nuevos ya incluyen en sus cláusulas contractuales un plan b, un índice de respaldo al que acudir si falla el primero, pero los más antiguos carecen de esa salvaguarda y negociar uno por uno cientos de miles de acuerdos —el líbor se utiliza en mercados de bonos y derivados, donde se mueven billones de dólares— no parece una gran idea. Por eso JP Morgan, Credit Suisse o Deutsche Bank estallaron alertando de una catástrofe si el líbor se prohibiese abruptamente. En España Asufin ha analizado las escrituras de las hipotecas multidivisa de varios bancos y concluye que el escenario es realmente incierto. “En el caso de entidades dentro del grupo del Banco Popular no se prevé ningún índice sustitutivo”. El mismo resultado se da para los clientes del Banco Sabadell. Caixabank, según los contratos analizados por la asociación, optaría por un índice similar pero no aclara cómo se seleccionaría, mientras que otras entidades como Bankinter, Banco de Valencia, Bankia o Ibercaja, “se refieren a un índice alternativo que el banco pueda obtener en el mercado para plazos día a día o similar”. La mayor concreción la encuentran en los contratos del Banco Santander o Deutsche Bank, que establecen un índice alternativo “que vendrá determinado por uno o varios bancos londinenses”. También creen preocupante que algunas entidades recuerden que se podría aplicar la cláusula de vencimiento anticipado en caso de no llegar a un acuerdo o por imposibilidad de establecer un índice alternativo.
Precisamente por ello la Unión Europea ha aprobado un mecanismo que permitirá a la Comisión designar un sustituto para esos casos, sin que todavía se haya determinado cuál será. “El euríbor podría ser un buen sustituto [para los créditos en euros]. Para los préstamos en libras está el Sonia, y para el franco suizo y el yen hay índices a corto plazo respaldados por sus bancos centrales. Pero en el caso del dólar el problema es más gordo”, advierte otra fuente financiera. Las autoridades anglosajonas tienden a los risk free rates, tipos de interés libres de riesgo (teóricamente). El que más gusta para los préstamos en dólares es el SOFR, una tasa respaldada por títulos que emite la Reserva Federal, pero que se publica a un día, y no serviría para contratos que tengan referencias a seis meses o un año como ofrece ahora el líbor. De modo que al SOFR se le busca un ajuste, y en esto están las autoridades monetarias. Mientras, el reloj para la cuenta atrás del líbor sigue corriendo.
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