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Alemania lo apuesta todo al verde

El país cambia las centrales nucleares por las renovables y el ahorro energético

Vista aérea del parque eólico marino Alpha Ventus, situado en el mar del Norte, cerca de la isla de Borkum
Vista aérea del parque eólico marino Alpha Ventus, situado en el mar del Norte, cerca de la isla de BorkumIngo Wagner (Reuters)

Europa. Año 2050. En el corazón del Viejo Continente, un país, Alemania, ha conseguido producir el 80% de su electricidad con energías renovables, limpias. Viento, sol y agua cubren el 60% de las necesidades energéticas del país. Sus ciudadanos y empresas consumen la mitad de la energía que cuatro décadas atrás tras decidir, en el año 2011, renunciar a la energía nuclear (17 plantas activas a comienzos de siglo) con el cierre de los últimos reactores en el año 2022.

El escenario descrito no es una utopía. El Gobierno de la canciller Angela Merkel maneja escenarios de transición a un sistema energético basado en las renovables. El Ministerio Federal de Economía y Tecnología, como el de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear trabajan para hacer realidad, en periodos concretos, la escalada hacia el predominio de las renovables tras la decisión adoptada a raíz de la catástrofe nuclear de Fukushima (Japón) de abandonar la energía nuclear (18% de la producción eléctrica en 2011) progresivamente, con horizonte final en 2022.

En el transcurso de un viaje de formación organizado por el Instituto Goethe a instancias del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania para especialistas en energía de diferentes países, fuentes ministeriales y empresariales expusieron los puntos básicos del futuro energético alemán. Son tan fáciles de enumerar como complejos de concretar: abandono de la energía nuclear (solo el 2% de la población apoya abiertamente esta forma de energía); desarrollo de las energías renovables, con especial atención a los parques eólicos marinos; inversión en el desarrollo de la red de transporte de electricidad para llevar la energía producida en los parques eólicos on y off shore (marinos) del Norte a las factorías industriales del Sur, y apuesta por el ahorro energético hasta reducir el consumo de energía primaria (recursos antes de su transformación) en un 50% en 2050.

En el año 2050 el 80% de la electricidad será

El milagro de la transformación energética del país, aseguran las fuentes gubernamentales, es posible. Siempre que se den ciertas condiciones, puntualizan. En el proceso, las autoridades alemanas, respaldadas por el pacto de 2011 entre democristianos (CDU), socialcristianos bávaros (CSU) y liberales, cuentan con ciertas ventajas. Veamos un par de ellas: la corriente mayoritaria de la opinión pública, contraria a la energía nuclear y la misma concepción civil de la industria del átomo en el país. En Alemania puede resultar más fácil que en otros países nuclearizados transformar el sistema y abandonar la energía nuclear porque no existe un complejo industrial-militar necesitado de ingenieros e investigadores que garanticen su funcionamiento.

Además, el precio de la transformación no es, en principio, un inconveniente. En Alemania, el usuario privado medio gasta al mes unos 50 euros en electricidad y pocos usuarios abandonarían la apuesta por el modelo energético limpio por una cuestión de euros. Que además no serán muchos.

Según los cálculos realizados para el Ministerio de Economía y Tecnología por diferentes think tanks (escenarios elaborados por Prognos, EWI y GWS), el apagón nuclear sí tendrá consecuencias macroeconómicas negativas a medio plazo, así como un impacto medioambiental, ya que a corto plazo se quemará más carbón, a medio se quemará más gas y las renovables tardarán en cubrir las necesidades. Pero la consecución del objetivo final, 80% de energía eléctrica limpia y 80% menos de emisiones, merece la pena. En cuanto a precios, los cálculos apuntan a una subida de los precios mayoristas de la electricidad de entre el 10% y el 20%; un incremento de en torno al 2% para los clientes domésticos y un aumento del 17% para la industria, lo que puede requerir medidas que aseguren su competitividad. Pero la decisión está tomada. Es “irreversible”, dijo el Gobierno de Angela Merkel en 2011, tras Fukushima.

El apoyo de los alemanes a la energía nuclear es mínimo

Por supuesto, las decisiones drásticas e irreversibles tienen que tener, además de apoyo, un andamiaje legal y económico que las alejen de la teoría y las acerquen a la práctica. Alemania está construyendo andamios de forma acelerada. No se trata solo de los 23.000 millones que se invirtieron en instalaciones de renovables en 2011 (solo en instalaciones fotovoltaicas la inversión fue de 15.000 millones, cinco veces más que en energía eólica), sino de ensamblar iniciativas para lograr objetivos.

Como principios básicos para el desarrollo, la Administración facilitará el acceso prioritario a la red de la energía renovable y los operadores estarán obligados a adquirirla. Los precios estarán asegurados por 20 años, lo que no impedirá una evaluación regular de las primas para ajustarlas en las nuevas instalaciones en función del desarrollo tecnológico y el desarrollo del mercado. Las tarifas, además, serán diferenciadas por fuente y tipo de planta. Esos principios irán acompañados de la simplificación de procedimientos para los parques eólicos off shore, la gran apuesta para cubrir el hueco nuclear tras el apagón posterior al desastre de Fukushima.

Si Alemania cumple los objetivos, el país se convertirá en un ejemplo y un motor de la energía limpia en Europa. Pero 2050 queda muy lejos y pudiera ser que se diera la paradoja de que el país se viera forzado a consumir energía de países vecinos —al menos en momentos concretos— cuyo origen podría ser nuclear. Como principio general, todos los departamentos con algo que decir en materia energética expresan la misma idea: Alemania no ve con buenos ojos el desarrollo de instalaciones nucleares cerca de sus fronteras. El país se mueve ya en clave verde.

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