Los 490 millones de un discreto hombre de Burgos
El Grupo Antolín se ha colocado entre los grandes del mundo del automóvil
Ernesto Antolín (Burgos, 1965), un hombre reservado al que le interesa poco salir en los periódicos, acaba de pagar 490 millones para conseguir que la empresa de su familia, fabricante de techos, puertas y asientos de coches, duplique su tamaño y se convierta en la tercera del mundo, con unas ventas de 4.000 millones y una plantilla de 27.000 empleados (ahora son 15.469). Cuenta que decidió hacerse con la división de interiores de Magna, una multinacional que multiplica por nueve el tamaño de la española, casi por casualidad. “Íbamos a montar una nueva fábrica en México para suministrar piezas del Q5 [que Audi ensamblará a partir de 2016 en San José de Chiapas] y ellos tenían un centro del que querían desprenderse para centrarse en los productos donde verdaderamente son más fuertes”. Al final no fue una, sino 36 las factorías que entrarán en la cuenta de resultados del grupo español cuando las autoridades de competencia lo autoricen.
El grupo Antolín tendrá entonces que digerir ese brutal aumento del negocio sin perder posiciones entre sus clientes, encabezados por Volkswagen, Ford, Renault, Nissan y Fiat, algo que parece no preocuparle. “Hemos sido muy cautos en el plan de negocio, incluso pensando en un entorno desfavorable de la economía”, asegura.
La de Antolín es una de esas historias de mucho esfuerzo y poco glamour que empezó en un taller de coches y maquinaria agrícola fundado en Burgos en los años 50. Lo abrieron su tío José, columna principal del negocio y presidente durante las dos últimas décadas, y su padre Avelino, que falleció repentinamente en 1995. Inventaron una pieza, la rótula de dirección de caucho-metal, que permitía alargar la vida del vehículo y que resolvió en su momento importantes problemas de seguridad en la dirección. “Sin más estudios que la práctica en el taller, modernizaron la empresa rodeados de un equipo muy potente encabezado por José Manuel Temiño [consejero delegado que se jubilará este verano]. Es un grupo que valora mucho la promoción interna, no pagan mal y cuidan a sus empleados sin un paternalismo excesivo”, asegura una fuente próxima.
Durante 60 años la familia no ha tenido más compañeros de viaje que un grupo de cajas de ahorro propietarias hasta el 2013 del 22%. El paquete terminó volviendo al núcleo de los Antolín, compuesto por dos ramas al 50%: Ernesto, su madre y su hermana Ana Berta y la de su tío José, ahora presidente de honor, con sus hijos Maria Helena, actual vicepresidenta, Enma y José. Hace dos años firmaron un protocolo familiar para evitar las frecuentes guerras de poder que terminan destruyendo a otras empresas. “No necesitamos dar entrada a nadie más, aunque fuese en una parte mínima. En la familia nos llevamos muy bien, no lo vemos necesario”, confiesa Ernesto Antolín.
Crecimiento en Estados Unidos
El actual presidente de la compañía comenzó pronto a conocer las tripas del grupo. Con poco más de 26 años, licenciado en derecho y con tres idiomas, pilotó la expansión internacional desde la República Checa. Tenía 30 años cuando murió su padre y tuvo que asumir la vicepresidencia. La compañía ingresaba entonces 200 millones y tenía 2.000 empleados en un puñado de países. Ernesto decidió ampliar su presencia en EE UU, y para eso tuvo que convencer, uno a uno, a los fabricantes de que sus productos son sello español eran mucho más competitivos de lo que se hacía en aquel momento. En mayo del año pasado ya contaban con diez fábricas en ese país, donde producen 6.000 techos diarios y donde uno de cada tres coches incorporan sus productos. Los ingresos de ese territorio suponen casi el 30% de la facturación global de la compañía.
La expansión continuó por Asia, donde han entrado a través de distintas vías: con socios locales, comprando fábricas o construyéndolas desde cero. El 14% de las ventas provienen de países como China (14 factorías), India, Corea del Sur, Tailandia o Japón.
Pero nada es comparable con la operación de Magna, el triple salto mortal para el grupo burgalés. La operación se financiará con un crédito de 200 millones a cinco años y la emisión de otros 400 en bonos. La deuda pasará de representar 2,2 veces Ebitda a 2,8 veces. “Han aprovechado un momento de tipos bajos. A los bancos les gusta que el grupo tenga una parte fundamental del negocio fuera y además les viene bien que el dólar [moneda en que se realiza la operación] esté fuerte”, analiza una fuente próxima a la operación. El reto que tienen por delante es importante: integrar 12.000 trabajadores con culturas muy distintas. El equipo de dirección de Antolín, que pronto estará encabezado por Jesús Pascual, el nuevo CEO procedente de la casa, ha visitado en los últimos meses las 36 nuevas fábricas y ha invitado a Burgos a los directores de todas ellas. “Creo que han entendido que es mejor ser cabeza de ratón y estar en una empresa más pequeña que Magna pero especializada, que cola de León”, sonríe Pascual. “Tendremos nuevos clientes”, añade Antolín. “Ahora seremos mucho menos vulnerables”.
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