El golf reclama a Tiger
El regreso a la cima de Woods es lo más esperado en 2012 para revitalizar un deporte "sin referente" - España, con el renacido Sergio García, precisa el espaldarazo de un grande
La Armada Invencible no es un invento del tenis, sino del golf. Fue el nombre que los británicos dieron a aquel grupo de pioneros españoles que arrasaban a finales de los años 70 y principios de los 80: Cañizares, Rivero, Piñero, Garrido... Mucho antes que los tenistas dictaran su ley sobre la tierra batida, los golfistas mandaban sobre el verde. Seis de los ocho primeros títulos del circuito europeo en 1977, por ejemplo, tuvieron acento español.
La Armada es hoy la memoria. Fue la avanzadilla de los grandes éxitos. De los cinco grandes de Seve Ballesteros y los dos de Chema Olazábal. Desde la chaqueta verde del vasco en Augusta en 1999, España no ha mordido el oro en un major. La ausencia de un éxito de gran repercusión ha rebajado el protagonismo en la parrilla española de un deporte ya de por sí poco seguido por el público. En la época de mayor esplendor de los deportistas españoles, el golf se ha quedado un pasito atrás en la conquista del mundo. Es una especie de representación a pequeña escala de lo que ha sucedido en los dos últimos años en el golf mundial debido a la ausencia de Tiger Woods. Sin el rugido del Tigre, su deporte ha quedado desangelado.
"Habrá otro número uno, no otro Tiger. Fue la revolución", afirma Álvaro Quirós
El golf mundial necesita a Tiger tanto como España sueña con un grande. El final de 2011 puede haber puesto la primera piedra de ambas resurrecciones. Tiger ganó en California su primer torneo tras dos temporadas y 26 campeonatos en blanco. Sergio García venció en Castellón y Valderrama, sus primeras alegrías en tres cursos en que se hartó del golf.
Sin Woods, los europeos han tomado el mando: Luke Donald, Rory McIlroy, Martin Kaymer, Lee Westwood... Pero, a excepción del joven McIlroy, ninguno de los mejores de hoy tiene el carisma ni el gancho del hombre que cambió este deporte. Patrocinadores, televisiones e incluso rivales anhelan la vuelta de Tiger en 2012. "Y eso nos hace pensar que hay algo que resolver porque Tiger no va a ser Tiger toda su vida", explica Álvaro Quirós; "el golf necesita figuras como él. Ha sido la revolución y como esa no habrá otra. Él impuso el concepto de jugador profesional y moderno. Habrá otro número uno, sí, pero no otro Tiger. La incógnita es si volverá a rendir como antes". "Sin él, nos hemos quedado sin referente", abunda Pablo Larrazábal; "ahora la gente ha perdido el respeto a Tiger en el campo. No es imbatible, no es el monstruo de antes. Por una parte, eso es bueno porque hay más competitividad. Por otra, le necesitamos de vuelta por los patrocinadores, las audiencias... Necesitamos que vuelva a ser el número uno. El mundo del golf es otro con Tiger y hay que darle gracias infinitas. Por él se juega en Japón, en Dubai..., y la industria del golf es enorme".
Al inglés Luke Donald, actual número uno mundial, le acusaron de sufrir el síndrome Tiger. Así fue conocido el acomodamiento deportivo de muchos jugadores al disfrutar de grandes ganancias sin estar entre los mejores, fruto del subidón en las bolsas de premios que arrastró Woods. De ahí que le añoren tanto. Ser el número uno en el circuito estadounidense y europeo sin ganar un grande, como Donald, era inimaginable con Tiger. Como que un grupo de neófitos ganara majors: Bradley, Schwartzel, Oosthuizen...
En el jardín español, el golf espera su propia revolución. Los jugadores han ganado en 2011 siete títulos en el circuito europeo: Sergio García (Castellón y Andalucía), Álvaro Quirós (los dos en Dubai), Pablo Martín (Sudáfrica), Pablo Larrazábal (Alemania) y Gonzalo Fernández-Castaño (Singapur). Es el número de trofeos más alto desde los ocho de 1992. El golf español goza de buena salud, puesto que solo Inglaterra ha sumado más coronas en Europa en el último curso y cuatro españoles están entre los 50 mejores del mundo (García, Quirós, Miguel Ángel Jiménez y Castaño). Pero, acostumbrados a la excelencia en otras disciplinas y bajo el paraguas de una repercusión pública menor, el golf necesita todavía un espaldarazo.
¿Cuál es la verdadera barrera? En aquel 1977 de los pioneros, en España había 12.900 licencias federativas. Hoy se cuentan casi 350.000. "Aquí pasa lo mismo que con Tiger. Severiano solo hay uno", razona Quirós. "En España, lo único que se sigue es el fútbol. Aunque un español gane un grande, no creo que cambie eso. El golf no se sigue. No somos un país deportivamente abierto. ¿Quién sigue ahora la fórmula uno cuando Alonso no gana? Mucha menos gente... Solo se piensa en el fútbol y a rachas en otros deportes. Si Sergio García ganara un grande, la repercusión sería pasajera", abunda el gaditano, también futbolero, seguidor del Atlético.
Sergio García. El señalado. Desde 1999 es un ejemplo de regularidad entre los mejores sin tocar la gloria. Ha conseguido 17 clasificaciones entre los 10 primeros en un grande, entre ellas tres segundos puestos. El castellonense, de 31 años, está llamado al éxito. "Me ha faltado suerte. He estado muy cerca. Pero siempre he sido competidor y he vuelto después de unos años muy duros. Ahora estoy en mi madurez. He aprendido de los fallos", afirma El Niño.
"Un grande es muy difícil. Donald, Westwood y Jiménez no tienen ninguno", recuerda Larrazábal. "En un país con 350.000 federados no es fácil", advierte Manuel Piñero con la perspectiva de su experiencia; "pero Sergio y Álvaro tienen todo el potencial. A Sergio le ha venido muy bien el bajón porque ahora de verdad es profesional, en el buen sentido. Antes iba al campo de manera demasiado distendida. Su personalidad se ha afianzado. Conoce las dificultades y eso le ha fortalecido. Y es un jugador para todo tipo de campos". "Sigo viendo ilusión en los jóvenes", apunta Olazábal; "eso está intacto, aunque ahora no es primordial ganar para vivir del golf. Antes era una obligación. Ahora, con tantos premios, no. Y eso se nota".
El golf mundial necesita a Tiger. El español, un golpe en la mesa. Tras los brotes verdes de 2011, los alicientes son grandes en 2012: la vuelta de Woods, la pujanza europea, la consagración de McIlroy y el gran reto español.
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