Peligra la última torre de vigilancia contra incendios que protegía Manhattan
La última torre de vigilancia contra incendios de Nueva York, que ha conseguido sobrevivir al paso del tiempo, peligra a la espera de una restauración urgente que permita conservar esta construcción que simboliza una parte de la historia de la isla.
Con catorce metros de altura, esta torre de hierro de cuatro pisos fue instalada en 1856 en el barrio de Harlem como parte de un sistema de once construcciones similares para proteger la isla de Manhattan en una época en la que la mayoría de los edificios de la ciudad de los rascacielos eran aún de madera.
"Es un sistema muy anterior a que existiera el departamento de bomberos y la tecnología necesaria, por lo que resultó muy útil para detectar incendios en una ciudad donde los edificios estaban construidos básicamente con madera, un material muy vulnerable al fuego", explicó a Efe el director de Conservación Histórica del Departamento de Parques de Nueva York, John Krawchuk.
La única de las once torres que sigue en pie sobrevive, aunque está muy deteriorada, en la pequeña colina artificial conocida como La Acrópolis, situada entre las calles 120 y 124 en la intersección de la Quinta Avenida con el parque Marcus Garvey.
En su zona más alta, a la que se accede a través de una escalera de caracol, una parte de la estructura de hierro se ha caído y otras muchas piezas pequeñas se han desprendido en los últimos años.
Pese a que en 1990 se tomaron algunas medidas provisionales para dar estabilidad a la torre, un informe municipal advierte de que "sin una intervención, la vida de la torre es limitada".
"Necesitaríamos 4,5 millones de dólares para la restauración de la torre", dijo Krawchuk, que aunque reconoció que se trata de un gasto importante para la ciudad, defendió el proyecto por tratarse de un elemento histórico local y nacional.
Hace más de 150 años, los vigilantes oteaban desde lo alto de esta colina, una de las zonas más altas de la ciudad, y cuando detectaban la presencia de humo, hacían sonar una gran campana situada en la misma torre.
Las once torres instaladas por toda la isla se comunicaban entre ellas con telégrafos y cuando escuchaban la campana, los bomberos voluntarios se trasladaban lo más rápido posible hasta el lugar del incidente para sofocar el incendio.
No obstante, hacia 1878 las torres empezaron a estar en desuso, ya que Nueva York comenzó a instalar otros sistemas de alerta, como las llamadas popularmente "cajas de incendios" instaladas en las calles para que los vecinos pudieran avisar directamente al departamento de bomberos.
El citado informe considera de "extrema necesidad" la protección de esta construcción, declarada patrimonio histórico de la ciudad en 1967 por su "impoluta belleza y su esbelta elegancia" así como por su arquitectura poco frecuente.
Según explicó Krawchuk, la importancia de la torre no es solo histórica, sino que también podría ayudar a reactivar esta zona que no suele ser muy turística.
El parque Marcus Garvey es uno de los más desconocidos de la ciudad pero a la vez de los más atractivos, por lo que podría convertirse en un nuevo punto de encuentro para visitantes y neoyorquinos.
Además, dijo Krawchuk, es todo un símbolo de Harlem, donde los vecinos que han crecido en el barrio guardan una "especial" conexión con la torre, concretamente con su campana, que durante años marcó las horas del día, al igual que las de las iglesias.
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