Energía para una geopolítica inflamable
El mercado del GNL, que ya supone el 10% del suministro mundial de gas, se convierte en el escenario de una nueva guerra fría entre Estados Unidos y Rusia
Donald Trump parece dispuesto a desmantelar todas las políticas medioambientales de su antecesor en la presidencia, pero si hay algo de esa herencia que no solo no prevé hundir sino potenciar es la industria gasista. El sector del gas de esquisto, impulsado por Obama para reducir la dependencia energética exterior de EE UU, es el factor que está impulsando la revolución del gas y todo un nuevo paradigma geoestratégico. Es tal el auge de la producción mediante fracking (fractura hidráulica) que el país se encamina a subirse al podio de los mayores exportadores de gas junto a Qatar y Australia. Y este exceso de combustible convertido en GNL (gas natural licuado) es el que está revolucionando el mercado mundial del gas, donde EE UU y Rusia han comenzado a librar una nueva guerra fría con envíos estadounidenses que han llegado a los puertos de Polonia y Lituania y cargas rusas que han arribado a España.
“El mercado del gas nunca ha sido tan global como ahora. El gas de esquisto, el desarrollo de las infraestructuras de GNL y el aumento de la interconectividad de los oleoductos son las tres patas en las que se sustenta esta revolución”, dijo Agnis Griga, autora de The New Geopolitics of Natural Gas, durante la presentación de su libro en el Consejo Atlántico — think thank del que ella es miembro— el pasado 12 de septiembre en Washington.
Moscú ha sido el que mejor ha usado la energía como arma geopolítica en la historia
Grigas comentó en ese acto que Trump ha llevado a los representantes de grandes empresas exportadoras de GNL en sus viajes a Asia ante el creciente consumo de esta energía en la región, sobre todo en China, y como herramienta para incrementar la influencia estadounidense en la zona. Aunque EE UU exporta GNL solo desde la planta de licuado de Cheniere en Sabine Pass (Texas), tiene otras cinco plantas en construcción que empezarán a funcionar entre este año y el que viene. Cuando estén operativas, EE UU podría fletar hasta 311 millones de metros cúbicos por día, una cifra que es más de siete veces la capacidad de carga de los casi 300 buques metaneros existentes. Hay más de 120 navíos en construcción para adecuar la flota al aumento de la demanda.
Ni lerdo ni perezoso, Vladímir Putin puso en marcha a finales del año pasado la planta de producción de gas natural de Yamala, en Siberia, con la que Rusia pretende duplicar la producción de GNL, actualmente en torno a los 14 millones de toneladas al año. En las próximas dos décadas pretende quintuplicar su producción para elevar del 4% al 15% su cuota en las exportaciones mundiales que hoy domina Qatar, con casi un tercio de las ventas globales. La mayoría de los cargamentos de Yamal van a Oriente; más concretamente a las plantas de regasificación de la china CNPC, que ha puesto un 20% del capital en el consorcio Yamal, cuyo accionariado lidera la rusa Novatek (50,1%) y completan la francesa Total (20%) y el fondo SRF, también chino.
Trump ha llevado a los jefes de las empresas exportadores de gas a sus viajes por Asia
Pero también la economía española se beneficiará de la puesta en marcha de la planta siberiana, que le suministrará hasta 3.200 millones de metros cúbicos al año, lo que equivale a más del 10% de la demanda anual. El primer envío ruso llegó en enero pasado a la terminal de regasificación de Reganosa, en la ría de Ferrol (Galicia), propiedad de Gas Natural Fenosa.
En el libro War by Other Means. Geoeconomics and Statecraft, sus autores, Robert Blackwill y Jennifer Harris, conceden a Rusia el liderazgo entre los países que mejor usan la energía en la geopolítica, poniendo por encima los objetivos nacionales de los beneficios de empresas como Gazprom, cuyo control es público. En su charla, Agnis Griga confirmaba que Moscú estaba dispuesto a vender el GNL a precio de coste para ganar influencia y que Washington también redobla todos los esfuerzos para ganar clientes que también serán aliados. “Sin duda este año veremos cómo se recrudece el pulso entre los productores de EE UU y los grandes exportadores de la OPEP [Organización de Países Exportadores de Petróleo], con una Rusia integrada de manera casi plena en el cartel petrolero”, afirma Gonzalo Escribano, director del programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano.
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