La batalla que unió a emprendedores y ‘makers’
Han coordinado gestiones internacionales, tejido redes de miles de inventores o diseñado material sanitario desde casa. Gabriel Iglesias, Esther Borao y Miquel Giménez, todos participantes del programa Explorer de Banco Santander, son algunos de los jóvenes españoles que han impulsado la lucha tecnológica contra la Covid-19
Conseguir cañones de ozono para desinfectar UVIs móviles, diseñar ventiladores sanitarios de emergencia o hacer llegar 840.000 pantallas protectoras a hospitales de todo el país. Son solo algunos de los logros que han cosechado iniciativas solidarias impulsadas por jóvenes emprendedores españoles durante la crisis de la Covid-19.
Entre ellos figuran Gabriel Iglesias García del Castillo, coordinador de la plataforma de start-ups Acción Explorer; Esther Borao, una de las creadoras de la red tecnológica open source Coronavirus Makers; o Miquel Giménez, un ingeniero que ha automatizado ventiladores manuales desde su casa con el fin de aliviar la carga de trabajo a médicos y enfermeras.
Además de sobresalir en sus respectivos campos y haber puesto sus conocimientos de forma altruista al servicio de los demás, los tres comparten otro rasgo en común. Todos han sido participantes en los tres últimos años del programa de emprendimiento universitario Explorer de Banco Santander, enmarcado en la iniciativa global Santander X, con el que la entidad lleva diez años apoyando el talento, proporcionando formación y facilitando recursos a universitarios con ideas de alto impacto social.
Juntos en Silicon Valley
Gabriel Iglesias García del Castillo, de 22 años, fue uno de los ganadores locales de la edición de Explorer 2019 gracias a su proyecto WITE, una escuela de equipos de innovación sin profesores ni horarios, basada en el peer to peer, la gamificación o el learning by doing. Esto le permitió viajar a Silicon Valley el año pasado y conocer a otros 50 emprendedores de España, Portugal y Latinoamérica, participantes del programa como él, con los que tejió una red que reactivó hace mes y medio para luchar contra el coronavirus.
Así nació Acción Explorer, un movimiento solidario que aglutinó el talento de muchos de los que coincidieron en aquella experiencia californiana. “Éramos todos jóvenes que estaban montando start-ups y aquel viaje nos unió, así que, cuando empezó el confinamiento, propuse hacer algo a través del grupo de comunicación que teníamos en común”, cuenta Iglesias, uno de los responsables de que prendiera esta chispa.
“Estando tan formados, la mayoría sentíamos que teníamos cierta responsabilidad y que no podíamos escaquearnos. Como emprendedores, sabíamos además que éramos capaces de aportar soluciones”, cuenta sobre un potente grupo en el que hay físicos cuánticos, programadores, ingenieros, médicos o personas dedicadas al ámbito social. Aquella unión, que fue creciendo en la distancia a través de herramientas como Slack, Miro, Drive o Zoom, acabó alumbrando cuatro grandes proyectos.
Cooperavirus.com, dedicado a sanidad, abrió canales de comunicación entre hospitales, comunidades autónomas y nuevos proveedores de material sanitario en el momento en el que más difícil era conseguirlo. Llamaron a las puertas de China, pero también a las de muchas empresas españolas que podían ayudar y en las que nadie había reparado, desde bodegas a refinerías. En total, facilitaron que 27.300 guantes, 18.300 batas, 10.000 mascarillas, 2.500 hisopos o 28 cañones de ozono llegaran a su destino.
Desde Acción Explorer se gestó también dondedescanso.com, una plataforma colaborativa elaborada por y para camioneros en ruta durante el estado de alarma; trabajotemporeros.com, un portal de empleo para trabajadores del campo que ya suma 20.000 usuarios; y @quetequedesTV, un canal de Instagram que ofrece conciertos, contenidos de ocio y entrevistas a emprendedores que comparten sus procesos de ensayo-error.
El código abierto, clave para socializar el conocimiento
En paralelo, otra gran iniciativa solidaria echaba a andar desde Zaragoza. El 12 de marzo, cuando los telediarios ya recogían lo que estaba pasando en Italia y los hospitales españoles presagiaban que no iban a tener suficientes respiradores, Esther Borao, directora del Instituto Tecnológico de Aragón, creó el grupo de Telegram que luego daría origen a Coronavirus Makers, una enorme red de voluntarios dispuestos a crear material sanitario de emergencia en código abierto.
Médicos, diseñadores o ingenieros respondieron enseguida, pero sobre todo la comunidad maker española. O lo que es lo mismo, las “personas que disponen de una impresora 3D y que están dispuestas a aprender, crear y compartir lo que saben”, en palabras de Borao. Se organizaron para fabricar lo que fuera necesario desde sus casas. “En 48 horas, ya éramos 900; en diez días, 10.000; y en dos semanas, más de 16.000”, relata esta ingeniera industrial de 32 años y brillante carrera, que participó, junto a MakeroniLabs, en el programa Explorer 2017 con The Ifs, un proyecto con robots para enseñar a los niños a programar.
Pronto hubo que dividir el gigantesco grupo en especialidades y territorios para que resultara operativo, así como poner en común el conocimiento generado para que la rueda siguiera girando. Gran parte de ese trabajo de organización y divulgación corrió a cargo de investigadores como el cofundador de Arduino David Cuartielles o el podcaster especializado César García, entre otros muchos.
El ingeniero informático Marcos Castillo, por ejemplo, presente en este proyecto desde el origen, impulsó desde Oviedo la creación del respirador autónomo open source Reesistencia, un prototipo que se ha liberado y que está siendo replicado en Francia, Canadá, Brasil, México, Colombia, Panamá, Senegal o Kenia.
“Coronavirus Makers es una iniciativa ciudadana que surgió para aliviar la falta de respiradores. Yo solo puse la semilla y germinó gracias a cada persona que quiso ayudar”, resume para explicar cómo creció la ola y luego se organizó en múltiples nodos y actividades. “Ha tenido algo de mágico”, reflexiona Borao, que continúa vinculada al proyecto a través del Instituto Tecnológico de Aragón, donde hoy se montan y distribuyen viseras o hace un mes se probaban respiradores, como el diseñado por Jorge Cubelles con BSH, ya en fase clínica.
Hasta la fecha, el proyecto ha donado más de 840.000 pantallas protectoras o 236.00 salvaorejas. “Gracias a Dios, cada vez hacen falta menos, pero, si alguna vez ocurre algo, la experiencia nos ha demostrado que sabemos innovar y ser ágiles. La sociedad está ahí ayudando y resolviendo retos cuando se la necesita”, afirma.
Montar un ventilador como un mueble de Ikea
Algo parecido debió de pensar en su casa Miquel Giménez a principios de abril. El día 2, España registró 950 muertos por coronavirus en solo 24 horas y alcanzó el pico de la curva. El hospital de Ifema llevaba apenas una semana en funcionamiento y las UCI estaban desbordadas. Fue por entonces cuando este joven ingeniero catalán de 24 años comenzó a diseñar un dispositivo para automatizar los ventiladores manuales con los que se asistía a los enfermos. En diez días tuvo listo el primer prototipo.
“Todo lo hice con materiales que tenía a mano”, relata Giménez, que además de diseñar el aparato, fabricó él mismo las piezas ayudándose de una impresora 3D, también creada por él. La idea se le ocurrió al ver una foto en Twitter que mostraba a un sanitario ayudando a respirar a dos enfermos a la vez. Si un ambú (Airway Mask Bag Unit, por sus siglas en inglés) es una bolsa autoinflable con la que se insufla aire a los pacientes ejerciendo presión con los dedos, el médico de la imagen tenía una en cada mano.
“Pensé que se trataba de una tarea fácil de automatizar y que, si lograba que el ambú funcionase solo, ese sanitario podría dedicarse a otras tareas o a atender pacientes en estado más crítico”, explica Giménez, que ahora está perfeccionando su creación a partir de sugerencias de médicos y enfermeras.
“Antes de empezar el proceso de homologación, quiero incorporarle un censor de presión a la salida, para que la presión de aire que entre en los pulmones sea la adecuada y pueda autorregularse. Y también simplificar los mandos, para que usarlo resulte más sencillo”, cuenta. En su currículo de emprendedor también figura Thumblock, un candado biométrico que se desbloquea con la huella dactilar y que le permitió participar el Programa Explorer 2017 de Banco Santander y ser reconocido por su proyecto.
Su nuevo dispositivo no está pensado para sustituir a los respiradores o ventiladores sanitarios industriales, sino como un material complementario para ayudar a los pacientes menos críticos en hospitales saturados, indica Giménez, en la actualidad estudiante del Máster de Ingeniería Industrial de la Universidad Politécnica de Barcelona. “Es rápido y fácil de producir, además de barato”, precisa. “Una vez tienes el diseño, lo puede hacer cualquiera, ya que está pensado para que pueda montarse sin máquinas especiales, como si fuera un mueble de Ikea”.
Mentes brillantes con conciencia
Decenas de jóvenes emprendedores de diferentes rincones del mundo formados en el programa Explorer, que promueve Banco Santander a través de Santander Universidades, han paralizado sus proyectos personales o los han transformado para poner su tiempo y su talento al servicio de la búsqueda de soluciones que ayuden a amortiguar el impacto de esta crisis sanitaria en la sociedad. La lista completa de iniciativas, entre las que figuran, por ejemplo, una herramienta para comprar cupones destinados a ayudar al pequeño comercio o una experiencia de realidad virtual para explicar a niños y niñas en qué consiste la Covid-19, puede consultarse aquí.