_
_
_
_
_
Reportaje:LAS PRIMERAS VÍCTIMAS | FAMILIA DE BEGOÑA URROZ | ¿Y después qué?

"Falta un gesto hacia las víctimas"

A fuer de haberse dicho y escrito miles de veces a lo largo de casi medio siglo, el guardia civil José Antonio Pardines Arcay, muerto el 7 de junio de 1968, ha pasado a la historia como la primera víctima de ETA. Sin embargo, la familia Urroz Ibarrola siempre ha estado convencida de que quien encabezó la sangrienta lista etarra fue la niña Begoña Urroz, fallecida el 27 de junio de 1960 por una bomba incendiaria que explotó en la estación donostiarra de Amara.

Begoña, de solo 22 meses de edad, había ido con su madre Jesusa, que se ganaba un dinerillo ayudando en la consigna ferroviaria a su tía Soledad Arruti. A las siete de la tarde deflagró una maleta depositada en uno de los armaritos de la consigna. La reseña que el atentado mereció en los periódicos de la época se limitó a una escuálida nota del Ministerio de la Gobernación en la que daba cuenta de la explosión de cinco artefactos: uno en un furgón del tren correo Barcelona-Madrid, entre los municipios zaragozanos de Quinto y Pina de Ebro, y los otros cuatro en otras tantas consignas de Barcelona, Madrid y San Sebastián (una en la estación del Norte y otra en la de Amara).

Más información
ETA decidió su fin en julio

El atentado apenas tuvo repercusión social ni política. El 1 de julio de 1960, La Voz de España publicaba una breve reseña dando cuenta del "sepelio y misa de gloria por la niña Begoña Urrosi" (sic), a la que asistió el gobernador civil de Guipúzcoa, José María del Moral, para dar el pésame a la familia. El Diario Vasco insertaba ese mismo día una foto del oficio religioso. Pero no hubo manifestaciones públicas, ni actos de repulsa por el asesinato, ni concentraciones ciudadanas. Solo el silencio.

Ningún grupo criminal reivindicó el atentado. El Ministerio de Gobernación dio una nota abstrusa en la que señalaba: "Con estos hechos se ha pretendido dar cumplimiento a las consignas terroristas que elementos extranjeros, en cooperación con separatistas y comunistas españoles, vienen propugnando insistentemente". ¿Bajo qué siglas se ocultaban esos "separatistas"? Jamás se aclaró.

Entonces, ETA solo tenía un año de existencia, pero nadie sabía nada de ese grupo. Poco después empezaron a aparecer en Euskadi panfletos firmados con estas siglas, según recuerda la familia Urroz Ibarrola. "Nosotros siempre hemos tenido claro que ETA mató a mi hermana", dice Jon. "Durante mucho tiempo, este asesinato, al igual que el resto de atentados de aquellos días, fue atribuido al anarquista Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL). ETA nunca asumió la autoría de la bomba" escribe el periodista vasco Florencio Domínguez en su libro Vidas rotas. Hay otros estudiosos que insisten en la autoría del DRIL.

El fallecido Ernest Lluch, exministro de Sanidad con Felipe González, indagó en ese confuso y olvidado atentado. Y el 19 de septiembre de 2000 publicó en El Correo un artículo titulado La primera víctima de ETA, en el que escribía que "el esperable resultado de una muerte especialmente repugnante debió conducir a una discreción absoluta" por parte de la banda terrorista. Lluch concluía su artículo así: "Indigno inicio en el pecado original de ETA".

¿Qué opina la familia Urroz del panorama que se abre ahora? "Es un avance importante, aunque ETA debería haber anunciado su disolución. Como también echamos en falta que no haga ni un solo gesto hacia las víctimas, ni pida perdón ni reconozca el mal que ha causado a tanta gente", declara Jon, hermano de la pequeña Begoña. "Mi madre, a sus 85 años y tras haber pasado tres infartos hace unos meses, también está contenta. ¿Quién va a decir lo contrario?", añade.

"Creo que esto será el final de ETA, pero a uno siempre le queda la duda, siempre tienes el temor a que haya una escisión. Pero, en cualquier caso, es una alegría que termine esto", concluye Urroz.

Manuel Pardines, uno de los hermanos del guardia civil de Tráfico asesinado por ETA en Villabona (Guipúzcoa), fue alcalde de Malpica de Bergantiños (A Coruña) entre 1991 y 1999. Alguna vez ha recordado: "No sabíamos ni quién lo había matado ni por qué". Fue tiroteado en un control por el etarra Txabi Etxebarrieta.

El apellido Pardines se ha repetido hasta la saciedad en la prensa. A la familia la han llamado para actos conmemorativos. Siempre ha dicho que no. Ha huido del siniestro protagonismo que conlleva estar en los inicios de la negra historia de ETA. En su día, los Pardines lloraron su dolor en silencio... y así han querido mantenerse siempre. "Perdóneme, pero no quiero decir nada", se limitó a excusarse Manuel el pasado viernes.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_