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Si quieres invertir en productos financieros, ¿cuáles son las señales de riesgo?

Invertir siempre entraña algún riesgo, pero la información que te ofrecen debe cumplir determinados requisitos

Paco Puentes

“Rentabilidad, liquidez y solvencia”. Estas son las tres palabras mágicas que siempre deberían guiar a un inversor en sus operaciones, al menos en opinión de Manuel Romera, director del sector financiero de la escuela de negocios IE. “La rentabilidad media histórica, cuándo será posible salir del producto y desinvertir y, finalmente, quién es el pagador, quién en última instancia devuelve el dinero”, es lo que mirará detenidamente el cliente de una entidad a la hora de evaluar un producto financiero, ya sea deuda privada, bonos, letras, fondos de inversión, o híbridos, derivados y estructurados.

Ante tal variedad de opciones de inversión, sin embargo, no siempre se cumplen de forma estricta las obligaciones sobre la información necesaria para comprender todas las características de estos productos y sopesar los tres elementos que señala Romera. La ley establece que “toda la información dirigida a los clientes, incluida la de carácter publicitario, debe ser imparcial, clara y no engañosa” y proporcionada “en un soporte duradero”, recuerdan desde la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). El organismo –que está elaborando una nueva guía sobre la formación de los empleados de banca, bajo la directiva europea Mifid 2– subraya que antes, durante y después de realizar la inversión, el cliente debe entender los riesgos, las comisiones, los gastos directos e indirectos que asume.

Una prueba realizada recientemente por la CNMV, que envió a los bancos inspectores que se hicieron pasar por usuarios, sin embargo, demostró la existencia de varios fallos en la comercialización de los productos financieros. ¿Cómo puede el cliente sortearlos, en qué deberá fijarse para evaluar correctamente sus inversiones?

Renta fija

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“Una de las creencias erróneas más extendidas es pensar que invertir en renta fija es invertir sin riesgos”, se lee en la web de la CNMV. El organismo de control señala tres riesgos asociados con los productos de renta fija: de mercado, cuando los valores cotizan por debajo del precio que se paga por ellos; de liquidez, cuando no se puede vender el producto en el mercado porque no se encuentra ninguna contrapartida; y de crédito, cuando no se cobran los intereses o el principal de la deuda por parte del emisor.

Por ello, la CNMV aconseja averiguar el tipo de interés y su periodicidad, los precios de emisión y de reembolso, la fecha y las condiciones de amortización, la posibilidad de amortizar anticipadamente, y si el título cotiza y, en caso afirmativo, en qué mercado.

Antes de la contratación, las entidades están obligadas también a hacer firmar al cliente un resumen explicativo del producto y a avisarle de que puede consultar el folleto informativo de la emisión.

Renta variable

En su web, la CNMV hace hincapié en que las acciones no solamente no tienen una rentabilidad conocida, sino que ni siquiera ésta es predecible y que el comportamiento de una acción en el pasado no garantiza su progresión futura. “La evolución de la acción no depende sólo de la propia compañía, sino de factores ajenos como la situación de la economía, de otros mercados, de los tipos de interés, de la inflación, entre otros. Por eso puede ocurrir que algunas compañías con buenos resultados en sus negocios no vean aumentar su valor en Bolsa”, remata. Las acciones, además, no tienen plazo de vencimiento, por lo que la única manera de desinvertir será deshacerse de ellas.

La falta de conocimiento de estos y otros mecanismos del mercado es lo que lleva a muchos inversores al equívoco, según Romera. “El que quiera asumir más riesgo para conseguir más rentabilidad tiene que comprender que cuando la inversión sale mal la culpa no puede ser del que te ha vendido el producto”, afirma. “Ahora se está dando un desequilibrio muy fuerte hacia la defensa del cliente, quizá por los excesos del pasado”, concede el experto.

Fondos de inversión

El folleto simplificado, que las entidades que comercializan fondos de inversión estaban obligadas a entregar al cliente, ha sido sustituido por el documento de datos fundamentales para el inversor (DFI), junto con el último informe semestral publicado. Esta información tiene que ser proporcionada antes, y no después, de la suscripción.

El DFI, analizado previamente por la CNMV, consta como máximo de dos páginas –tres si se trata de fondos estructurados– y “recoge toda la información necesaria y relevante para que el inversor pueda tomar una decisión sobre si le conviene invertir o no en ese fondo”. Incorpora los datos identificativos del fondo, los objetivos y política de inversión, el perfil de riesgo y remuneración, los gastos corrientes y las comisiones, la rentabilidad histórica y otra información práctica, en un lenguaje “sencillo, claro y conciso”, señalan desde el organismo. “Debe leerse completo”, destacan.

En un contexto de tipos de interés bajos como el actual, las gestoras de fondos alargan los plazos de vencimiento para aumentar la rentabilidad. El organismo calcula que la duración media, que en 2012 era de 3,43 años, ha pasado a ser de 6,16 años. Por ello, el organismo de control ha establecido advertencias específicas para fondos con objetivo de rentabilidad con un plazo superior a tres años y que están obligatoriamente incluidas en el DFI.

“Por lo que sé, en general, la explicación de los productos de inversión es completamente adecuada”, opina Romera. “Pero hay que entender que explicar un producto no quiere decir quitarle el riesgo”, zanja.

Productos híbridos

“Se trata de un valor de carácter perpetuo, es decir, no tiene fecha de vencimiento, y su rentabilidad –fija en un primer periodo y variable durante el resto de la vida del producto– no está garantizada”, explica la CNMV. “Se trata de un instrumento complejo y de riesgo elevado que puede generar rentabilidad, pero también pérdidas en el capital invertido”, advierte el organismo de control. Un riesgo del que no eran conscientes muchos ahorradores que en años recientes adquirieron participaciones preferentes, el tipo de híbrido más conocido, un valor emitido por una sociedad que no otorga ni participación en su capital ni derecho a voto.

La entidad que proponga un producto híbrido a un inversor tiene que averiguar si es adecuado a sus conocimientos y a su experiencia de inversión previa a través de un test llamado de conveniencia. Si la entidad ha efectuado el asesoramiento sobre la preferente, realizará también el test de idoneidad, con el propósito de ver si este se ajusta a sus objetivos y a su situación financiera.

Productos derivados o estructurados

“Es una contratación a plazo en la que se establecen todos los detalles en el momento del acuerdo, mientras que el intercambio efectivo se produce en un momento futuro”, explica la CNMV con respecto a los derivados. “Los resultados pueden multiplicarse, tanto en sentido positivo como negativo, en relación con el efectivo desembolsado; por lo tanto, son productos de riesgo elevado”, destaca.

Los productos estructurados “consisten en la unión de dos o más productos financieros en una sola estructura; lo más común suele ser un producto de renta fija más uno o más derivados”, define la CNMV. Por su carácter complejo, estos productos también “cuentan con elevado riesgo”.

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