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La lluvia agrava el desastre del fuego

Científicos y ecologistas claman por la restauración de los montes calcinados

"Pasó lo peor que podía pasar". El doctor Francisco Díaz-Fierros, especialista en edafología de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), resume en esta frase lapidaria el castigo de la climatología gallega que en octubre se desató con una ola de calor insospechada, pasto abonado para los incendios, que sin tregua tornó en lluvia torrencial. "La peor situación que se podía dar era la de estas lluvias porque provocan una erosión tremenda en el suelo".

El equipo de Díaz-Fierros ya había medido -en un estudio iniciado hace un año y finalizado en septiembre- la erosión de O Invernadoiro, parte del macizo montañoso ourensano sobre el que el fuego se cebó sin piedad en este otoño caluroso y reseco. No solo ardieron los árboles como cerillas en las zonas medioambientalmente protegidas de la provincia de Ourense, también se queó el suelo en un incendio subterráneo, sostienen especialistas forestales y medioambientalistas.

En zonas de O Xurés ya no hay bosques que regulen el ciclo del agua

Pero incluso para este panorama de incendio absoluto habría habido remedio si el clima no se hubiera puesto tan en contra. El estudio sobre la erosión en O Invernadoiro demuestra que cubriendo el suelo con simple paja tras los fuegos "se reduciría el 80% de los riesgos de erosión". La inmediatez de la lluvia tras los tremendos incendios de octubre impidió poner en práctica el remedio.

El proyecto científico habría sido válido si la naturaleza hubiera mantenido un previsible ciclo de calor en los meses de verano y -como pensaba el conselleiro de Medio Rural, que despidió a más de la mitad de la plantilla de brigadistas en septiembre- hubiera respetado el otoño. En ese caso, durante la segunda quincena de septiembre y octubre se habrían vaciado toneladas de paja sobre los montes requemados. Ya llegarían después las lluvias a batir infructuosamente sobre ellas.

Especialistas forestales como el representante de los grupos medioambientalistas en el Consello Forestal de Galicia, Xosé Santos, sostienen que el panorama tras la oleada de incendios "es desolador" y coinciden con el científico en que las lluvias torrenciales han provocado ya una erosión fuera de serie "arrastrando consigo el suelo hacia los ríos y provocando un gran daño sobre la fauna piscícola". Lo malo no es ya que hayan ardido de forma salvaje montes y bosques emblemáticos de la Galicia interior. Lo verdaderamente malo, explica Santos, es que los fuegos prendieron con crudeza en zonas previamente calcinadas, desprovistas, secas ya por otros fuegos anteriores. Esto es, en zonas, como el Parque Natural do Xurés, Reserva de la Biosfera, donde manda la piedra caliza y ya no hay bosques que regulen el ciclo del agua, que empapen y dejen caer después poco a poco el líquido.

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Las zonas con mayores distintivos medioambientales, las más protegidas, son también las más empinadas, las que tienen más escorrentías. La ausencia de bosque, el suelo abrasado fuera y dentro y la lluvia despiadada que ha caído, han arrastrado ya con todo.

Los grupos medioambientalistas a los que representa Santos en el Consello Forestal de Galicia, presidido por el conselleiro de Medio Rural, piden ya a la Xunta la elaboración de planes de recuperación y restauración del subsuelo. Medidas "que fijen el suelo y encaminadas a restaurar la cubierta vegetal". El doctor Díaz-Fierro sostiene que en situaciones anómalas como la de este año, en el que el calor que fomenta los fuegos eligió el otoño, hacen imposible adoptar medidas como la que el equipo universitario demostró eficaces.

La Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) coincide con los grupos medioambientalistas en demandar medidas urgentes a Medio Rural en las zonas quemadas de pastoreo y aradura. La sociedad naturalista ha reclamado ya a la Dirección Xeral de Producción Agropecuaria información de las medidas que ha puesto en marcha para llevar a cabo las labores de control, vigilancia y seguimiento de las zonas afectadas y hacer cumplir la ley de prevención contra los incendios que prohíbe el pastoreo en zonas afectadas por fuegos forestales en un periodo de dos años.

El clamor por la restauración del patrimonio perdido es unánime entre los grupos medioambientalistas. La asociación Verdegaia destaca que no debe de ser excusa la intencionalidad de los fuegos. Esa intencionalidad es, invariablemente, "del 80% año tras año" y advierten que la actual política forestal debe cambiar hacia la gestión sostenible de los montes "potenciando la multifuncionalidad frente a la producción intensiva monoespecífica de eucaliptos y pinares" y revitalizando el papel de las mancomunidades de montes "como vertebradores del tejido social en el rural". Con la misma intensidad que la lluvia llegan las demandas de una actuación rápida en las zonas afectadas para "evitar la erosión" que, según el edafólogo Díaz-Fierros, ha sido inevitable en esta ocasión por el comportamiento impropio de la meteorología.

Los daños en el patrimonio natural

Cuando pasó lo peor que podía haber pasado y llegaron las lluvias sin piedad a devastar aún más lo calcinado, habían ardido más de 8.000 hectáreas en el Macizo Central ourensano (incluye los parques naturales de O Invernadoiro y diversos Lugares de Interés Comunitario), según fuentes de los servicios forestales. Duplican la cifra de 4.000 hectáreas ofrecida por Medio Rural. Ese mismo balance de 8.000 hectáreas lo manejan grupos ecologistas como Erva (Estudio de Defensa de la Naturaleza de Santiago) que ha remitido a Medio Rural un informe sobre las consecuencias de los incendios y las lluvias posteriores.

El desolador panorama supuso, en esta zona del Macizo Central, la afección de más del 90% de la superficie de depósitos fluvio-glaciares, la afección a pastos naturales, a especies vegetales que atravesaban la sierra y a los hábitats de interés comunitario de las sierras del Macizo Central.

En O Xurés ardieron 3.000 hectáreas del LIC Baixa Limia y los daños se cuantifican en afecciones de hábitats propios de afloramientos rocosos y pastos naturales, zonas de nidificación de aves protegidas y de cría de cabras con programas de recuperación en la Serra do Xurés.

Además, las áreas afectadas son todas ellas de elevada pendiente lo que provoca, sostiene el informe de Erva, la sucesión de procesos erosivos en cuanto caen las primeras lluvias, lo que afecta "gravemente" a ríos y especies protegidas.

Ecologistas, forestales y científicos reclaman a la Xunta la recuperación del patrimonio afectado. La Consellería eludió la invitación de este diario a pronunciarse.

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