Buen rollo y ortiguillas fritas
Días de surf y noches de esencia gaditana. En Tarifa los campamentos jipis conviven con los mojitos en la muralla medieval. Y hay una plazuela que mira a África
La ciudad más al sur de Europa solo tiene un inconveniente: con cierta frecuencia la barren vientos tan potentes que hacen insufrible ir a la playa o incluso salir a pasear. Una semana seguida de levante, dice la sabiduría popular, y se empieza a ir la cabeza. Pero incluso eso se ha convertido en una ventaja para los amantes del windsurf y el kitesurf. El viento también ha hecho de Tarifa una potencia en energía eólica (aunque el exceso de molinos ha destruido parte de su paisaje). Por lo demás, desde hace unos años se ha creado un ambiente propio que mezcla sin conflicto elementos fashion y jipis.
9.00 Desayuno y puerta
En los últimos tiempos han abierto en el casco antiguo de Tarifa (www.aytotarifa.com/Turismo; 956 68 09 93) varios hoteles interesantes (Posada Vagamundos, El Beaterio, La Sacristía, El Convento, e incluso el Misiana, a pesar de su fachada), pero yo sigo fiel al modesto hostal Villanueva (1) (avenida de Andalucía, 11; 956 68 4149), donde por 35 euros despertamos en un cuarto luminoso que da a las azoteas de la medina. Se desayuna justo debajo, en El Torreón: rebanada de pan con tomate.
En la misma calle está la Puerta de Jerez (2), principal entrada al recinto amurallado. Conserva la garita del consumero, funcionario que en la Edad Media cobraba por introducir mercancías en la ciudad. Hoy nos saluda desde allí el Cristo de los Vientos, un icono entre ortodoxo y moderno, obra del pintor tarifeño Guillermo Pérez Villalta. Tras cruzar el arco, a la izquierda, las primeras viviendas de los siglos XVII al XIX, con patios llenos de plantas y columnas de mármol. Llegamos a la Galería Silos (3) (calle de los Silos, 19; 956 68 46 85; www.silosgallery.com), un hermoso espacio creado en los antiguos almacenes del grano que producían las tierras de la Iglesia. Además de contemplar obras de arte se puede tomar algo y tienen habitaciones. Por la calle de la Luz descendemos por el casco histórico: hay boutiques que han sacado a la vista los antiguos muros de ladrillo, tiendas de música Tarifa style y la pastelería La Tarifeña (4) (Nuestra Señora de la Luz 21; www.latarifena.net), la preferida de los autóctonos.
12.00 Un paseo hasta África
La calle principal de Tarifa se llama Sancho IV, pero la conocen como La Calzada. Fue un río hasta ser embovedada a principios del siglo XX. Casas con azulejos como en Portugal llevan hasta la iglesia de San Mateo (5), gótica tardía con bóvedas decoradas con una simbología intrigante. Pasamos frente al Casino (6) y creemos encontrarnos en una novela de Galdós. A la izquierda, la antigua Cárcel Real, hoy sala de exposiciones. Luego subimos la calle de Aljaranda y pasamos ante el palacio barroco de los Núñez, penosamente enfoscado en cemento sin pintar. En la plazuela del Viento (7), al fin estamos frente a África. Las montañas del Rif a 14 kilómetros, parece que podamos tocarlas. Al lado un torreón árabe con estrellas de ocho puntas. Un gigantesco puerto para contenedores amenaza con destruir este paisaje, aunque un informe negativo de impacto ambiental lo ha impedido de momento. Cien metros más arriba, el castillo de Guzmán el Bueno (8), la joya del patrimonio tarifeño. Según el arqueólogo Alejandro Pérez Malumbres, después de la mezquita de Córdoba, es el segundo monumento califal mejor conservado. Aunque está en obras, se puede recorrer su muralla y admirar la torre desde la que -según dicen- el famoso guerrero cristiano se negó a rendir la fortaleza e incluso tiró su cuchillo para que los moros cumplieran la amenaza de matar a su hijo.
14.00 Delirio neogótico y carne ecológica
En el puerto vemos a los pasajeros a punto de embarcar en los ferrys a Tánger y, si hay suerte, una subasta en la lonja. Enfrente está el castillo de Santa Catalina (9), un delirio neogótico de principios del siglo XX, concebido como semáforo de control marítimo; luego formó parte de la red de fortificaciones reforzadas por Hitler ante la cercanía de Gibraltar. Hoy lo habitan vagabundos.
A la izquierda de la calzada está el Mediterráneo; a la derecha, el Atlántico: estamos frente a la Isla de las Palomas. Resulta muy ilustrativo que no se pueda pasar al punto más al sur de Europa porque hoy se utiliza para encerrar inmigrantes sin papeles. Sus tumbas fenicias, su torre del XVI y su polvorín subterráneo tendrán que esperar. Para quitarnos el mal rollo nos damos un chapuzón en la playa de los Lances (10): 10 kilómetros de arena dorada casi virgen. Y para comer, el Eco-Center (11) (San Sebastián, 6; 956 62 72 20; www.tarifaecocenter.com) un punto de encuentro holístico para recibir masajes y terapias. En su patio se pueden comer hamburguesas de carne ecológica y maravillosas pizzas. También hay conciertos de músicos como Radio Tarifa.
17.00 Ocaso alucinógeno
Después de comer, Bolonia (12), un paraíso a 15 kilómetros de distancia en dirección Cádiz. Empezamos con las ruinas de Baelo Claudia, que permiten contemplar la estructura completa de una ciudad romana. Muy cerca se encontraba Bailo, una ciudad fenicia del siglo VI antes de Cristo y en los alrededores hay cuevas con pinturas prehistóricas.
No puede ser que estemos ante una de las playas más hermosas de España y no la disfrutemos. Si caminamos veinte minutos en dirección Tarifa, llegaremos a la zona nudista. Otros veinte minutos más y alcanzamos "las piscinas" (o el Chorrillo). Durante años hubo un campamento jipi que aprovechaba la fuente de agua dulce y el cercano pinar. Hoy sigue siendo un lugar ideal donde disfrutar la naturaleza en su estado más salvaje. Para ver atardecer hay que volver a la aldea y, subidos a la duna, ver ponerse el sol entre un mar de pinos de un verde alucinógeno. El presente es tan hermoso que resulta difícil pedir un deseo que lo supere.
22.00 Arqueología 'on the rocks'
Después de regresar a Tarifa y ducharnos, cena en La Mandrágora (13) (Independencia, 3; http://mandragoratarifa.com), un clásico de la gastronomía tradicional y creativa. Frente a la muralla degustamos unas ortiguillas (anémonas) muy bien fritas y un atún de almadraba vuelta y vuelta.
Para la vida nocturna vamos a intentar no salirnos del rollo arqueológico. El Almedina (14) (www.almedinacafe.net) está en la escalinata que sube al Ayuntamiento. Ocupa el edificio del siglo XI que fue la primera puerta de la ciudad: incluso se puede ver el hueco de los rastrillos, las rejas rematadas en puntas que caían para cerrar el paso. Hoy el paso está muy abierto hacia sus mojitos y la gente tan guapa que toma copas en la escalera de piedra.
La Ruina y El Pósito (15) (calle de la Santísima Trinidad) son dos pubs construidos en el antiguo pósito municipal, donde se almacenaba el grano y se prestaba al que lo necesitaba, que lo devolvía "con creces". Ahora las copas se pagan a tocateja, pero el enorme espacio contra la muralla merece su precio. Y para terminar, una arqueología algo más moderna. Un antiguo cine se ha convertido en la discoteca Tanakas (16), en la plaza de San Hiscio, donde la gente baila hasta el amanecer. Podemos acompañarlos, si para entonces no hemos ligado o caído derrumbados de cansancio...
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