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REPSOL / SACYR

Evitar batallas de accionistas

Repsol está haciendo una demostración de cómo no se debe responder al activismo de los inversores. El gigante del petróleo español está enfadado por un nuevo pacto de accionistas entre la constructora Sacyr y el grupo energético estatal mexicano Pemex. Pero algunas de sus demandas inmediatas tienen sentido. Por desgracia, lo que está consiguiendo Repsol por ahora es agravar el conflicto.

Resulta fácil entender que a Repsol le preocupe que dos de sus mayores accionistas hayan unido fuerzas. El riesgo de estos pactos es que un grupo selecto de inversores saque adelante un programa que no vaya en interés de todos los accionistas. Ambos controlan técnicamente cuatro de los 16 asientos del consejo, pero podrían disponer de más influencia en una junta de accionistas con baja asistencia.

Además, la alianza entre Sacyr, con el 20%, y Pemex, con el 9,8%, une a dos inversores con caracteres completamente diferentes. Sacyr tiene un historial de extraños movimientos corporativos, que incluyen una fugaz participación en el BBVA y en la francesa Eiffage. El presidente, Luis del Rivero, se enfrentó con el de Repsol, Antonio Brufau, por la política de dividendos en 2009. Por el contrario, Pemex ha sido un accionista pasivo y leal desde 1989.

Aun así, las peticiones de Sacyr y Pemex tienen algo de sentido. Su principal demanda es reintroducir la función de consejero delegado. Brufau está bien considerado, pero Repsol ha cambiado dos veces de director financiero en seis meses y ha eliminado el puesto de director de operaciones (COO). Un llamamiento para que Repsol busque sinergias entre sus filiales tampoco puede ser muy controvertido.

La idea de "fomentar medidas para que el mercado reconozca el verdadero potencial" de Repsol es inquietante, pero solo porque es muy vaga. La apalancada participación de Sacyr tiene fuertes minusvalías latentes y existe el temor de que el grupo constructor haga todo lo posible por elevar el precio de la acción lo suficiente como para poder facilitar una eventual venta o pagar un fuerte dividendo a costa de reducir las inversiones de la petrolera.

La dirección de Repsol se comporta como si fuese objeto de un ataque de grandes proporciones. Ha contratado a un grupo de abogados y banqueros y ha remitido el pacto al organismo de control de la energía con el argumento debatible de que Repsol participa en actividades reguladas al tener un 31% de Gas Natural.

El segundo accionista de Repsol, Caixabank, podría negociar una paz. A Brufau le nombró La Caixa. Repsol debería tomarse en serio algunas propuestas de Sacyr y Pemex. Pero estas deberían ser más transparentes en sus intenciones. Una lucha pública por el poder no interesa a nadie.

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