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Columna
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Olores

David Trueba

Al buen observador televisivo no le habrá pasado desapercibido que en la actualidad a los perfumes ya no se les llama perfumes. Tampoco a las colonias se les llama colonias. Son fragancias. En el bombardeo navideño, durante la pausa de publicidad podían agruparse hasta 18 anuncios seguidos de frascos de colonia, pero fragancia era el término ensoñador necesario para la industria de los olores. En nuestros días, las colonias van asociadas a actores y actrices, cantantes, deportistas y modistos. Las hay con envases imaginativos, y otros como la 25 centímetros de Nacho Vidal, más dirigida a quienes priman el borbotón sobre la gotita tras la oreja, pero sobre todo reinan los anuncios en blanco y negro y la sugerente sensualidad.

Que el perfume haya pasado a ser fragancia tiene mucho que ver con la desvalorización de las palabras. El uso las vulgariza y los términos más sugerentes añaden un valor intangible. Así el vino con gaseosa pasó a llamarse tinto de verano y la Copa de Europa, Champions League. Tras este fin de semana donde se han personalizado las alternativas de poder dentro del Partido Socialista, algunos temen que la truculencia del debate lo único que persiga sea cambiarle el nombre al perfume evaporado.

Tras el contundente descalabro electoral solo unos cuantos alcaldes tocan poder, razón que parece definitiva en la vocación política. Por el momento, ninguno de ellos se añade de galgo a la carrera. Rubalcaba y Chacón pelean por ser percibidos como candidatos muy diferentes a lo que son sin dejar de ser lo que vienen siendo. Ambos salen de la vieja perfumería y pugnan por convertirse en prometedoras fragancias, refrescantes y novedosas. Al igual que los portavoces de Rubalcaba son jóvenes y estimulantes por inéditos, en claro contrapunto al jefe, Carme Chacón eligió Almería para lanzar candidatura y dotar a su catalanidad de un fondo de castañuela, mostrando la complejidad regional que casi todo español lleva dentro. Ambos desvelan así los flancos que consideran más débiles de sus candidaturas. Todo ello después de deszapaterizarse, como un operario tras currar en Fukushima. A ratos se presenta como una pelea urgente entre el esencialismo y la socialdemocracia líquida, pero el éxito de la fragancia requerirá paciencia para atravesar la dura sequía de la oposición.

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