Urondo comprometido
Narrativa. La reciente aparición en España y Argentina de los cuentos reunidos de Francisco Urondo, así como de su novela Los pasos previos (primera edición en España, segunda de Adriana Hidalgo en Argentina) ha relanzado a un escritor más recordado, hasta ahora, por su poesía y por su biografía: murió joven, a los 46 años, como militante de la guerrilla de su patria, los Montoneros, en un enfrentamiento con la policía en Mendoza. Corría 1976, cuando se iniciaba la cruenta dictadura de Videla y compañía, pero la Argentina llevaba años azotada por la violencia y la confrontación entre miradas totalizadoras.
Leer a Urondo hace apenas dos o tres años habría sido apenas un incurable ejercicio de nostalgia por un mundo romántico donde campeaban los ideales y los intelectuales se comprometían con la revolución. Hoy, en cambio, en la estela de los movimientos sociales que se iniciaron en el norte de África y nadie sabe dónde ni cuándo terminarán, la lectura de Urondo permite replantearse los viejos temas de la literatura y el compromiso político desde una perspectiva histórica, pero también cercana y viva en la memoria.
Los pasos previos / Todos los cuentos
Francisco Urondo
Introducción de Susana Cella
Adriana Hidalgo. Madrid, 2011
392 / 255 páginas. 16,50 euros
Urondo publicó dos colecciones de relatos. Todo eso (1966) consta de tres cuentos largos, casi nouvelles; Al tacto (1967), de 15 relatos breves. Esta edición incluye ambos, más un extenso estudio introductorio de Susana Cella. Los cuentos funcionan muy bien como el preámbulo de la única novela que escribió, bastante más extensa y abarcadora. Se trata de historias de amor, cuadros de costumbres, pequeñas biografías que a veces quedan truncas o que se alargan demasiado; los cuentos no innovan en el género y muchos no cierran bien, pero el conjunto es muy interesante y sugerente por el rescate de la sociabilidad argentina en Buenos Aires, pero sobre todo en la provincia, en los agitados años sesenta; y también como hitos que muestran el creciente compromiso político de Urondo y su giro hacia posturas más radicales.
Era un escritor intenso y apasionado, a veces poco cuidadoso con la sintaxis -que sus editores tampoco se esforzaron por corregir-, pero también tocado por una vena de lirismo que aliviana no sólo los riscos de la prosa, sino también el peso -la posible losa- del compromiso político que con tanta fuerza emerge en Los pasos previos, publicada originalmente en 1974. Transcurre en los últimos años de los sesenta, más o menos entre la muerte de Che Guevara en Bolivia y el Cordobazo de mayo de 1969. Ángel Rama, en el prólogo (escrito en 1977), dice, con razón, que "es simplemente la historia -fiel, sumisa, real, cotidiana- de la incorporación del equipo intelectual latinoamericano a la lucha revolucionaria de la década anterior". Múltiples protagonistas, la mayor parte de ellos intelectuales de izquierda, y muchos escenarios dentro y fuera de Argentina (La Habana, Praga, París, Argelia, entre otros) desarrollan una trama que si a ratos se desboca y se pierde en meandros cotidianos irrelevantes, en general mantiene el pulso y el ritmo. Cada capítulo está antecedido por materiales históricos o periodísticos de la época que documentan el desarrollo del sindicalismo argentino, cuyo plúmbeo estilo llama a superar cuanto antes el obstáculo. En realidad, molestan e interrumpen el fluir de una narración que documenta mucho mejor, desde la conciencia de los personajes, el contradictorio y estremecido devenir político argentino de aquellos años. Urondo podrá caer, con irritante frecuencia, en la retórica circular propia de la guerra fría ("la única manera en que se podía realmente aportar al proceso revolucionario era haciendo la revolución"); podrá intentar establecer analogías bastante explícitas entre la buena nueva evangélica y la buena nueva revolucionaria a través de cuatro personajes, dos de los cuales desempeñan papeles protagónicos, que se llaman Mateo, Marcos, Lucas y Juan (además, tienen un cercano amigo que se llama Pablo); podrá derrochar ingenuidad, idealismo, voluntarismo; pero en su novela late con fuerza impresionante el espíritu de una época contradictoria y convulsionada, con una fe ciega en ideologías abarcadoras y esa sensación incomparable de estar contribuyendo a escribir la historia. Pero el tono es, finalmente, desesperanzado. Hay una tristeza y una sensación de impotencia que se cuelan por detrás de las ínfulas guerrilleras y las perspectivas totalizadoras. Quizá el poeta que hay en Urondo le daba una cierta visión del futuro que no logró hacer explícita sino, precisamente, en el tono, en la vibración de la melancolía que traspasa las páginas de Los pasos previos.
Tiene razón Rama cuando afirma que, desde la perspectiva de la derrota, esta novela puede leerse "como el diagrama de una gran equivocación, como el pecado hijo del irrealismo cuando no del idealismo"; pero como él mismo indica, esa lectura está implícita en la novela, aunque menos en las discusiones ideológicas, como sostiene, y más en su melancolía, en su intuición de la muerte, en la angustia de los desencuentros y las despedidas prematuras. Pero, para citar de nuevo a Rama, era una batalla, no la guerra.
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