En la liga de los grandes
Jugar en la liga de los grandes no se consigue sólo a base de reverenciar con fidelidad a los clásicos. Se logra también a base de redimensionar sus escrituras. Y no necesariamente con la audacia de la experimentación, sino también merced a una personalidad tan desbordante que consiga destilar con maestría las más finas hierbas del género en cuestión, hasta hacerlas parte de un código reconocible y, a la vez, propio.
Eso podría ser ya suficiente para que a uno le den de comer aparte. Por si fuera poco, Will Oldham, el hombre que se oculta tras Bonnie Prince Billy (que logra todo eso con el folk, el country o el gospel) es de esos artistas que logran malear su repertorio sobre un escenario hasta multiplicar, a veces hasta el infinito, su efectividad expresiva. Tanto el inicio (Southside Of The World) como el cierre (New Partner) evidenciaron ese vigor, un par de chutes de júbilo bombeando su flujo, que sitúan a su autor millas por encima del sombrío y quejumbroso timbre con el que se dio a conocer hace casi veinte años: ahora se muestra como un intérprete colosal.
BONNIE "PRINCE" BILLY
Will Oldham: voz y guitarra; Emmett Kelly: guitarra; Danny Kiely: contrabajo; Angel Olson: voz; Ben Boye: teclados; Van Campbell: batería. El Loco. Valencia, miércoles 26 de octubre.
La respetuosa fidelidad a los cánones de Nashville que muestra una importante parte de su temario, y que contribuyó a que su show alcanzase las dos horas, queda más que diluida cuando suenan The Sounds Are Always Begging o That's What Our Love Is (con su atronador cierre), dos piezas de su álbum con The Cairo Gang que irradian una belleza tan abrumadora que aturde.
Y es que puede resultar hasta mezquino tratar de ver costurones a un directo con tantos momentos que rozan lo sublime, contrapunteado a veces por la preciosa voz de Angel Olson (primoroso su mano a mano con Oldham en Three Questions) y otras por la precisa guitarra de Emmett Kelly, su Nels Cline particular.
Antes de todo ello, a Abel Hernández y su valioso proyecto El Hijo les tocó bailar con la más fea. Porque no es faena agradecida la de prologar, ente el murmullo general, exhibiciones tan portentosas como la de Oldham y los suyos. Definitivamente, tipos que juegan en una división a la que muy pocos llegan.
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