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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Peregrinaje por el encuentro de dos mundos

En el capítulo de reconocimientos al final de este libro, Peter Carey confiesa que el motor principal de la escritura de esta novela fue la lectura del clásico De la democracia en América, de Tocqueville. Lo ha debido de ser, aunque la lectura del libro nos recuerde que, afortunadamente, la novela es ante todo ficción y ficción son también los dos personajes centrales, el aristócrata francés Olivier-Jean-Baptiste de Clarel de Barfleur de Clermont y el criado que pone a su disposición su madre por medio de un amigo, John Larrit, alias Parrot.

El libro comienza presentando a sus dos personajes, que se alternarán en la narración, desde su infancia y juventud. El niño Olivier pertenece a una familia escondida en provincias tras el Terror, que detesta a Napoleón y suspira por la vuelta del rey, vuelta que se producirá sin especial recompensa para ellos, seguida del decepcionante breve retorno de Napoleón y el nuevo regreso de la monarquía. Carey relata el contraste entre la dulce y atribulada infancia del débil y protegido Olivier y el duro aprendizaje de la vida de Parrot con eficiencia, utilizando una elegante escritura para el mundo de Olivier y un estilo que recuerda la locuacidad y desparpajo de Laurence Sterne para el de Parrot. Olivier y su amigo de juventud, Bacqueville, lectores y liberales moderados sin dejar de ser nobles, según su propia expresión, se encontraban en una situación en la que "mientras los consejeros de los reyes intentaban hacer retroceder la revolución y los burgueses la empujaban hacia delante, nosotros ocupábamos una categoría propia, sospechosos para un bando y para el otro y vivíamos en un estado constante de contradicción y confusión, incapaces de imaginar lo que nos depararía el futuro".

Parrot y Olivier en América

Peter Carey

Traducción de Montserrat Gurguí

y Hernán Sabater

Mondadori. Barcelona, 2011

464 páginas. 23,90 euros

Más información
"Necesitamos el humor como la luz que te alumbra"

El padre de Olivier, inquieto por el rumbo que los acontecimientos toman en Francia, considera la posibilidad de alejar a su vástago del peligro enviándolo a América, cosa que el muchacho, muy afectado por la muerte en duelo de su amigo, no desea; pero en las novelas las cosas suceden cuando conviene y Olivier acabará siendo embarcado hacia América contra su voluntad, bajo los efectos de una considerable ingestión de coñac y encomendado a Parrot por mediación de un amigo de su madre, un noble francés que resulta ser un verdadero sinvergüenza. La novela sólo entra en materia -es decir: en América- a partir de la página 180, donde comienza el peregrinaje de nuestros dos héroes. Carey juega hábilmente con la condición de criado o siervo de Parrot y la distancia y atención de Olivier hacia la sociedad democrática del Nuevo Mundo para hacer una jugosa descripción de esa sociedad a ojos de dos personajes de tan diferente extracción y, a la vez, tan ajenos a esa nueva sociedad. La retranca de un Parrot suficientemente maltratado por la vida y el interés desapasionado de Olivier convierten el relato en una exhibición del mejor humor.

La pasión amorosa será también un hilo conductor. La de Parrot por su amada Mathilde y la de Olivier por Amelia Godefroy, que acabarán de modo bien distinto, se convierten en una recurrencia del relato para combinar las aventuras americanas con los sentimientos de los personajes. Sin embargo, llega un momento en que el lector se pregunta por qué diablos recurre Carey a la figura de Tocqueville (en la que se inspira para componer su Olivier). La novela tiene un fondo de apoyo muy evidente: Dickens. Tanto en su discurrir puramente narrativo como en sus extravagancias y en su peculiar humor, así como en la sensibilidad hacia los desamparados, hay un uso deliberado de la tipología dickensiana. Esto, que hace notablemente entretenida la obra, la convierte también en una escritura sobre plantilla que, por más lucida que quede, no deja de ser una escritura previsible. Y en lo que respecta a Tocqueville, su recuerdo se va difuminando a medida que el personaje Olivier se centra, se construye y acaba por independizarse de su modelo. Esto, que no es malo sino una virtud literaria, nos obliga a preguntarnos de nuevo por qué apoyarse en Tocqueville. La anécdota no lo necesita y, en cambio, crea obligaciones innecesarias; pero este es un libro entretenido, inteligente y bien escrito, lo cual es bastante. -

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