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Los móviles chinos Oppo asaltan el mercado español

El próximo desembarco la marca confirma el interés que despierta España en los ambiciosos procesos de internalización de las tecnológicas del país asiático

FOTO: Oppo es el cuarto mayor fabricante de teléfonos móviles del mundo, con más de 112 millones de unidades el año pasado. / VÍDEO: Así es el 'smartphone' OPPO R9s.Vídeo: Zigor Aldama

Ya es oficial: después de muchos rumores en los últimos meses, Oppo confirma su desembarco en España. “Todavía estamos trabajando en la estrategia de marketing para Europa, pero la apertura de la oficina en España ya está en marcha y las negociaciones con los canales de distribución se encuentran muy avanzadas. Así que podríamos abrir a mediados de año”, informa un representante de la marca. De esta manera, el cuarto mayor fabricante de teléfonos móviles del mundo —que vendió más de 112 millones de unidades el año pasado, según Gartner— regresa al viejo continente dos años después de su marcha.

En 2016, Oppo decidió cerrar sus operaciones en Europa debido a diferentes problemas, entre los que se encontraban complicaciones con la distribución (vendía online), el temor a litigios por patentes y unas modestas ventas que no justificaban los elevados recursos requeridos para exprimir un mercado tan complejo como el europeo. La empresa de ­Shenzhen decidió replegarse y centrar sus esfuerzos en explotar las gallinas de los huevos de oro del sector: India y el sureste asiático.

“Son mercados en vías de desarrollo más homogéneos y poblados que ofrecen un recorrido amplio porque aún no están saturados, crecen y cuentan con consumidores que se preocupan por la relación calidad-precio y que, en muchos casos, adquieren su primer móvil inteligente”, dice Katrina Li, jefe de Internacionalización de la marca, durante una visita a la principal fábrica de Oppo en Dongguan. Allí se fabrican también los terminales de las otras dos marcas que pertenecen al conglomerado BBK, OnePlus —cuya fortaleza reside en mercados más desarrollados— y Vivo —que comparte la estrategia de internacionalización de su hermana mayor—.

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La rápida adaptación que le otorga contar con fábricas propias y las campañas de marketing extremadamente agresivas que ha protagonizado, con grandes inversiones en publicidad y en patrocinios por toda Asia, han dado buenos resultados a la empresa: en India la firma cuenta ya con unos 70.000 puntos de venta, y durante el año fiscal 2017 sus ventas se dispararon un 750% en el mercado del gigante asiático, cuyo liderazgo ostentó por primera vez su más directo competidor, Xiaomi; en el sureste asiático, donde los carteles publicitarios de Oppo son omnipresentes, ya disfruta de casi el 17% de cuota de mercado. También se ha adentrado en Oriente Próximo y en África, y está presente ya en 31 países.

Con esa recién adquirida fuerza, ahora la marca sigue los pasos de Xiaomi, que ya tiene cuatro tiendas oficiales en España —tres en Madrid y una en Barcelona—, y certifica el interés de los fabricantes chinos de electrónica por España en su imparable proceso de internacionalización. Aunque quizá las razones de ese interés no sean especialmente halagadoras. “Es un país que está a caballo entre los que se encuentran en vías de desarrollo y los más desarrollados. La crisis económica ha golpeado con fuerza al poder adquisitivo de la población y eso la ha hecho más receptiva a los productos chinos que en otros países de Europa occidental, para cuyo mercado es una buena puerta de entrada”, explica un trabajador chino de una marca rival también presente en España que prefiere el anonimato.

“Sus palabras tienen reflejo en el auge de los comercios ‘online’ de importación paralela, especializados en la venta de aparatos de marcas chinas de bajo costo. De hecho, España es el segundo mercado más importante de Aliexpress -la rama internacional B2C de Alibaba-, y la semana que viene acogerá a otro gigante chino atraído por nuestro mercado: JD.com, principal rival de Alibaba y especializado en la venta de productos electrónicos. Pero este auge también se siente en los comercios tradicionales y en el ránking de los diez teléfonos que más se vendieron el año pasado en nuestro país: dos están fabricados por Huawei, y Xiaomi logró un puesto a pesar de que su aterrizaje en España se remonta solo al pasado mes de noviembre. “Perdura todavía cierto recelo hacia el ‘made in China’, pero desaparece en cuanto los usuarios prueban los productos. Es un proceso que se agudizará con el tiempo”, vaticina Li. En Xiaomi, el consejero delegadom Lei Jun, va incluso más allá: “Estamos democratizando la tecnología”, dijo durante uno de los lanzamientos de la marca en Pekín.”

Las armas con las que aterrizará Oppo son las mismas que las de Xiaomi, Meizu o Nubia: smart­phones con altas prestaciones y un diseño atractivo a precios notablemente inferiores a los de Apple, Samsung o Sony. Aunque la marca no lo confirma, es posible que se estrene con los dos últimos que ha presentado en Asia: el R15 y el F7. Ambos se lanzaron el mes pasado, pero el primero — buque insignia de la empresa— se desveló en China y el segundo, de gama media, debutó en India.

No esconden sus similitudes con el iPhone X y el Huawei P20, de los que adoptan la muesca de una pantalla casi sin bordes, y todo apunta a que serán también muy similares al próximo OnePlus 6. Pero la marca se defiende de quienes le acusan de copiar. “Oppo ha sido pionera en varias ocasiones: por ejemplo, inventó la cámara rotatoria para hacer selfies con el objetivo principal del teléfono, y ha desarrollado y mejorado sistemas que se están convirtiendo en estándares industriales”, apunta Li. Dos de los más exitosos en sus últimos modelos son el reconocimiento facial para desbloquear el terminal y la aplicación de la inteligencia artificial al software de retoque fotográfico. “Quien crea que China se limita a copiar, se equivoca. Los móviles son la punta de lanza para cambiar esa percepción en todo el mundo”, dice la la directiva.

Casos fallidos

Nadie sabe dónde está Jia Yueting. La pista del emprendedor se pierde en California y China reclama que regrese para dar explicaciones la bancarrota de su empresa tras un proceso de internacionalización fracasado. El fundador de LeTV, una de las principales plataformas de vídeo ‘online’ de China, creó LeEco para fabricar teléfonos móviles. Pero en febrero el grupo LeShi anunció pérdidas por unos 10.000 millones de euros y ya nadie quiere sus aparatos. Otro caso es el del fabricante de ‘smartphones’ Gionee que este mes despidió a la mitad de los trabajadores de su fábrica en Dongguan, en la que pensaba producir 100 millones de unidades al año.

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