Climent y Vela
Vicent Climent, el sensato rector que tomó las riendas de la Universitat Jaume I en la capital de La Plana hace poco más de un año, acaba de suprimir alguna celebración de bienvenida que tenía más de banalidad que otra cosa. El dinero es poco y enorme la crisis. Es una cuestión de ejemplo, de coherencia y también de imagen vino a decir: "Cuando hay dificultades, hay que destinar el dinero público a ayudar a quien más lo necesita para que pueda seguir formándose y preparándose para un futuro mejor, y no podemos dedicarnos a quemar ese dinero público en macrofiestas nocturnas". Apuntó, además, lo contradictorio que resultaría estar solicitando continuamente a la Generalitat una mayor subvención pública para la educación superior y al mismo tiempo gastar unas cuantas decenas de miles de euros en diversiones innecesarias. El rector no anda falto del más común de los sentidos. En estas comarcas del norte valenciano no se oyó a nadie, con sano juicio, que emitiera crítica alguna a la medida del rector. Excepción hecha, claro está, del centenar de mozas y mozalbetes de buen ver que mostraron su disconformidad con un amago de pitada o cacerolada ante el rectorado: poco que siendo es nada entre los aproximadamente 15.000 estudiantes matriculados en los centros superiores de Castellón. Pero, con ser pocos, eran demasiados, porque el rector habló siempre de mantener las actividades culturales, o de destinar las partidas que se ahorren de los botellones macros a becas de comedor y de guardería para estudiantes con niños. Y, aunque pocos, eran una pena porque eran jóvenes, y con la sangre joven se saca uno la cacerola para mostrar la disconformidad con las pensiones vitalicias de trescientos y muchos de miles de euros que se adjudican antiguas directoras de cajas de ahorros con algo más que dificultades; sin canas ni calva, uno toca el pito con ganas para indicar el desacuerdo con los sueldos anuales de muchos miles de euros que perciben directores de aeropuertos sin aviones. Y estos dos últimos ejemplos se citan a guisa de ejemplo, que la larga lista de gastos desaforados y sin sentido se puede alargar cuanto ustedes, vecinos, quieran. En fin, si uno fuera joven haría, casi con toda seguridad, un elogio sonoro a la sensatez del rector, por interés propio, porque piensa en el futuro de los hoy jóvenes.
La misma loa debería recibir el consejero de Hacienda de la Generalitat valenciana, José Manuel Vela. Ustedes pudieron informarse en estas mismas páginas: en una reunión con sindicalistas, vino a decir que lo primero son los hospitales y las escuelas, y luego el tenis, la vela, las carreras de coches, las ciudades de las luces y las sombras, las tierras míticas y por mitificar, los mundos ilusionados o por ilusionar, las televisiones autónomas como derroches y cuanta obra faraónica se proyectó o se realizó en el imperio valenciano durante los últimos años. Tampoco anda falto de sensatez el consejero Vela, aunque es sensatez tardía en el seno de su grupo político.
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