Ryan, al rescate
Lochte salva a EE UU en 4x200m libre y se proclama rey de la competición con cuatro oros
La piscina se abrió en dos aguas, como cuando una lancha fuera borda atraviesa el espejo de un pantano. Así empezó la última jornada vespertina de los Mundiales para Ryan Lochte, que se puso al frente de la final de 200m espalda y la rompió sin que sus perseguidores superaran el oleaje que dejaba tras de sí. Hizo 1m 54,96s, más de un segundo menos que el japonés Ryosuke Irie, que le acompañó en el podio con la plata antes de que se retirara a la pileta de calentamiento para recuperar el cuerpo. Una hora y media después, Lochte salvó a Estados Unidos de lo que parecía un hundimiento en los 4x200 libre. Su parcial le valió el cuarto oro en medio de la agitación de una piscina que ya le ve como el rey del campeonato y uno de los más grandes de siempre.
Tras los Juegos de Pekín, pensó que había desaprovechado sus enormes cualidades
"Nuevo año, nueva imagen", dijo Lochte cuando una china le preguntó por qué se cortó los rizos que había lucido toda la vida. Nunca se había tomado muy en serio a sí mismo. Se dedicó a la natación casi por azar. Llevó una existencia desenvuelta, bastante feliz, despojado de la ansiedad que suele inflamar a los competidores obsesivos. Antes de los Mundiales de Melbourne 2007 se rompió un pie haciendo skateboard y tuvo que competir con mucho dolor. En plena preparación para los Juegos de Pekín 2008 se cayó de un árbol en el que se había escondido de su hermano pequeño y se lesionó un hombro. Después de los de Roma 2009 se rompió un menisco en una discoteca mientras exhibía su repertorio de breakdance.
A los 27 años, la mayoría de los nadadores comienzan a pensar en retirarse si es que no se han retirado ya. Lochte cumplirá 27 este 3 de agosto. Pero, después de un pasado accidentado, se obstina en mirar al futuro. Tras Pekín pensó con amargura que había desaprovechado sus enormes cualidades. Que sus seis medallas olímpicas, tres oros, dos platas y un bronce, solo eran un testimonio de lo que podría haber hecho. "Decidí cambiar cosas", explicó hace días; "necesitaba tomarme las carreras de otra manera".
Desde 2004, Estados Unidos ha ejercido una amplia hegemonía en el 4x200 libre gracias a la contribución de Phelps y Lochte. El equipo ha variado poco. Vanderkaay, muy respetado en la delegación, ha estado casi siempre. Cuando él habla, los demás escuchan. "Esta mañana, los técnicos comentaron la posibilidad de ponerme en la última posta", recordó tras la carrera; "yo les dije: '¿Estáis seguros de que no queréis a Ryan ahí?'. Me alegro de que haya sido así. Ya no me sorprende nada de lo que hace".
La final fue trepidante. Phelps, con la misión de lanzar a los suyos, no pudo ganar el tiempo que se propuso. Había nadado las semifinales de los 100 mariposa hacía menos de una hora y en los últimos 50 flojeó. Hizo 1m 45,53s y cedió 20 centésimas al alemán Biedermann y 18 al francés Agnel. Alemania perdió la ventaja. Francia la incrementó. Estados Unidos se vio en la necesidad de recuperar. Vanderkaay hizo un buen trabajo ante Mallet, pero Berens, el especialista que solo viajó a Shanghái para este relevo, no pudo resistir al excelente Stravius, cuyo 1m 45,40s, permitió a Francia partir medio segundo antes en los últimos 200 metros.
Estados Unidos tiene 15 nadadores que desde 2010 han bajado de 1m 49,50s. Francia solo tiene cuatro y uno de ellos no estaba en la carrera. Los que nadaron estuvieron a punto de escribir una de las páginas más memorables de su natación. Pero apareció Lochte para medirse al más inexperto de todos. Gilot lleva mucho tiempo compitiendo, pero nunca había nadado otra cosa que pruebas de velocidad pura. "Necesitábamos a alguien que muriera en la piscina para salvar la ventaja que nos diera Stravius", explicó el director técnico francés, Christian Donzé, "y ese era Gilot".
Lochte cubrió la distancia en 1m 44,56s. Gilot hizo un esfuerzo heroico para mantenerse al frente hasta los 750 metros. Entonces sucumbió. Cuando acabó la prueba, Gilot había retenido la plata para Francia. Pálido, se tambaleó al salir de la piscina y, cuando le asistió, le dijo al médico francés: "Doc, estoy roto".
España no rinde
El director técnico del equipo español, Luis Villanueva, se mostró muy crítico con el rendimiento que están ofreciendo sus nadadores en Shanghái: "No voy a decir que estamos haciendo unos buenos campeonatos porque sería estúpido, es evidente. No puedo estar satisfecho y probablemente tampoco podré estarlo al final".
Villanueva hizo estas declaraciones después de que Erika Villaecija y Duane da Rocha fueran eliminadas respectivamente en las series de los 800 metros libre y los 200 espalda. Además, Mireia Belmonte renunció a competir en los 800 libre para concentrarse en los 400 estilos. Un día antes fue Aschwin Wildeboer quien se borró de los 200 espalda. "Creo que es lógico porque ninguno de los dos ha estado al ciento por ciento", opinó Villanueva; "está claro que, a pesar de que la preparación ha ido bien, aquí no han rendido".
El seleccionador también respondió a Da Rocha, quien consideró que no se le puede pedir que entre en una final cuando solo participa en una competición de nivel internacional al año. "No compito nunca con nadadoras de menos de 2m 10s. Por eso no puedo llegar aquí e intentar batirme con las mejores del mundo, a las que no sé cómo enfrentarme", dijo la malagueña. "El equipo ha competido tanto como los otros que están aquí. Torneos internacionales de primer nivel no se pueden nadar todas las semanas", le contestó Villanueva.
No obstante, el director técnico trató de justificar finalmente el papel de los españoles alegando que, cuando empezó a trabajar con ellos, en 2009, lo hizo con los Juegos Olímpicos de Londres 2012 como meta principal. "Si yo hubiera planificado cómo llegar a los Mundiales de 2011, esta, desde luego, no sería la situación", afirmó; "pero nos queda un año para los Juegos. Tenemos que seguir trabajando. Creo que llegaremos mejor a ellos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.