Los voluntarios parchean la falta de medios contra el fuego en Ourense
La tierra sigue caliente y el sol del mediodía aviva incendios ya extinguidos
Álvaro Fernández, voluntario que llegó anteayer de Madrid y ya lleva dos fuegos apagados, en A Gudiña y Loureses (Os Blancos), ha tomado la iniciativa ante el desconcierto que cunde en los fuegos forestales. Acaba de convencer al retén de un helicóptero para que, mientras él riega, hagan un contrafuego que frene la expansión del incendio que hace tres días prendió en A Boullosa y fue escalando la ladera hasta adueñarse de una cumbre mítica, los Penedos da Raíña Loba. El contrafuego no es sino una quema controlada, empujada por el hombre contra el incendio grande como freno, porque al fuego, que es un ser vivo, no le gusta la tierra calcinada. Ahora arde la Pena da Muller Deitada, y todo el perfil rocoso humea ante los 13 vecinos que quedan en Covas (Os Blancos).
Álvaro Fernández llegó de Madrid y ya lleva dos fuegos apagados
Los helicópteros que van cargando en el embalse de Salas no dan abasto
Solo se ven coches del Ejército circulando entre los montes negros
El fuego acechaba a última hora la entrada al parque de O Invernadeiro
Domingo Rodríguez llora sin parar. Fue capataz forestal y ahora está jubilado y demasiado mayor para echar una mano. El martes "casi sube", cuenta su mujer, Rosa Araújo, pero no le dejaron. Y él llora por la impotencia. El de A Raíña Loba es un paisaje demasiado bonito, no se merece esto.
Álvaro y sus dos compañeros voluntarios tuvieron ayer un día difícil. Pincharon una rueda de la autobomba y no eran capaces de repararla. El vehículo lleva un depósito de 500 litros de agua "que dan para mucho". Lo compró con su dinero hace siete años, y desde entonces acude a cualquier lugar cercado por las llamas sin pedir nada a cambio. Su abuelo tenía las mismas manías, "iba con una pala a ayudar". Y él se estrenó con 12 años. Subió a apagar un incendio a la sierra de Madrid montado en su bicicleta, con una mochila de sulfatar llena de agua a la espalda. Ahora es dueño de un vivero forestal en la carretera de Valencia. Lo ha dejado todo en manos de dos trabajadores y se ha venido con otro, y con el hermano de este, que también se apuntó después de ver un par de telediarios.
En Pena Loba también se han puesto a trabajar los alumnos de Forestais, un ciclo de FP que se imparte en el instituto de Xinzo. Hace días pidieron permiso en la delegación de Medio Rural en Ourense, pero no tuvieron respuesta. Así que ayer decidieron echarse al monte antes de que desaparezca. Arriba, los helicópteros que van cargando en el embalse del Salas no dan abasto.
En el pabellón de Xinzo comen y echan una siesta los militares que trabajaron toda la noche en los sucesivos fuegos que han devastado el feraz valle del río que da nombre al embalse. En la zona Defensa ha destacado 100 efectivos de la UME. Por la carretera de Xinzo a Calvos de Randín solo se ven coches del Ejército y bulldozers, circulando entre los montes negros. La guerra está claro que no ha terminado. Por la mañana cayeron cuatro gotas y hasta primera hora de la tarde las nubes no dejaron sitio a los claros. Parecía que los fuegos estaban extinguidos. Pero sobre las 12 el subsuelo candente volvió a prender, jaleado luego por los rayos del sol.
En Río Seco, en Requiás, en Feás, en el Couto Mixto, en Tosende... Todos los vecinos seguían alerta la evolución de las llamas. Durante la madrugada, los de Feás (Calvos de Randín), unos 30, la gran mayoría jubilados, "temblaban" recordando el fuego forestal que en 1955 arrasó medio pueblo "porque entonces no había helicópteros, ni aviones, ni siquiera carretera". Entre el martes y la madrugada de ayer, las llamas sitiaron, igual que aquella vez, el barrio de Outeiro, y llegaron "a menos de 100 metros de las casas" y de la granja "de ovejas y de abejas" de Julio Alonso. "¡Julio, Julio!, ¡que vuelve a prender allá!", avisaba a gritos ayer otra vecina, Julia, al descubrir una columna de humo resucitando detrás del establo.
En este pueblo cercado de ceniza y humaredas, donde todos los perros, salvo Pili, que es chica, llevan nombres de estrellas del Madrid (Zidane, Beckham, Raúl), no parecen contentos con la gestión de la Xunta, que "escondió" la catástrofe mientras pudo. "Esto de los incendios es como un embarazo: hinchó y ya no se pudo disimular", explica Lisardo.
En todas partes se asume que hay manos que prenden el fuego, que toda la provincia arda no es casualidad, y está claro que "no es nadie de aquí, porque nadie del pueblo, aunque sea malo, querría esto". Pero en Baltar ha calado el mensaje de la Xunta. Francisco Cubelas, de vuelta a casa con un cordero recién nacido en los brazos, habla de "mafias políticas", y cuenta que le han explicado que "todo esto es porque parece que en las elecciones que vienen va a entrar el Rajoy".
Francisco es vecino de Tosende, y nunca dice que el fuego empezó aquí o allá, sino que "le chiscaron" aquí o allá. En su pueblo ardió lo comunal y lo particular, tornaron las llamas en el cementerio, pero el fuego cruzó la carretera, atravesó el riachuelo y de postre engulló la vega del Salas. Los medios antiincendios abandonaron pronto el lugar y las hogueras volvieron a la vida varias veces. Ahora, a Francisco le preocupa ya otra cosa. Se ha enterado de que está prohibido llevar los rebaños a los prados quemados cuando empiece a rebrotar la hierba. No sabe cómo va a alimentar a sus 28 ovejas. "Habrá que venderlas todas y cerrar la facenda", suspira. Él aún tiene suerte, porque está jubilado y cobra una pensión.
A las ocho y media de la tarde, en la Praza Maior de Ourense el Comité de Defensa do Monte convocó una asamblea para preparar una manifestación, el sábado. Ayer, medio Ourense seguía ardiendo y para hoy se anunciaba más sol. La situación más preocupante se situaba en Vilariño de Conso, donde un fuego con un frente de varios kilómetros se encontraba al anochecer a las puertas de un espacio protegido, el parque natural de O Invernaeiro. Con todo, la bajada de las temperaturas facilitó los trabajos de extinción y pudieron controlarse tres de los principales fuegos de los últimos días, en los municipios de Lobios, Manzaneda y Maceda. Entre los tres han arrasado al menos unas 4.000 hectáreas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.