Compromiso con la sanidad "universal" y guiños a la mujer
En su toma de posesión, Ana Mato dio que hablar por lo que dijo y por lo que no dijo. Lo que dijo la nueva ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad es que su prioridad es "garantizar la sanidad universal"; lo que no pronunció fue el adjetivo "gratuita", matiz no menor cuando arrecia la polémica sobre un copago por el paciente. Lo que dijo es que defenderá el bienestar de mayores y discapacitados; lo que no aclaró es si cree, como su presidente, que la Ley de Dependencia es difícil de mantener. Tampoco iba a resolver todas las dudas el primer día.
Ana Mato (Madrid, 1959) habló, y mucho, de igualdad, palabra que se salva como tercer apellido de su ministerio, después de que Zapatero degradara este departamento tan simbólico para él a Secretaría de Estado. Seguirá siendo una Secretaría de Estado, la única del Ministerio, pero también se ocupará de Servicios Sociales, incluido el espinoso asunto de la Dependencia, una prestación recién nacida y ya amenazada de asfixia financiera. Así que no habrá un alto cargo dedicado en exclusiva a promover la igualdad, palabra que en el Gobierno anterior se utilizaba para referirse sobre todo a la situación de la mujer y que en boca de Mato es igualdad "de oportunidades".
Hubo, en todo caso, guiños al interés femenino. La ministra sostuvo que la igualdad está jurídicamente resuelta en la Constitución, pero muy lejos de ser real, sobre todo en el ámbito del empleo. Y se refirió con rotundidad a la lucha contra "esa lacra del siglo XXI que es la violencia contra las mujeres". No la llama violencia de género (en eso coincide con la RAE) pero la pone en un lugar destacado de su agenda. Ni palabra de la reforma de la ley del aborto que Rajoy anunció en campaña, pero que nadie esperaba encontrar en la lista de tareas más urgentes.
Mato prometió diálogo y consenso -con la oposición, las autonomías, los profesionales, los pacientes, los consumidores- pero también "reformismo". El tiempo dirá qué reformas considera más apremiantes. En la investidura, su presidente le puso como deberes una ley de servicios sanitarios básicos, anuncio oportuno cuando hay autonomías que niegan la atención sanitaria a los desplazados, a los vecinos limítrofes, a los parados de larga duración o a los inmigrantes. De ahí que Mato apelara a la sanidad "universal". Si la revisión de la lista de prestaciones básicas va a implicar recortes en los servicios o nuevas vías de financiación, el temido copago, Mato se cuidó de siquiera insinuarlo. Alguno se habría quedado más tranquilo oyendo la palabra "gratuita". Que añadiera "pública" quizás era mucho pedir.
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