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Columna
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Reglas

David Trueba

Más allá de boicoteos y acciones punitivas, es interesante la trifulca en torno al programa La noria tras la entrevista pagada a la madre de un joven condenado por encubrimiento de un crimen. Los espectadores de tele han renunciado al poder de transformación sobre el medio, así que la retirada de los anunciantes tras una campaña inducida deja sabor a falsa moral, a conveniencia comercial frente a los dos millones de adictos televidentes. Los anunciantes han sido distribuidos en otros espacios en la misma cadena, por lo que el daño económico se amortigua. Que el último en retirarse fuera Pato WC no dejaba de provocar un aire letrinesco al asunto. Si las marcas esperan que los consumidores los perciban como responsables de la moralidad televisiva, llegan con mil parrillas de retraso.

Al final la polémica se encastilló lejos del detalle esencial. ¿Debe un condenado judicialmente o sus familiares acudir a los medios a cambio de dinero o eso es lucrarse con el delito? Sucede a menudo en nuestra tele. Otra cosa bien distinta es la libertad de expresión. Aunque sea duro de asumir, un gran país ha de saber que acoge víctimas, pero también criminales. Ponerse en la piel del otro, y no solo cuando es fácil ser el otro, nos fortalece para no ceder a regresiones como la cadena perpetua y las condenas de muerte.

Pilar Rahola escribió un pasional descargo en La Vanguardia, donde consideraba inquisidores a los promotores de la campaña y denunciaba más telebasura el debate entre los dos candidatos a la presidencia del país sin preguntas de periodistas que el desfile de carnaza criminal a cambio de dinero. Y acusaba de doble moral a los que no estuvieran de acuerdo con ella. No sé hasta que punto una defensa tan desmedida del programa propio no persigue tan solo evitar el debate por el método de la agitación populista. La llamada al boicot puede ser una muestra de intolerancia, pero nacía del cansancio ante la impunidad. La retirada de los anunciantes será hipócrita, pero eficaz. El ideal: que en la tele rijan algunas normas transparentes aceptables por todos y así se deje menos espacio para la manipulación, las declaraciones grandilocuentes y las campañas moralizantes.

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