Costa Rica: un caso de éxito
Su progreso se apoya en la inversión en energía limpia, el pago por servicios ambientales y la apuesta tecnológica


No acostumbro escribir sobre mi país, Costa Rica, pero la visita oficial del presidente Luis Guillermo Solís a España me sirve de pretexto para reflexionar sobre el modelo costarricense, y las lecciones que encierra para un mundo comprometido con una agenda universal de desarrollo inclusivo y sostenible.
Para muchos, el caso costarricense es un referente debido al extraordinario peso que ha tenido la política pública en la construcción del país que conocemos hoy: la democracia más antigua de América Latina, una sociedad pacífica y estable, con un desarrollo humano muy por encima de su ingreso, y un liderazgo ambiental reconocido en todo el mundo. Son muchos los factores que explican este desempeño. Uno de los más citados es la decisión de abolir el Ejército en 1948 y destinar a la inversión social el gasto que anteriormente se destinaba a las Fuerzas Armadas. Destaca también la educación gratuita y obligatoria desde 1869, las garantías sociales adoptadas en la década de los cuarenta, la creación del sistema de parques nacionales en los setenta y un largo etcétera.
Quisiera resaltar tres medidas que no reciben tanta atención, pero que son ejemplo de innovación en política pública, con beneficios para la sociedad, la economía y la actividad empresarial: la inversión pionera en energía renovable, el sistema de pago por servicios ambientales y la apuesta por la educación digital y la alta tecnología. Se estima que cuando se creó el Instituto Costarricense de Electricidad, en 1949, apenas un 15% del territorio nacional tenía cobertura eléctrica. Desde entonces, el país priorizó la inversión en plantas hidroeléctricas que permitieron aumentar dramáticamente la cobertura, sostuvieron la expansión económica de la segunda mitad del siglo XX y hoy nos posicionan a la cabeza de la generación de energías renovables en todo el mundo. El año pasado, Costa Rica acaparó titulares por lograr que el 100% de su electricidad proviniera de fuentes renovables durante más de 250 días, incluyendo energía hidráulica, geotérmica, eólica y biomasa. Aún dependemos de los combustibles fósiles para el transporte, una tarea pendiente que debemos abordar con urgencia, pero nuestro caso demuestra que la inversión sostenible no solo es ética, sino también rentable.
Cualquier persona que trabaje en política ambiental sabe que uno de los grandes desafíos es generar incentivos que resulten atractivos para el sector privado y para la ciudadanía. Recuerdo que hace 30 años, cuando trabajaba en el Ministerio de Hacienda, teníamos largas conversaciones sobre cómo idear mecanismos para que los pequeños y medianos agricultores dedicaran sus parcelas a la protección ambiental y a la reforestación. Fue una época de verdadera experimentación, de prueba y error, que culminó en la adopción de un sistema que compensa a los propietarios de bosques por el servicio ambiental que brindan. Así, Costa Rica superó la “tragedia de los comunes” y logró llevar la cobertura forestal del 21% en 1987 al 52% en 2016. La sumatoria de las medidas ambientales adoptadas por distintos Gobiernos y legislaturas permitió también el desarrollo del ecoturismo, una fuente de ingresos particularmente valiosa para las comunidades rurales y uno de los principales atractivos para los viajeros que nos visitan.
Finalmente, quisiera destacar la apuesta costarricense por la educación digital y la alta tecnología. Dos fuerzas coincidieron para permitir este resultado: del lado de la oferta, la introducción de la informática y el inglés en escuelas y colegios; del lado de la demanda, una serie de reformas regulatorias y fiscales que permitieron la histórica llegada de Intel al país, en 1997. Mientras otras economías se enfocaban en atraer industrias de maquila, la apuesta de Costa Rica le permitió insertarse en cadenas globales de valor y atraer inversión de mayor valor agregado. Para continuar por esta vía y hacer frente a la cuarta revolución industrial es necesario mejorar el ecosistema para la innovación y las inversiones, dar un salto en la economía verde y elevar la calidad de la educación.
Costa Rica está lejos de ser perfecta. Continúa enfrentando retos como la pobreza y la desigualdad, la inseguridad ciudadana, el rezago en infraestructura y competitividad, y una creciente desafección política; retos que sin duda ha abordado el Gobierno del presidente Solís. Pero aun frente a los desafíos, la trayectoria del país demuestra que los problemas no se superan con prodigios ni milagros, sino con claridad en los objetivos y compromiso político y ciudadano.
Rebeca Grynspan es la responsable de la Secretaría General Iberoamericana (Segib).
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