Artistas y famosos que se rindieron al mundo de la publicidad
Multitud de artistas de las letras, el cine y la música trabajaron para la máquina de la seducción antes de triunfar en sus disciplinas
El mundo de la publicidad depara muchas sorpresas. Quizá por ello haya un amplio elenco de personajes famosos que, antes de destacar en la disciplina artística que les ha granjeado el éxito, fueron publicistas. Estrellas cinematográficas de la talla de Alan Parker, Ridley Scott, David Fincher, Michel Gondry, Alejandro González Iñárritu o Fernando Meirelles trabajaron en agencias y productoras de publicidad como paso previo a tocar la cima como directores de cine.
También grandes novelistas como James Patterson, Don DeLillo, Martin Amis o Helen Marie Gurley Brown estuvieron al servicio de la maquinaria de la persuasión durante años. Incluso el propio premio Nobel Gabriel García Márquez. O guionistas tan conocidos como el padre de Astérix y Obélix, René Goscinny.
Gabriel García Márquez, Alan Parker, Ridley Scott o Alejandro González Iñárritu estuvieron al servicio de los anunciantes
Otros escritores de fama mundial como Ernest Hemingway o Stephen King escribieron guiones y, por supuesto, idearon los eslóganes de importantes marcas de manera ocasional, sin llegar a estar a sueldo de las agencias. Así fue como empezó el actor Brad Pitt, que se convirtió en “el hombre del pollo” para promocionar un restaurante mexicano. La lista de famosos seducidos por la publicidad es enorme.
En España quizá los casos más llamativos de trabajos por encargo sean los de Dalí, que diseñó el logotipo de la marca Chupa Chups en 1969, una obra que la compañía solo se ha atrevido a modernizar desde entonces; y el de Miró, que hizo lo propio para Turismo de España en 1983.
De Dalí a Jordi Labanda
Pero los ejemplos de famosos que antes de triunfar se echaron en los brazos de la publicidad son muy numerosos. Para el fotógrafo Joan Fontcuberta, uno de ellos, la explicación viene de lejos. “En los años veinte y treinta del pasado siglo, el arte de vanguardia y la publicidad se confunden y de su experimentación estética surge la innovación”, asegura. En ese momento, continúa, la mayor creatividad artística procedía de la publicidad.
Este artista gráfico, que en 2013 ganó el Premio Hasselblad, considerado como el Nobel de la fotografía, se licenció y comenzó a trabajar en la agencia barcelonesa fundada por su padre y su tío, hasta que a los 21 años se estableció como fotógrafo profesional. Fontcuberta entendía el trabajo publicitario como un modo de adquirir experiencia en el mundo de la comunicación. “Todo lo que sé de escribir [ha publicado varios ensayos] lo aprendí en el departamento creativo de la agencia familiar”, reconoce.
Aunque el clima político de los últimos años del franquismo, cuando participó como universitario en el movimiento contestatario, le provocó “ciertos problemas ideológicos con la publicidad”. Es más, el sentido actual de su trabajo “es desentrañar esas trampas de la comunicación”. “Pasé mis primeros tres años laborales aprendiendo a mentir bien, a crear fantasías, y mi trabajo ahora es hacer pedagogía de la duda”, explica. No obstante, Fontcuberta le está muy agradecido a esta época: “La publicidad me ha dado unos recursos muy útiles en el mundo del arte, como saber que me dirijo a un público o target en argot publicitario con un objetivo de eficacia”. Y es que la publicidad trata de resolver unos problemas de tiempo, contexto, eficacia, presupuesto… que son perfectamente trasladables a otras disciplinas. “Es una buena escuela”, dice el fotógrafo barcelonés.
El escritor Carlos Ruiz Zafón, que acaba de publicar El laberinto de los espíritus (Planeta), opina algo parecido: “La publicidad te fuerza a manejar muchas herramientas que pueden ser útiles en cualquier forma de expresión narrativa, sea literatura, cine…”.
El afamado autor trabajó de joven en agencias como Tandem DDB, Ogilvy & Mather, McCann Erickson, Lorente…, en algunas de ellas como director creativo. “Pero solo para ganarme la vida mientras encontraba el modo de hacerlo como escritor, que era lo que había querido desde niño”. Ruiz Zafón se siente afortunado porque vivió en el mundillo de la persuasión en la segunda parte de los ochenta, “antes del gran batacazo de 1992, que es cuando creo que la publicidad empezó a cambiar para siempre. Eran años de excesos, de demasiado dinero, pocos escrúpulos, mucho movimiento…”.
El poder de la marca
El trabajo publicitario es duro (y ahora no está tan bien remunerado como en la época a la que se refiere Zafón, se apresura a decir Carlos de Javier, director creativo de Contrapunto Barcelona). Muy esclavo, muy intenso…, es una actividad que quema bastante porque no es libre, según Julio Alard, profesor de la materia en ESIC, de ahí que lo habitual es que los famosos se dedicaran a ella de jóvenes o poco tiempo. Aunque hay ejemplos de labores prolongadas, como la de Pau Donés, líder del grupo Jarabe de Palo; o la de la directora de cine Isabel Coixet, o el dibujante Jordi Labanda, o el escritor Jesús Carrasco, por poner ejemplos. Ellos y muchos más fueron cautivados por la publicidad.
Campañas con firma
Quizá los artistas que más han coqueteado y coquetean con los anuncios son los directores y realizadores de cine. A veces encarecen las campañas que firman porque su “toque” les aporta notoriedad, asegura Carlos de Javier, de Contrapunto. Pone como ejemplo a Ridley Scott y su anuncio para Audi, o el de Martin Scorsese para Freixenet. En España hay más ejemplos, como el de Álex de la Iglesia para Campofrío, o Alejandro Amenábar para Estrella Damm, o Icíar Bollaín para Campofrío (y Lay’s actualmente).
Kike Maíllo es un realizador que reconoce que le encanta la publicidad. Entre 2016 y hoy ha filmado anuncios para Freixenet, Majorica, Volkswagen, Sanex, Gas Natural, Cacaolat… Sabe que su dirección aporta unas campañas más mediáticas y "a las agencias les parece sugerente porque buscan crear historias con un estilo cinematográfico y salirse de los cánones más mercadotécnicos", dice. A los directores de cine como él, la publicidad les proporciona "una cuestión alimenticia, es decir, la posibilidad de llegar a fin de mes, porque los periodos de realización de películas son de tres años; estar en tensión para no perder músculo en el lenguaje cinematográfico, y probar recursos que luego llevo a mis películas".
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