Cuando ser mujer es la excepción
Con sólo 17 años, Belén Eugenio tiene clara su vocación de torera, por lo que no ha dudado en apuntarse a la Escuela de Tauromaquia de Madrid para aprender. Como ella, una bombero, una taxista y una transportista de mercancía lidian cada día en ámbitos laborales donde ser mujer es la excepción.
La vocación le llegó hace un año, cuando asistió a una capea junto a su tío, el banderillero Alberto Madrid, y se enfrentó por primera vez cara a cara a una vaquilla, aunque a Belén siempre le ha llamado la atención el mundo del toreo y ya desde pequeña iba a corridas y novilladas con sus padres y su hermana.
"Mis amigos se lo toman un poco a broma, se piensan que no es para tanto", dice Belén, y no hay más que ver su rutina diaria para darse cuenta de que su amor por los toros es más que una afición.
Desde La Adrada, el pueblo de Ávila en que reside, tarda dos horas en llegar a la Escuela de Tauromaquia de Madrid 'Marcial Lalanda', en la que hace años surgieron figuras destacadas del toreo como 'El Juli' y Miguel Abellán y donde le enseñan de desde cómo limpiar los capotes hasta cómo entrar a matar.
Estudia segundo de Bachillerato de Ciencias y le gustaría hacer una carrera, si es posible Veterinaria, pero no deja de soñar con convertirse en torera y seguir los pasos de Cristina Sánchez, la única mujer que hasta la fecha logrado triunfar en un mundo plagado de nombres masculinos.
De hecho, en la escuela de los 50 alumnos, entre 12 y 18 años de edad, sólo hay otra chica, Cristina, que se ha convertido en su compañera inseparable porque, según comenta la propia Belén, "a algunos les gusta estar con otros chicos", pero eso no le supone ningún inconveniente.
"Las cualidades de un hombre y una mujer son las mismas delante de un animal", asegura.
La jefa del cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid, Pilar Hernán, sabe que en su profesión no es habitual encontrar mujeres (en el lugar donde trabaja sólo hay nueve de un total de 1.268 efectivos), pero aún así se lo toma con mucha naturalidad.
"Te tiene que gustar para poderlo hacer", reflexiona.
En su caso, de pequeña nunca llegó a decir que quería ser bombero, como ocurre con muchos niños. Se licenció en Ciencias Químicas pero después de trabajar con una beca en el CSIC y ver que había "pocas salidas", decidió estudiar la oposición de oficial.
En su familia no se sorprendieron porque siempre ha sido "muy activa" con el deporte (ha practicado escalada y espeleología), y con sus compañeros asegura que nunca se ha sentido "rara", pero en la calle el hecho de ser mujer bombero llama la atención e, incluso, le dan la enhorabuena.
A Susana Garrido le ocurre lo mismo cada vez que se monta en su furgoneta, con la que recorre a diario entre 300 y 500 kilómetros por distintos puntos de la Comunidad de Madrid.
"A veces en la carretera se me quedan mirando pensando '¡qué narices tiene!'", señala.
Nunca pensó que acabaría dedicándose a transportar mercancía, pero ya lleva tres años ejerciendo una profesión que heredó de su marido cuando enfermó de cáncer y en la que ha notado cambios físicos a fuerza de cargar y descargar cajas y valijas repletas de documentos.
"He ganado corpulencia y mis brazos se han convertido en el doble", cuenta entre risas.
Reconoce que ser mujer ayuda "porque te echan una mano siempre", aunque también ha tenido que hacer frente a algún que otro comentario inoportuno por parte de ciertos compañeros que "presumen" de su corpulencia.
Raquel Valero lleva ya trece años trabajando como taxista y, aunque considera que en este sector cada vez hay más "conciencia" por la igualdad entre sexos (en torno a un 10 % de las conductoras de la Comunidad son mujeres), cree que todavía persiste un "machismo" que lleva a algunos dueños de taxis a plantearse contratar a una mujer.
"Me da la impresión de que las que estamos en el taxi somos hijas, mujeres o novias de taxista", dice.
En su caso, empezó como autónoma para echar una mano a su padre y le compró la licencia cuando se jubiló.
En su trabajo, dice que ha llegado a vivir situaciones "muy violentas", ya que ha habido clientes que le ha preguntado si puede tomar una copa con ellos.
"A algunas mujeres le genera miedo ser taxista", cuenta, tal vez sin ser consciente de que a pesar de todo ejemplos como el suyo son un impulso para aquéllas que quieren abrirse paso en profesiones donde abundan los hombres.
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