Lugares que no quiero compartir con nadie
Narrativa. Es este un libro que resulta atrayente enseguida, solo con leer el título, irónico y enredador. Elvira Lindo trata cuestiones neoyorquinas surgidas de su experiencia directa como ya ha hecho en bastantes artículos. El libro erra, como ella misma, por la ciudad y las numerosas digresiones caracterizan el discurrir guadianesco, grácil y placentero del discurso. A la autora le sigue produciendo asombro de qué manera impensable los azares de la existencia la han llevado a pasar seis meses al año en Nueva York, esa ciudad donde "todo puede suceder". Uno puede tomarse el libro como una guía turística, pues se habla de restaurantes, cafés y lugares de esparcimiento y de algunos museos (especialmente el de Historia Natural, que Lindo visita pensando en la que hace el protagonista de El guardián entre el centeno, cuyo autor el raro Salinger merece unos comentarios inquisitivos y jugosos). También asoman parques y jardines (como Riverside Drive, su parque) o el imponente Hudson ante el que se detiene con frecuencia su marido Antonio. Sin embargo, el libro es, primordialmente, un testimonio personal, actividades varias, emociones y reflexiones de una autora que vive en el Upper West. Uno puede detenerse en lo que más le guste. Por ejemplo, en la narración de una espectacular caída y la cola que trae, incluso escenas de vodevil (puertas que se abren y se cierran). Yo le agradezco el análisis de Revolutionary Road de Sam Mendes con el que no puedo estar más de acuerdo. Adoptando esa frase tópica que con guasa sale tanto en el libro, podríamos proclamar nosotros con entusiasmo característico: ¡el libro más divertido sobre la ciudad!
