"Tenemos derecho a divertirnos trabajando"
Caterina Biscari (Modica, Italia, 1957) es una mujer decidida. Se ve a primera vista, cuando entra en el restaurante y señala al maître la mesa en la que se quiere sentar. Se ve también en su currículo científico y personal. Biscari estudió Física en la Universidad Complutense de Madrid; recién licenciada, se marchó a Ginebra para emprender una carrera en el CERN, el centro de investigación que alberga el acelerador de partículas y, como tantas mujeres, a base de malabarismos consiguió con el tiempo ser madre y científica, investigadora y ama de casa.
La física arranca con un café y desgrana la conferencia que pronunciará unas horas después en el congreso IPAC que reúne en San Sebastián a 1.200 especialistas en aceleradores de partículas. No habla sobre átomos, ni electrones, sino sobre las mujeres en la ciencia; conciliación de la vida familiar y profesional y promoción en esta carrera.
La física italiana impulsa el papel de las mujeres en la carrera científica
"Las mujeres y la física casan muy bien, el problema surge cuando las mujeres no tienen oportunidad de desarrollar sus carreras", comenta. Biscari se expresa en un perfecto español. "Soy mitad italiana, mitad española", señala a modo de tarjeta de presentación, mientras apura casi de un trago su primer zumo de naranja.
La científica no tiene dudas de cuál es el principal obstáculo de las mujeres para labrarse un futuro en el mundo de la ciencia: "La investigación requiere mucho tiempo, necesitas dedicar tu vida a ello, pero la familia, los hijos... complican la ecuación, y si no encuentras apoyo en tu pareja, resulta imposible", igual que en muchas otras profesiones, insiste en recalcar.
Una leyenda envuelve a Biscari y a sus colegas del Laboratorio Nacional de Frascati, uno de los principales centros de física nuclear de Italia, donde desarrolla su trabajo desde 1985. "Somos un grupo muy especial, hay muchas mujeres. Somos 7 de 35, una cifra muy alta para este mundo", explica. Una anomalía que le ha llevado a cosechar multitud de anécdotas, como la de los colegas que se confunden y "te llaman con el nombre de otra, como si formáramos parte de una única entidad femenina", rememora entre una media sonrisa y muecas de indignación.
Biscari todavía se pregunta cómo pudo criar a su única hija y compaginar su trabajo, "absorbente pero fascinante". Al tiempo corta en triángulos y con minuciosidad las rodajas de piña, sandía y melón. "Recuerdo noches enteras trabajando en el laboratorio, salir a las siete de la mañana, comprar cruasanes para desayunar con mi niña y mi marido. Dejar a la niña en el colegio y volver a trabajar", enumera mientras saborea la fruta. La científica reconoce que su gran salvavidas, al igual que el de otras madres trabajadoras, fue tirar de abuela.
Se despide con un par de consejos para las jóvenes que se abren hueco en la investigación: "Mayor confianza en una misma y en el trabajo realizado. No somos más débiles que los hombres". Se trata de conseguir que las mujeres puedan disfrutar de su trabajo y familia. "Debemos trabajar sin remordimientos. Tenemos derecho a divertirnos trabajando, a tener una ocupación interesante, bonita y a no tener remordimientos por si trabajamos mucho y no vemos a la familia o al contrario", concluye.
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