Aznar reconoce que la amenaza de ETA al PP fue una "prueba política y personal muy dura"
El expresidente del Gobierno José María Aznar afirma que la estrategia de amenaza de ETA contra el PP puso la capacidad de resistencia del partido "al límite" y para él fue una "prueba política y personal muy dura", aunque siempre estuvo seguro de perseverar en la firmeza democrática.
Aznar hace esta reflexión en "Memorias I" (Planeta), el primer volumen de sus memorias que se presentará el próximo 26 de noviembre en Madrid y en el que explica algunas de sus decisiones más controvertidas durante sus ocho años de Gobierno (1996-2004).
La Agencia Efe ha tenido acceso a varios extractos del libro, en el que cita los asesinatos de Miguel Ángel Blanco, José Luis Caso, José Ignacio Iruretagoyena, Alberto Jiménez-Becerril y su mujer, Ascensión García Ortiz, Tomás Caballero y Manuel Zamarreño.
Recuerda que asistió a todos los funerales acompañado por su esposa, Ana Botella, y que su apoyo y su fortaleza le ayudaron mucho en aquellos momentos tan duros.
"Ningún representante político del PP se sentía a salvo" y el objetivo de ETA era someter al Gobierno a una "presión insoportable para que doblase la rodilla y accediese a negociar", recuerda el exjefe del Gobierno, quien destaca que la estrategia no funcionó.
Dice que hubo momentos especialmente dramáticos y, en concreto, se refiere al asesinato de Manuel Zamarreño, concejal del PP en Rentería, una imagen "cruel y humillante" que "destrozó la moral" de muchos cargos populares que no pudieron soportar la presión.
Dedica algunas páginas a la relación del PP con el PNV, un distanciamiento que se acentuó en los meses siguientes a 1998 y que cada vez era "más competitiva en términos políticos y electorales".
Señala que "con la excusa del fracaso del Plan Ardanza", el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, puso en marcha una estrategia de convergencia con el mundo de ETA con el objetivo de formar un frente nacionalista para avanzar hacia la "construcción nacional".
El principal instrumento de esa estrategia fue la tregua que ETA declaró el 16 de septiembre de 1998, un mes antes de las elecciones.
Aznar asegura que ya en mayo le habían llegado "ondas" de que algo estaba pasando en las relaciones entre el PNV y el mundo de ETA. "Insistí varias veces, pero nadie vio la envergadura de la operación que estaba en marcha", añade.
"Sabíamos que el PNV no quería una ETA derrotada porque temía que esa derrota pudiera debilitar al nacionalismo y acabar con su relato del conflicto secular entre España y los vascos", añade.
La tregua no era "fruto de una negociación entre los terroristas y el Estado" sino el "instrumento de un acuerdo entre nacionalistas con objetivos que iban completamente en contra de la legalidad: ruptura del marco estatutario y constitucional, independencia, Navarra, impunidad y exclusión de los no nacionalistas".
Apunta que el gran reto del Gobierno en aquellos meses fue "administrar" la situación creada por la tregua, rechazando cualquier intento de "internacionalizarla" y manteniendo informados a los españoles de lo que ocurría.
Por eso anunció -afirma- que había autorizado contactos con el MLNV (movimiento de liberación nacional vasco). "Algunos interpretaron esa mención al MLNV como una rendición dialéctica, cuando ésa es la denominación que recibe el complejo político y social dirigido por ETA", argumenta.
"Al utilizar esas siglas, yo estaba haciendo público que el Gobierno se iba a reunir con ETA y también con representantes de su partido político", admite.
El 11 de diciembre de 1998 tuvo lugar un encuentro entre miembros de Euskal Herritarrok y tres personas en representación del Gobierno: el secretario de Estado de Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, Javier Zarzalejos y Pedro Arriola.
Los portavoces de la antigua Herri Batasuna, recuerda Aznar, dijeron que ellos "eran políticos y que sólo estaban ahí para hablar de política" y que si la intención "era hablar del cese de la violencia, que habláramos con ETA", así que la reunión no fue a más.
"La presión para que hiciéramos cambios en la política penitenciaria fue en aumento. Todos los grupos políticos, también los socialistas, reclamaban al Gobierno que acercara presos terroristas al País Vasco", agrega.
Sin mayoría absoluta y con el marco legal penitenciario "todavía muy laxo", no se pudo modificar hasta la legislatura siguiente.
Reconoce que estaba dispuesto a tomar decisiones en el ámbito penitenciario con condiciones: mantener la política de dispersión y sin concentración de terroristas en unas pocas cárceles.
Con el respaldo de una resolución parlamentaria aprobada por unanimidad el 10 de noviembre de 1998, se produjeron los primeros traslados a la península de los presos de ETA que estaban en Canarias y en Ceuta y Melilla y, unos meses después, otros.
"Fueron decisiones tasadas, públicas y reversibles, que ETA desdeñó porque no era lo que buscaba. Nosotros sabíamos que ETA no había renunciado ni a sus fines ni a sus medios", explica.
Aznar afirma que su Gobierno mantuvo una única reunión con la dirección de ETA. Fue en Suiza el 19 de mayo de 1999 y se trataba de comprobar si la tregua era o no un cese definitivo de la violencia.
"Para eso la autoricé y para nada más. El encuentro no formó parte de ninguna negociación ni en él se negoció nada", añade.
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