DÍA 16
Irene es muy religiosa. Toda su familia lo es. En el colegio privado de pijos y pijas al que va dan mucha importancia a la religión. Se confiesa los sábados y los domingos va a misa. No entiende la arreligiosidad de mi familia de la que yo no sé qué decirle porque no se trata de una arreligiosidad activa. Dios no está presente en nuestras vidas, eso es todo. Cuando se entera de que ni estoy bautizado ni he tomado la primera comunión, se queda espantada. Dentro del espanto me parece advertir no obstante una porción de gusto: quizá el que le proporciona la posibilidad de convertirme.
Como la religión le prohíbe efectuar "actos impuros", no ha permitido que la bese todavía en la boca. No le importa, en cambio, que le toque la pierna artificial. Suelo hacerlo en el cine. Yo me coloco a su izquierda y al poco de empezar la película deslizo mi mano derecha hasta el borde de su falda acariciándole repetidamente la rodilla y la parte del muslo que todavía es prótesis. Cuando atravieso la imprecisa frontera que separa la ortopedia de la carne, me retira la mano con firmeza. Si me conmueve tanto su pierna artificial, ¿qué ocurrirá cuando le toque la de verdad?
No le importa, en cambio, que le toque la pierna artificial. Suelo hacerlo en el cine
Siempre vuelvo a casa nervioso por la excitación sexual, creo que con cara de extravío, y mi madre me pregunta que de dónde vengo. De estar con los amigos, le digo antes de encerrarme en la habitación o en el cuarto de baño para masturbarme. Los amigos son cuatro o cinco compañeros de clase que ella conoce y con los que he comenzado a fumarme los primeros cigarrillos, que no me sientan bien. Tampoco me caen bien el alcohol ni los porros que a veces no tengo más remedio que consumir para parecer normal. No soy uno de ellos, pero ellos no se han dado cuenta. Mamá sí, mamá sabe desde siempre que no soy uno de ellos y creo que se asombra de mi capacidad para el disimulo. A veces la sorprendo mirándome pensativa, como si se extrañara de mí, como si yo fuera para ella, todavía, un enigma. Pero cuando vuelvo la cabeza, retira su mirada y dice cualquier banalidad relacionada con la vida diaria. Que si he estudiado bastante o he recogido mi cuarto. Le da miedo iniciar una conversación seria, una conversación que pudiera conducirnos a hablar del "accidente".
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