El lento retroceso de la deuda
El próximo 31 de este mes de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro. Aprovechando la ocasión y el hecho de que tenemos datos recientes de la contabilidad no financiera de los sectores institucionales, parece oportuno dedicar la página de hoy a comentar cómo evoluciona el ahorro en nuestro país, especialmente el de los hogares, dado que ya comentamos en las semanas anteriores el de las empresas y Administraciones públicas. Además, estos datos los ha completado el Banco de España esta semana con los de las cuentas financieras, de donde podemos obtener información tan relevante como la evolución de la deuda, madre de casi todas las batallas que está afrontando la economía española.
Las expectativas no mejoran y los hogares no van a elevar su consumo en el próximo futuro
Nuestro problema es que la deuda está contraída con el exterior en mayor medida que en otros países
El ahorro de los hogares ha sufrido vaivenes profundos desde el comienzo de la crisis. Con antelación a ella, dicho ahorro, como porcentaje de la renta disponible, mantuvo una tendencia a la baja, normal teniendo en cuenta que en las épocas de expansión de la economía los hogares ven el futuro con optimismo y bajan la guardia, dedicando al consumo una porción de su renta cada vez mayor e incrementando su deuda para financiar su inversión en capital fijo, que fundamentalmente es la vivienda. Si la bajada del ahorro y el aumento del endeudamiento son moderados, no pasa gran cosa, la economía puede seguir expandiéndose sin grandes problemas. Pero, cuando el ahorro es demasiado bajo y la deuda muy alta, enseguida se presentan problemas, que en función de cuál sea el contexto económico general y sobre todo el financiero, pueden generar una crisis más o menos grave. La actual es la más grave y duradera desde que tenemos estadísticas.
La reacción de los hogares (y de las empresas) ante una situación de graves desequilibrios financieros es bien conocida: recortan bruscamente su gasto en consumo e inversión fija para generar ahorro y disminuir su deuda, o simplemente, para aumentar sus defensas ante lo que pueda venir (ahorro por motivo precaución). Estos factores fundamentales, más las bajadas fiscales y la ganancia de poder adquisitivo en 2008 por la reducción del precio del petróleo, hicieron que la tasa de ahorro se disparara, alcanzando un máximo histórico del 18,5% de la renta disponible a finales de 2009.
Pero parece que los hogares se pasaron de frenada y en 2010 se animaron a consumir algo más, justo cuando su renta y su poder adquisitivo se venían abajo por las subidas fiscales y de la inflación (petróleo), los recortes de las prestaciones sociales y la moderación salarial. La tasa de ahorro inició un rápido descenso hasta situarse en el 12,8% de la renta en el segundo trimestre de 2011. No es que ahora los hogares vean de nuevo el futuro con más optimismo, sino que los factores señalados les han sorprendido y pillado a contrapié, resintiéndose de ello el ahorro. Moraleja: dado que las expectativas no mejoran, que la renta tiende a estancarse y que la tasa de ahorro ya está llegando a su nivel medio histórico, los hogares no van a aumentar su consumo en el próximo futuro. Lo estamos viendo ya este año.
El gráfico superior derecho muestra la evolución de la deuda bruta de los sectores. En todos ellos, excepto en el sector público, dicha deuda, como porcentaje del PIB, alcanzó su máximo en algún trimestre de 2010 y posteriormente comenzó lo que se prevé sea una tendencia a la baja que se debería prolongar durante varios años en adelante. Es lo que en la jerga financiera se denomina proceso de desapalancamiento. También este proceso va a determinar la capacidad de gasto en los próximos años, por lo que no cabe prever una etapa de expansión como la vivida entre 1996 y 2007, a no ser que dicha expansión se base en reformas estructurales de calado que mejoren sustancialmente la eficiencia y competitividad de nuestra economía.
Los gráficos inferiores muestran una comparativa de la deuda de los hogares y sociedades no financieras de varios países. La deuda española es más elevada que la media de la zona euro, sobre todo la de las sociedades, pero no encabezamos la clasificación. Nuestro problema es que dicha deuda, así como la pública, está contraída en mayor medida que el resto de países con el exterior, lo que nos hace muy vulnerables a la actual crisis financiera.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas)
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