Sobre la estela del mito

Eleonora Cassano ha tenido una larga y fructífera carrera de bailarina clásica; ha pisado los mejores escenarios del mundo y fue mucho tiempo partenaire preferida de Julio Bocca, a través de quien la descubrió el público madrileño; en Buenos Aires, ella también ya tiene tintes de nuevo mito. Después Cassano derivó con inteligencia su presencia escénica, dosificó las apariciones y por fin culmina ruta con una revisión del mito de Eva Perón, el más grande de Argentina y de la que no vale puntillear los mismos tópicos que se han hecho fuertes en estas décadas, primero desde el musical y después con el filme.

Eleonora viene de una formación que le permite con soltura acceder a la más completa transformación teatral, que es en este caso lo que pide la asunción de un personaje cuyas claves estéticas y su iconografía están indefectiblemente fijadas en el inconsciente colectivo. Eleonora se convierte en una Eva Perón convincente y además demuestra encontrarse en

una espléndida forma física, algo que no es aprovechado en todo su arco posible.

La Duarte tiene forma de musical danzado, con escenas más potentes que otras. Al acercarse el final, cambia el registro y las texturas, se hace más oscuro y expresivo. Probablemente se ve obligada la coreógrafa a seguir su propio guión, de demasiado dedillo, y se nota la ausencia de un gran cuerpo de baile que le hubiera dado más peso y volumen al producto. La coreografía navega entre las citas vernáculas y las fuertes figuras de un grupo de buenos artistas de ballet. La escenografía de Lucía Trevisacce y Carlos Bastante juega a lo económico y transportable, con dos elementos móviles que son el todo; las proyecciones, lejanas y a veces abstractas no siempre se implican en el asunto, aunque arrancan con altura en ese vídeo de "todos somos Eva".