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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cronopios en Umbria

¿Qué tienen en común Barcelona, Newport y Perugia? La capital catalana y la de Umbria -uno de esos lugares que a uno le gustaría mantener en secreto para que nada ni nadie lo estropee- comparten algunas cosas: la misma latitud, una geografía aproximada, buena gastronomía, buenos vinos, excelentes aceites de oliva y una cierta elegancia natural, más evidente -cierto- en la ciudad italiana que por nuestros lares; es lo que va del gótico al Renacimiento. Con la norteamericana Newport, en Rhode Island, poco más que un puerto de mar, aunque uno esté en el Mediterráneo y el otro en las frías aguas del Atlántico norte y entre los paisajes que inspiraron a H. P. Lovecraft. ("The place is not good for the imagination, and does not bring restful dreams at night").

Siempre nos quedará el jazz, música de músicos, un género de límites cada vez más difusos

Las tres ciudades, sin embargo, tienen importantes festivales de jazz. El de Newport, el pionero, nació en 1954, organizado por un pianista llamado George Wein, que contra todos los pronósticos consiguió sacar adelante el primer festival al aire libre celebrado en Estados Unidos, y probablemente uno de los primeros en su género. Wein, una leyenda que sigue en activo a sus 86 años, se convirtió en uno de los grandes padrinos del jazz y organizó festivales como el New Orleans Jazz & Heritage Festival o el Playboy Jazz Festival de Los Ángeles.

El año pasado estuvo en Barcelona, porque nuestro Festival Internacional de Jazz, otro de los grandes veteranos -nació en 1966, en pleno franquismo y contra todos los pronósticos-, se hermanó con el de Newport. Pues bien; este año el hermanamiento será con el de Umbria, que arrancó en 1973.

Porque, hay que decirlo: frente al muzak posmoderno, esa murga más o menos torpe que ameniza los llamados festivales indie, en los que uno puede desconectar sin problemas porque cuando vuelve sigue sonando lo mismo, siempre nos quedará el jazz, una música de músicos, y un género de límites cada vez más difusos, en el que tienen cabida desde los diálogos más complejos y vanguardistas, pasando por el blues y la herencia de los grandes maestros, hasta llegar al funk, al rhythm and blues y al soul, sin olvidar las descargas latinas.

En un buen festival de jazz se puede ver desde Prince a Chano Valdés, Michel Camilo o B.B. King, y a Liza Minelli y crooners tan deslumbrantes como Jamie Cullum. Cito estos cronopios para dar tan solo un tráiler de lo que fue el Festival de Umbria celebrado hace dos semanas. Y no quisiera cerrar este párrafo sin añadir al personaje, en mi opinión, más fascinante de todos los que pasaron por los escenarios de Perugia: un tal Troy Andrews, que atiende por el nombre artístico de Trombone Shorty, el joven vástago de una familia de músicos de Nueva Orleans al que le cayó este apodo cuando, de niño, arrastraba su trombón en las bandas que tocaban en los funerales y en el mardi gras. Un tipo que, en sí mismo, podría ocupar todas y cada una de las llamémosles variantes antes citadas; que tan pronto toca la trompeta como Miles Davies o se marca una deslumbrante versión de On the sunny side of the street, que si uno cierra los ojos le parecería estar frente al mismo Satchmo, y que sin ningún problema puede ponerse a cantar como si estuviera poseído por el mismísimo James Brown o derivar hacia la parte más oscura del fantasma de Michael Jackson. Atención, porque este tipo y su increíble banda, la Orleans Avenue, un buen puñado de virtuosos que se intercambian los instrumentos, estarán en Barcelona como aperitivo del 43º Festival de Jazz.

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La plaza de Perugia se viste de gala para ser el mejor escenario del jazz.
La plaza de Perugia se viste de gala para ser el mejor escenario del jazz.UMBRIA JAZZ

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