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Reportaje:TOUR 2011 | 20ª etapa

Un australiano en París

Cadel Evans pone a Oceanía en el mapa de los ganadores del Tour

Carlos Arribas

Hoy, en París habrá varias premières ciclistas, como corresponde a los Campos Elíseos, la avenida de los grandes estrenos, y algunas repeticiones de clásicos, que como bien se sabe, nunca pasan de moda. Por primera vez habrá dos hermanos sobre el podio, los luxemburgueses Andy y Frank, que tanto lo celebraron, aunque Andy se sintiera "decepcionado" por terminar segundo por tercera vez consecutiva; y por primera vez sonará el himno australiano en honor al ganador, otro habitual del segundo escalón, quien, coherentemente con su forma de correr, de ser, tan sosa también, calificó de "coherente" su victoria, tan despendoladamente celebrada en Melbourne, en directo, a las dos de la mañana, lo que tampoco impresionó a Evans: "No era mi objetivo hacer disfrutar a Australia".

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¡Pobre hermanito!

La coherencia Evans la impuso en el que quizás era el equipo más incoherente de los últimos años. Capricho del suizo millonario del sonotone, Andy Rihs, el BMC -marca de bicicletas- es la herencia directa del Phonak, aquel equipo escandaloso de Tyler Hamilton y Floyd Landis, y lo dirige el mismo John Lelangue que tan feliz como ayer estaba hace cinco años, cuando Landis ganó momentáneamente el Tour al derrotar a Óscar Pereiro en la contrarreloj final. Y aunque la experiencia de Hincapié, ya 16 Tours, ninguno más que él, el antiguo lugarteniente de Armsrong, como capitán de ruta, ayudara a dar cierto sentido a su forma de correr, la coherencia no hay que buscarla ahí. Quizás se encuentre en la infancia de Evans, talento del mountain bike -no ha salido del velódromo, como los demás grandes australianos del pelotón-, que se enamoró del Tour cuando tenía 14 años al ver ganar a Indurain. No es extraño pues que, en cierto sentido, Evans corra a la Indurain -sin su estilo, sin su clase-, resistiendo en la montaña, haciendo la diferencia en las contrarreloj.

Ese primer amor por el estilo Indurain lo reforzó al llegar a Italia, como joven becario del Saeco, después de los Juegos de Sidney 2000. Evans es, de todas maneras, producto de la escuela fisiológica italiana, del centro Mapei que dirigió hasta su reciente muerte Aldo Sassi. A él -"el científico que creía en mí más que yo mismo y que me anunció seis meses antes de morir que ganaría el Tour"-, le dedicó emocionado la victoria Evans, uno que acabó sintiéndose tan italiano que se ha ido a vivir a Mendrisio, en el Ticino suizo, junto a su mujer, Chiara, pianista, y sus perros. Y en la misma ciudad consiguió Evans su victoria más importante hasta el Tour de hoy, el Mundial de 2009. El resto de su carrera había sido una colección de triunfos en carreras de una semana, una Flecha Valona, y un rosario de situaciones de mala suerte -un pinchazo cuando se jugaba una Vuelta con Valverde, una caída en Les Gets enzarzado con un corredor del Euskaltel en el Tour pasado- que le habían hecho ganarse la fama de gafe.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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