La era Obama y otros escritos sobre el imperio de la fuerza

Ensayo. Cuantos más años, más enfant terrible. El último libro en español de Noam Chomsky, icono de la disidencia estadounidense, bestia negra de la Fox, el hombre que inventó la lingüística moderna y cuya popularidad puede compararse, a sus 83 años, con la de una estrella del rock, apasionará a unos y escandalizará a otros. Como viene haciendo desde Vietnam, vuelve a no dejar títere con cabeza en su crítica al imperialismo de Estados Unidos, aunque en su afán por salirse del camino oficial, llegue a senderos polémicos. En realidad, La era Obama y otros escritos sobre el imperio de la fuerza consiste en una recopilación de entrevistas e intervenciones que abarcan desde el 11-S hasta el primer mandato del líder demócrata, una década que ha convulsionado al mundo, pero no contiene una novedosa tesis política porque, además, gran parte se publicó en 2003. Para situar en perspectiva el atentado contra las Torres Gemelas, que compara con el bombardeo de la OTAN contra Serbia en 1999, repasa la triste historia de la intervención estadounidense en América Latina y en medio planeta, prólogo de la llamada "guerra contra el terror", para desembocar en la mentira y los fiascos de Irak y Afganistán y la devastación moral de los ocho años de la Administración de Bush. En resumen: Washington se comporta como todos los imperios a lo largo de la historia con patente de corso para invadir países y ejercer la violencia con fines políticos igual que los terroristas, su esencia es mafiosa (control de los recursos, ley del silencio y eliminación del oponente) y sus presidentes son criminales de guerra. Esto no habría cambiado con Obama. En teoría en las antípodas de su antecesor, sólo se diferencia de aquel, según Chomsky, que elige cerrar el libro y la década con el asesinato de Bin Laden, en que mata a los terroristas individualmente en vez de encerrarlos en campos de concentración, pero sus aviones no tripulados llevan a cabo en Pakistán o en Afganistán represalias indiscriminadas. Sin embargo y a pesar de que toca estos y otros temas (Palestina, Israel, otro Estado terrorista, la cuestión iraní), se echa en falta un análisis sobre la primavera árabe que le quita actualidad a la obra y mayor profundidad en las soluciones. "Queda mucho por decir", es la conclusión. Pero él sabe mejor que nadie que el lenguaje es importante.