El antídoto de Wilco también es perfecto
Los norteamericanos arrasan en Vigo con un directo impecable y generoso
Quizá suenen demasiado perfectos en vivo, todo bajo control, pero también había una dosis enorme de cálculo en Yankee Hotel Foxtrot y A Ghost Is Born, sus discos más transgresores, y no parece molestarle a nadie. Tras diecisiete años largos de carrera, Wilco arrastran con dignidad ocho discos, una tonelada de hermenéutica y un directo impecable. La noche del viernes dejaron caer en Vigo dos docenas de canciones, desde la temprana Box Full of Letters hasta las que han reconciliado a Jeff Tweedy con su público más cerebral, las de The Whole Love. El antídoto también es perfecto. Arrasaron.
Siempre pierde alguien. El tirón de los norteamericanos no colmó las expectativas de quienes los habían traído de nuevo a Galicia: los promotores de It Happened In y los vigueses de Sinsalaudio. Esperaban una buena entrada en As Travesas y tuvieron que conformarse, a última hora, con llenar el Auditorio do Mar con cerca de 1.500 personas. Ganaron el oído y el telonero. Jonathan Wilson lució cómodamente las canciones de Gentle Spirit como un Neil Young al frente de Pink Floyd.
El grupo encarna ese sueño recurrente al menos en un par de generaciones
El público no esperó al solo incandescente de Impossible Germany para confesar por qué estaba allí. Cada vez que Nels Cline frotaba las seis cuerdas, saliese o no saliese el genio de la guitarra, le regalaba una ovación. Cada vez que Tweedy insinuaba la melodía de un clásico, ya fuese Ashes of American Flags o Handshake Drugs, otra ración cerrada. Y con cada coreografía de luces y con cada estribillo a tres voces. Entregado desde el principio, antes incluso del primer acorde.
Tweedy es antipático cuando las condiciones objetivas se lo permiten. Como casi todo el mundo. Si tienes que parar el concierto a la mitad para poner orden en tus pedales y no quieres que 1.500 pares de ojos se concentren en el sudor de tu ayudante, mejor ser amable y bromear.
Y si además te encuentras un auditorio agradecido y fácil de transitar, por qué no vas a quitarte el sombrero un par de veces. Aunque no saludes hasta el minuto 30. A Leonard Cohen también le funciona.
Después de la pausa técnica todo volvió a su sitio con Born Alone y Hummingbird, pero el mayor gesto de agradecimiento fue justo al final. Se lo habían pedido a gritos desde el patio de butacas y él había respondido con un parco "ok". Ni que sí ni que no. Tras Jesus, etc e Impossible Germany, la primera parte debía acabar despacio, mecida por One Sunday Morning. Así estaba en el setlist.
Lo que ocurrió fue, sin embargo, todo lo contrario. Tweedy susurró el primer verso de Misunderstood y el auditorio se puso en pie para celebrarlo. El resto ya es euforia.
Al inicio, entre la fronda ruidosa de Art of Almost y la musculatura de I Might, los temas que arrancan el reciente The Whole Love, casi doce minutos pantanosos, uno se pregunta cómo diablos estos tipos de Chicago pueden llenar auditorios, desatar debates intestinos en lo que queda de la crítica y seducir todavía a los grandes medios. Al cabo de dos horas y media y una docena de bises, también se da cuenta de que Wilco encarna como puede ese sueño imposible pero recurrente, al menos, en un par de generaciones. ¿Y si el mainstream no tuviera por qué ser necesariamente una basura?
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