Mozart, más cerca

No figura La finta giardiniera en esa selección de siete títulos líricos imprescindibles de madurez de Mozart, que se programan una y otra vez en todos los teatros de ópera del mundo. Cuando se tiene el privilegio de asistir a una versión como la que ayer se escuchó en el Real (esta tarde se repite), uno se siente inclinado a pensar en la grandeza de Mozart al margen de la edad. No tenía 20 años cuando compuso esta comedia de enredos, en que están perfectamente perfilados los personajes, magníficamente estructurados los concertantes y organizado con genialidad el sonido orquestal. Mozart ayer se sintió con cercanía. En primer lugar por la primorosa lectura de la excelente Freiburger Barockorchester, con una concertino de antología al frente, la entusiasta Anne-Katharina Schreiber, y con unos instrumentistas que no desmerecían en ningún atril, sea en la cuerda, en las flautas, en los fagotes o en el timbal. Los instrumentos de época dieron un color especial a la velada: envolvente, próximo. En segundo lugar destaca la armonía de los cantantes. Estuvieron ajustados a sus respectivos personajes. Con sensibilidad Karthäuser, con coraje Chappuis, con estilo y timbre mozartiano Ovenden, con sentido del humor Im y Nagy, con personalidad Pendatchanska, con seguridad Francis. Individualmente o en los conjuntos, y en complicidad con la orquesta, consiguieron que la representación transcurriese con fluidez, sin altibajos. En tercer lugar, last but not least, hay que rendirse al trabajo de concertación ordenado y preciso, lleno de espíritu, de René Jacobs, director que no envejece, y ahí está su reciente grabación de Agrippina, de Haendel, para testimoniarlo.